Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Estas venas se están yendo hacia el mar y eso que el mar está muy lejos tan lejos como mi sentido del alma ¿por qué no creo en el alma? ¿por qué me siento tan a gusto dentro de este albornoz? Es la mañana después La mañana valiente ha desafiado a una nube cargada del género de las cumulus y he vuelto a sentirme dichoso entre blancura y tisis y cuando he tosido y el esputo tenía sangre fresca he abierto los brazos y bendecido a la muerte como si fuera la Triple Cerda Nada me retiene aquí La doctora me lo comentaba con una sonrisa tan triste que he estado a punto de levantarme y besarle las mejillas como se hace con las abuelas a las que se ama Amo mi tisis Amo esta destrucción pulmonar que me llevará a la morfina y la tumba He comprado una pequeña parcela mortuoria en un cementerio de un pueblo asturiano donde dicen que los asturcones hollan en las noches de luna nueva la hierba y llegan hasta los huesos de los muertos (mis huesos) y los toman entre sus dientes y se los ofrecen al Roble Grande Ser parte del Roble Grande en el bosque interior Mis huesos que son lo más desnudo de mí Lo que en nada alterará la muerte por mil años que muera Albornoz blanco que me cubre la piel Albornoz ligero Albornoz que podría justificarse a sí mismo como túnica sacerdotal o vestimenta de Vesta Si Venus hubiera surgido de las aguas envuelta en albornoz Boticelli se hubiera vuelto tarumba Abro los brazos ante mi esputo sanguinolento y quisiera toser más quisiera echar el bofe entero masticarme mi propio pulmón quedarme sin aire a base de morderme Satisface la mañana mi canto Hablaré seguro con el alcalde de mi cementerio Le daré instrucciones precisas Porque quiero que me entierren con la tapa del ataud abierta y que se cubra mi rostro con un pañuelo de seda azul que protegió mi cuello del frío en los duros días del penúltimo invierno cuando las aves huían del lago y las hormigas se habían desintegrado en una masa marrón y la serpiente apenas tenía fuerza para hacer daño y las montañas se vestían de blanco para escapar de su propia monotonía y mi llanto se iba conformando en un apreciable espasmo intercostal que llegó a distenderme los músculos y me provocó un dolor exquisito Quiero que el sepulturero cubra delicadamente si fuera posible mi rostro inerte para que cuando los caballos accedan a mis huesos faciales se los encuentren cubiertos con pañuelo de dama en justa con recuerdo de los días de frío del muerto que estuvo vivo echando la sangre por las baldosas de su único baño en una mañana brava que no temía a la gran nube ni a la mar lejana y quiero que bajo mis pies como cojinete repose mi albornoz prenda insustituible y cuando las cuerdas vayan marcando mi último descenso se escuchen las notas de un banjo que en batalla carnal con el bosque y sus sonidos deje caer como si nada un pulsar la vida como yo la pulsé esputo a esputo sangre a sangre trozo de pulmón a trozo de pulmón y cuando repose en la tierra dejaré escrito que la más vieja del lugar previa soldada generosa coja un puñado de la tierra y lo dirija con precisión a las gónadas que sean mis gónadas las primeras en recibir el premio de la tierra y que luego me dejen sin derramar lágrima ninguna para que yo pueda esperar en calma la llegada de los caballos

Narrativa

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 23/07/2015 a las 12:16 | Comentarios {0}








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