He oído destacarse la luna (debiera estar llena como la voz alta de una mujer que canta lejanos cantos de una tierra extraña) en esta noche densa como el agua en el aire (la tortuga se ha atrincherado en su concha; la noche sobre ella es lo que queda extramuros del universo). Destaca la apariencia. Al otro lado de la calle podría darse la verdad de una figura humana. El color es un sfumato entre el naranja y el negro y aquí o allá un golpe de verde industrial; yo diría -si pudiera- que todo color industrial está fuera del tiempo como todo revelación de un hecho pasado se revestirá de cierta temperatura del color presente (me pregunto sus pasos; me pregunto mi ausencia para siempre; me pregunto su cabello allende el mar; me pregunto la verdad y la distancia; me pregunto la selva y el recodo). En la demencia de la niebla preveo el último perdón, el único. Sería el hombre que al fin ve en la persecución del mal. Sería abandonarse. No ahondar en la estupidez. Dejar que sean las horas las que encuentren los motivos y alarguen o no las vastedades. Sería entrar en la niebla como se entra en la muerte (diría que desnudo de cualquier pretensión como cuando imagino a la mujer que ha salido del bar para fumar y ha llamado al amigo tan sólo para que el amigo sepa sin que ella tenga necesidad ninguna de decirlo ni él de escucharlo que le ama) y acompañado de una vida sin adjetivos ir dejándose perder hasta llegar a ninguna parte. A ninguna parte hay que ir. No hay monstruos contra los que luchar. Ni hay luchas que puedan mantenerse más allá del último latido de un viejo corazón (podría ser en una carretera secundaria, recorrida por primera vez cuando la noche y la niebla crean en los nervios una tensión abismal y buscas unos faros rojos que quizá te puedan allanar el camino. Sabes que a los lados se extiende un mundo de colinas y matorral. Sabes que en algún momento habrás de atravesar un páramo y que luego, según crees recordar, viene una montaña de curvas cerradas y con malos peraltes). Son imposibles los aplausos y quizá sea cierto -aunque leyó que cuando todos los hombres afirmen algo sin duda alguna, ese algo será con toda seguridad falso- que el esfuerzo y el tesón contienen la semilla de la satisfacción. Pero ¿no conlleva la fortuna la cualidad del despilfarro? ¿qué fortuna que no lo sea puede admitirse como tal si no se infiere de ella que se puede entregar a manos llenas? ¿qué fortuna contiene en su esencia el ahorro? Probablemente la noche de niebla ha influido en la migraña. Me deleito en la contemplación de un anillo aunque su brillo rebote en el ojo derecho (lo rechace). También la pluma y el prisma.
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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 23/01/2016 a las 01:44 | {0}