Un hombre joven, de unos cuarenta años, está sentado en la mesa de un restaurante de la ciudad de Hong-Kong. Él es extranjero. Está de viaje de negocios (aunque esto último no sea del todo cierto. Es decir quizá no sea del todo cierto), algo no demasiado importante, la representación de una juguetería de Ibi. Está alojado en un buen hotel, en el centro de la ciudad. El restaurante es grande, bullicioso. Cerca de él, a varias mesas de distancia, come sola una mujer oriental. De vez en cuando ella observa cómo él la mira con disimulo. El hombre joven tiene deseo de seducir a una oriental. Está en el sitio adecuado, a la hora adecuada. Termina de cenar al tiempo que ella termina. Pide un licor. la mira con más insistencia hasta que deja que sus miradas se encuentren y una sonrisa forzada asome a sus labios. Ella sonríe y baja su mirada hacia la copa de cristal. El por fin se levanta, se acerca a ella, le pregunta en inglés si se puede sentar. Ella le dice que sí.
Una mujer europea, de unos treinta años, espera en el andén del metro de Hong-Kong. Es la noche. En el andén hay bastantes personas, entre ellos el hombre de cuarenta al que pudimos haber visto cenando en la escena anterior (sólo que si es mejor esta escena que ahora cuento, sería la primera vez que apareciera porque sería el principio de la película. También la escena de arriba es el principio de la película). De repente tres hombres atracan a la chica europea. Todos los que esperan al metro se van hacia el lado opuesto a donde es atracada la chica. También el hombre de cuarenta años. Los jóvenes se llevan su bolso. Llega el tren. La muchacha sube. El hombre también, en el mismo vagón. No está muy lleno el vagón. La muchacha está angustiada y apenas puede contener el llanto. El hombre se sienta junto a ella, le pregunta si puede hacer algo.
Una mujer europea, de unos treinta años, espera en el andén del metro de Hong-Kong. Es la noche. En el andén hay bastantes personas, entre ellos el hombre de cuarenta al que pudimos haber visto cenando en la escena anterior (sólo que si es mejor esta escena que ahora cuento, sería la primera vez que apareciera porque sería el principio de la película. También la escena de arriba es el principio de la película). De repente tres hombres atracan a la chica europea. Todos los que esperan al metro se van hacia el lado opuesto a donde es atracada la chica. También el hombre de cuarenta años. Los jóvenes se llevan su bolso. Llega el tren. La muchacha sube. El hombre también, en el mismo vagón. No está muy lleno el vagón. La muchacha está angustiada y apenas puede contener el llanto. El hombre se sienta junto a ella, le pregunta si puede hacer algo.
Sobre el gran edificio de las interpretaciones hoy en día me dejo llevar por la causa. Voy a considerar que un pensamiento que siempre me pareció brillante en realidad no lo es. El pensamiento es: la casualidad es el orden natural de las cosas. Me lo dijo hace muchos años un señor de apellido novelesco, Ombravella, no sé si era un pensamiento original, en todo caso se lo oí a él por primera vez. No es un buen pensamiento, es más bien un sofisma, porque el orden natural de las cosas es la causalidad. Una causa produce un efecto y este efecto se convierte en causa para generar a su vez otro efecto. Esto es lo que creemos, en general, los humanos. Decir que la casualidad es el orden natural de las cosas es, sencillamente, una boutade.
Porque estuve en Radio 3 -causa- se podría inferir el efecto de que volviera a estar.
Porque tuve un amigo que perdí -causa- se podría inferir el efecto de que lo podría encontrar de nuevo.
Ayer se dieron los dos efectos a la vez: volví a Radio 3 y me encontré con mi amigo.
El hecho de que ambas causas ocurrieran hace más o menos veinte años y que su efecto ocurriera veinte años después y el mismo día no sería más que un golpe de efecto según la terminología de Robert McKee. La causalidad otorga verosimilitud a la vida. La casualidad un toque de gracia. Ambas son joyas de la percepción. Sólo se diferencian en el orden de la u.
Porque estuve en Radio 3 -causa- se podría inferir el efecto de que volviera a estar.
Porque tuve un amigo que perdí -causa- se podría inferir el efecto de que lo podría encontrar de nuevo.
Ayer se dieron los dos efectos a la vez: volví a Radio 3 y me encontré con mi amigo.
El hecho de que ambas causas ocurrieran hace más o menos veinte años y que su efecto ocurriera veinte años después y el mismo día no sería más que un golpe de efecto según la terminología de Robert McKee. La causalidad otorga verosimilitud a la vida. La casualidad un toque de gracia. Ambas son joyas de la percepción. Sólo se diferencian en el orden de la u.
Diario
Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 02/07/2009 a las 14:06 | {1}
05 horas 30 minutos: Suena el despertador como hace veinte años. Está oscuro. La noche ha sido muy calurosa, apenas he podido dormir. Tengo preparado lo justo. Creo que ha sido una decisión correcta (tampoco es nada importante, hacer de una pequeñez un pequeño reto: estar media hora ante el micrófono sin guión. Me cubro, por supuesto, con la música. Se celebran los 30 años de Radio 3 de Radio Nacional de España, lugar donde presenté durante un año el programa despertador).
06 horas 12 minutos: Fumo un cigarrillo. He cubierto los posibles silencios con varias noticias: La muerte de Pina Bausch a quien vi bailar su coreografía del Café Müller; la creación de un robot con el que puedes conversar; la vuelta del folletín pero esta vez utilizando el teléfono móvil como soporte.
06 horas 45 minutos: Me ducho y no estoy nervioso. No llevar nada escrito entre las manos. Recrear de alguna manera lo que hacía en aquel entonces. Salgo de la ducha.
07 horas 20 minutos: En la calle no hace fresco. Me viene a recoger un coche. El trayecto se complica un poco. No me gustaría llegar tarde ni tan siquiera apretado de tiempo pero llego a pensar y a aplicar, No pasa nada, no vas a llegar tarde y si llegas tarde tampoco pasaría nada. Llego pronto. Llego bien.
08 horas 15 minutos: Entro en el estudio. Paloma, la productora, me enciende el ordenador y me sube los periódicos. Tomo un café. Sí me escribo, justo antes de entrar en antena, la presentación.
08 horas 30 minutos: Entro en directo.La selección musical es del DJ amigo Mike Molina, una muy buena selección musical. Avanza el tiempo. Elías el técnico de sonido es majo y bueno. Transcurre sin nervios, sin errores, mi media hora en la radio. Leo de este blog Donde encontraron el rostro había una huella
09 horas 00 minutos: Todo sale bien. Me he sentido, sin un guión entre las manos, a gusto, disfrutando el regalo. Me marcho.
10 horas 09 minutos: Me meto en la cama y duermo un rato.
06 horas 12 minutos: Fumo un cigarrillo. He cubierto los posibles silencios con varias noticias: La muerte de Pina Bausch a quien vi bailar su coreografía del Café Müller; la creación de un robot con el que puedes conversar; la vuelta del folletín pero esta vez utilizando el teléfono móvil como soporte.
06 horas 45 minutos: Me ducho y no estoy nervioso. No llevar nada escrito entre las manos. Recrear de alguna manera lo que hacía en aquel entonces. Salgo de la ducha.
07 horas 20 minutos: En la calle no hace fresco. Me viene a recoger un coche. El trayecto se complica un poco. No me gustaría llegar tarde ni tan siquiera apretado de tiempo pero llego a pensar y a aplicar, No pasa nada, no vas a llegar tarde y si llegas tarde tampoco pasaría nada. Llego pronto. Llego bien.
08 horas 15 minutos: Entro en el estudio. Paloma, la productora, me enciende el ordenador y me sube los periódicos. Tomo un café. Sí me escribo, justo antes de entrar en antena, la presentación.
08 horas 30 minutos: Entro en directo.La selección musical es del DJ amigo Mike Molina, una muy buena selección musical. Avanza el tiempo. Elías el técnico de sonido es majo y bueno. Transcurre sin nervios, sin errores, mi media hora en la radio. Leo de este blog Donde encontraron el rostro había una huella
09 horas 00 minutos: Todo sale bien. Me he sentido, sin un guión entre las manos, a gusto, disfrutando el regalo. Me marcho.
10 horas 09 minutos: Me meto en la cama y duermo un rato.
Diario
Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 01/07/2009 a las 16:33 | {0}
En la primera mañana hubo concordia. Todos se miraron y comprendieron que no había cosa mejor que contemplar las aguas doradas del lago Hoo Shon. Al fin y al cabo sabían que el comandante Sse, más tarde o más temprano, vendría a buscarles en su aeroplano.
En la primera tarde una mujer se empeñó, es decir se hizo peña, al acercarse demasiado a las aguas doradas del lago. Dicen los que la vieron que ocurrió cuando con la uña del dedo meñique del pie izquierdo tocó el agua. Se convirtió en una peña preciosa, toda de cuarzo, con las cabellos pétreos al aire. Luego todos miraron al cielo para ver si escuchaban mejor las hélices del aeroplano del comandante Sse girando hacia donde ellos se encontraban.
En la primera noche el espectáculo de la negritud que en nada concernía a las aguas doradas, dejó boquiabiertos a todos los que esperaban y más cuando en el centro del lago surgió con la forma de una huella el rostro más amado.
En la primera tarde una mujer se empeñó, es decir se hizo peña, al acercarse demasiado a las aguas doradas del lago. Dicen los que la vieron que ocurrió cuando con la uña del dedo meñique del pie izquierdo tocó el agua. Se convirtió en una peña preciosa, toda de cuarzo, con las cabellos pétreos al aire. Luego todos miraron al cielo para ver si escuchaban mejor las hélices del aeroplano del comandante Sse girando hacia donde ellos se encontraban.
En la primera noche el espectáculo de la negritud que en nada concernía a las aguas doradas, dejó boquiabiertos a todos los que esperaban y más cuando en el centro del lago surgió con la forma de una huella el rostro más amado.
Narrativa
Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 29/06/2009 a las 12:21 | {0}
Los ojos del rey miran enamorados la figura que yace. Urna en el páramo. Atrás queda el humo de la batalla y resuenan como de cristal los tambores de piel de hipopótamo. El rey sangra del hombro. No se duele de la herida sino de la figura que yace aún caliente en la urna. Es su hijo muerto con valor en la batalla a la edad de once años. Nobles, siervos y clerecía guardan silencio, hasta el viento se ha calmado y ni un ave osa alterar el responso. Pronto caerá la tarde. Perdida la batalla y perdido el hijo el rey piensa ahora en el final de su dinastía y siente lo que hasta entonces nunca había sentido: el peso de los años en cada una de sus articulaciones.
Narrativa
Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 28/06/2009 a las 12:28 | {0}
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Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 03/07/2009 a las 20:19 | {0}