Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
El marqués de Altomonte apareció muerto una mañana de junio, el día de su santo, que era viernes. Cuando llegó el mayoral de su finca lo encontró espatarrado en su butaca de grandes orejeras, con los pantalones y los calzoncillos bajados hasta los tobillos, vestido de cintura para arriba, con el miembro lánguido y -justo ante la salida de su conducto urinario- una costrita de semen. El último gesto del marqués de Altomonte no se podía ver: le faltaba la cabeza. El mayoral, en su declaración posterior, dejó constancia de que no sabe muy bien por qué sintió que las miradas de todos los animales disecados -cabezas de tigre, de león, de toro, de ciervo, de jabalí, de gamo, de gacela, de puma y de jaguar- que adornaban los cuatro muros del salón, miraban hacia el lugar donde yacía, muerto, quien había sido su cazador.

Al pueblo más cercano voló la noticia como las tormentas de verano se acercan al son de los truenos. Acudió la Guardia Civil. Hicieron los protocolos de rigor y no descubrieron nada que les permitiera iniciar una investigación con visos de resolver el caso . Durante meses los investigadores siguieron pistas y pistas de pistas y nada. El marqués de Altomonte era un personaje público, uno de los más ricos hacendados de Extremadura y Andalucía, dueño de varios cotos de caza, famoso por sus cacerías en el mundo entero. La prensa, los medios de comunicación se lanzaron a este crimen como asalariados en paro a los que se les aireara un contrato de trabajo y así se supo que en los últimos años el marqués se había retirado a la finca donde fue hallado muerto y sin cabeza, que apenas recibía a nadie, que tan sólo el mayoral y una mujer del pueblo iban una vez por semana para mantener lo mínimo en orden. Y hasta ahí se llegaba. En ese relato de retiro y soledad se detenía cualquier intento de ir más allá. Ni policía ni periodistas ni curiosos ni novelistas ni guionistas lograron traspasar el muro de su soledad y así, pasados dos años, el caso fue muriendo y quedó arrumbado como tantos crímenes que quedaron sin explicación. Y así habría sido si no hubiera ocurrido lo inesperado.

El 8 de noviembre, dos años y unos meses después del suceso contado, se encontró la cabeza del marqués Antonio Altomonte colgada en la pared de una casa del barrio de Chamberí en la ciudad de Madrid. A su alrededor había un marco como los que tenían las cabezas de animales disecadas en el salón del marqués. Bajo la cabeza yacía semidesnuda una mujer cuyas areolas doradas causaron general admiración.

Cuento

Tags : La mujer de las areolas doradas Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 10/06/2009 a las 20:34 | Comentarios {0}


Las abejas melíferas están desapareciendo, una extraña enfermedad dicen, una menor resistencia a los virus, algo relacionado con la labor de los hombres sobre la santa madre tierra. Dave Hackenberg se gana la vida llevando abejas de acá para allá para que polinicen los cultivos: los melones en Florida -escriben Diane Cox-Foster y Dennis van Elgelsdorp- , las manzanas en Pennsylvania, los arándanos en Maine, las almendras de California.

La cabeza de la abeja melífera es tan ajena a las cabezas, ¿cuándo se vieron esos pelos surgiendo de sus ojos compuestos?

Un seno de una mujer francesa a la altura de mis ojos.

El calor del andén del metro, la ausencia en la vida de otros cuerpos. Una sensación esquiva. Una extraña, por antigua, secuencia de hechos.

El frío en el cuello. Un piano conocido. Un país. Una escuela. Una astucia. Un amor que nos deja. Que nos deja. La lejanía, de repente, de la montaña que estuvo tan cerca o del río o de la casa.

Magia, ahora está, ahora no está. Magia tus ojos (no le hablo a nadie. No me atrevo a hablarle a nadie. Es -quien escribe- un narrador que en nada me concierne. Son sus dedos y su cabeza y sus sentimientos, sus sentimientos, porque los míos se quedaron aparcados en el aparcamiento de una estación de tren, eso sí, bella... la estación) y esas manos que suavemente se deslizan por tu brazo tras el ataque de un viento fresco. Esa saliva. Ese aire entre tus cabellos. Tu vientre. Tu vientre esgrime el calor de los hornos en tu piel.

Alguna máscara en la calle. Un alud de tientos y milagros. Cómo me gustó siempre el verso La calma de la tarde en un cigarro escrito por mí hace muchos años, muchos, muchos años....

Narrativa

Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 09/06/2009 a las 22:18 | Comentarios {0}


Impromptu
Es esa voz de Astrud Gilberto y esa guitarra de Joao Gilberto y Antonio Carlos Jobim y por supuesto el saxo de Stan Getz. Esa ausencia de la bossa nova. Ese tempo sensual y melancólico, esa cadencia de agua suave, ese rumor que llega muy lejos. La memoria. La sonrisa.

Jugando con los tiempos. Ausente de nuevo, dejando a los dedos que naveguen por las teclas siguiendo (o al menos con la intención de seguir) el ritmo que marca el percusionista en el platillo.

Esta vida es de los valientes y yo lo soy en muy pocas ocasiones. Me congratulo en todo caso porque alguna vez sí lo he sido (o me he sentido). He mirado de frente y he sentido una gran bocanada de aire adentrarse en mí y alentarme.

La mano, reservada para escasas ocasiones, deambula.

Secuencia que nos lleva. Molicie he dicho hoy y palabra tan desafortunada me ha hecho, sin embargo, gracia.

Son las diez.

Narrativa

Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 08/06/2009 a las 21:55 | Comentarios {0}


Apuntes a partir del texto de Ramón Andrés El mundo en el oído; de la edición de Joscelyn Godwin Armonía de las Esferas; de la música de Spotify; del texto de Donald J. Grout y Claude V. Palisca, Historia de la música occidental.



El tiempo es un movimiento cíclico mientras que lo eterno es estable.

Escucho una lied de Schubert Heiss mich nicht reden en la voz de Barbara Bonney y al piano Geoffrey Parsons.

¡Uf, Richard Bona! Bisso Baba

Escribe el médico cristiano nestoriano Hunay en 800 d.C. según nos cuenta la traducción medieval hebrea de Judah al Harizi hecha en lo inicios del siglo XIII (¡cómo me seduce, me lleva, me propone esta investigación las delicias de Jorge Luis Borges y sus bibliotecas imaginadas!) única fuente que se conserva de su obra. El original de Hunayn se perdió.

Vayamos al texto de Hunay cuyo tema es una recopilación de máximas filosóficas desde la Antigüedad hasta su Alta Edad Media del siglo IX. Uno de los aforismos que recoge pertenece a Amonio, filósofo en el siglo V. En la parte sexta de un asunto entre filósofos y músicos comenta: Uno de los filósofos solía decir al músico siempre que iba a un banquete: "Por favor, haz que el alma se incline hacia sus facultades más nobles, como la modestia, la rectitud, la amabilidad, el valor, la clemencia, la honradez y la generosidad"

Ensayo

Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 06/06/2009 a las 19:33 | Comentarios {0}


Apuntes a partir del texto de Ramón Andrés El mundo en el oído; de la edición de Joscelyn Godwin Armonía de las Esferas; de la música de Spotify; del texto de Donald J. Grout y Claude V. Palisca, Historia de la música occidental.


Mucho antes de que Platón en el diálogo Timeo hablara de la armonía de las esferas la música trascendía el propio sonido. Pitágoras, mago de los números, señor de sus misterios, establecía proporciones entre distancias y sonidos.

En muchas culturas la misma metáfora se extiende: El Cosmos es una creación divina que conmina al espacio y al tiempo a ceñirse a los límites de la armonía musical (o sonora).

La clave del pensamiento sonoro de la Grecia antigua proviene de su creencia en que el esqueleto del Universo era de madera y por lo tanto su vibración debía de producir inevitablemente un sonido.

El birimbau de Nana Vasconçelos

Una canción a dúo entre Caetano Veloso y Cesarea Evora.

Alberga la música un largo aliento de epopeya.

Leyendo el artículo Energía oscura de la revista Investigación y Ciencia del mes de junio de 2009, se me ocurre pensar si esta energía oscura no será la armonía universal.

Habla Ramiro de Andrés de la relación entre Orfeo y Cristo y comenta un pasaje de San Clemente de Alejandría en el que dice, La lira es el madero de la cruz en la cual murió Cristo.

En uno de los mitos de Orfeo, Las Ménades descuartizan su cuerpo. Su cabeza llega a las aguas del río Hebrón y mientras flota en ellas canta.

En su viaje con los argonautas referido en las Argonaúticas órficas, Orfeo acude a sus cantos para sortear los temibles obstáculos. En ella se puede leer:

Yo, entonces, le saqué un don divino a mi lira,
y de la última cuerda obtuve un matiz grave,
mientras de mis labios salía, quedamente,
un cántico imperceptible. Alabé al Sueño,
de los dioses soberano y de los hombres,
para que apaciguara el ánimo violento del dragón.

La música es el corazón de las cosas (Nietzsche)

Comenta Joscelyn Godwin acerca del Arqueómetro (Paris, 1909) de Saint Yves-d'Alveydre: El arqueómetro es un diagrama que relaciona tonos con colores, números y las letras de varios alfabetos, y que supuestamente proporciona las claves de todas las ciencias y las artes; es una de las grandes síntesis herméticas del fin-de-siècle
Arqueómetro de Saint Yves-d'Alveydre
Arqueómetro de Saint Yves-d'Alveydre

Ensayo

Tags : Sobre la música Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 06/06/2009 a las 14:52 | Comentarios {0}


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