No te has levantado temprano (como es tu obsesión desde que decides tú tus horarios). Has desayunado tu café con leche y te has quedado mirando la ropa tendida que hay en la pequeña terraza de la cocinamientras salía el café. Todavía un resto de viento de la noche anterior (Un viento que te inquieta cuando sacas a tu perro en la madrugada por su sonar y el movimiento que produce en las cosas: bolsas de plástico, puertas metálicas de un contador de gas que baten a su embate, los arbustos que adornan el centro de la plazoleta; ese sonar, ese moverse de los objetos sin movimiento y el contraste con las calles desiertas ¡ni un alma!, te disturba y entonces miras el cielo que está límpido como si el viento hubiera barrido el polvo de la quietud y descubres la nitidez de la luna llena y entiendes esa respiración dolorosa que tienes, esos recuerdos que juguetean con tu bajo vientre, recuerdos que aún no han sido y que no sabes si alguna vez serán) movía ligeramente las servilletas, los calzoncillos y las camisetas (no así los pantalones ni la toalla que se mantenían quietos como un ejército que esperara la orden de un superior para romper filas).
Has paseado en la mañana sin demasiado afán.
Luego te has duchado y el agua caliente es como un abrazo. Has comido. Has ido con tu perro a pasear por el campo y allí te has topado con una pareja vieja y él te ha resultado del todo antipático y ella del todo alcohólica. Has dejado que se adelantaran porque su visión, su presencia te dolía en la estética. Como siempre el camino en soledad te llena de esperanza.
Has vuelto y has tomado un café.
Has vuelto y has leído.
Has vuelto y has escrito.
Has vuelto y has sentido una congoja que viene de ninguna parte y a ninguna parte va.
Te dices que esta noche antes de dormir no leerás -como hiciste anoche- a Cioran.
Has paseado en la mañana sin demasiado afán.
Luego te has duchado y el agua caliente es como un abrazo. Has comido. Has ido con tu perro a pasear por el campo y allí te has topado con una pareja vieja y él te ha resultado del todo antipático y ella del todo alcohólica. Has dejado que se adelantaran porque su visión, su presencia te dolía en la estética. Como siempre el camino en soledad te llena de esperanza.
Has vuelto y has tomado un café.
Has vuelto y has leído.
Has vuelto y has escrito.
Has vuelto y has sentido una congoja que viene de ninguna parte y a ninguna parte va.
Te dices que esta noche antes de dormir no leerás -como hiciste anoche- a Cioran.
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Narrativa
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 11/01/2017 a las 16:47 | {0}