Escena única
Una habitación de hotel.
A. desnuda se levanta y empieza a vestirse muy lentamente.
B. desnudo se mantiene tumbado en la cama mirando a A. vestirse.
Fuera un neón rojo vertical ilumina -intermitentemente- la habitación que está del todo oscura. Vemos sólo siluetas de dos cuerpos.
A:
Sí... hace años
B:
No llego a saber. ¿Por qué ahora? ¿Cuántos años dices?
A:
A lo mejor digo treinta años. O puedo variar y decir veinte años. No sé. El tiempo se me perdió hace unos días. Te reconozco que estaba distraída. Quizá fue en el tanatorio. O la lluvia justo antes. O que me desorienté. Andaba buscando una salida y me encontré una entrada. Tú no habías aparecido. Nunca habías aparecido. Nunca había recordado la noche en la que te atracaron y llegaste temblando al lugar en el que yo te esperaba. Eras tan joven y tenías tanto miedo que no te creí.
B:
No recuerdo. Me da la impresión de que me confudes con otro. Yo no recuerdo ese miedo. Sí recuerdo en cambio que hubo un tiempo en mi vida en el que me atracaron varias veces, en pocos años. Los años yonkies.
A:
¿No te gustó mi pecho? Esta noche digo...
B:
Te conservas muy bien...
A:
Entonces me recuerdas...
B:
No recuerdo nada. Ya te lo he dicho. Digo que te conservas bien para la edad que tienes. No, no me digas la edad que tienes. Digo que tu pecho... en realidad no me importa nada tu pecho. En realidad estoy aquí porque... porque soy (desolado) un macho, un macho...
A:
Delante del muerto estabas más hermoso.
B:
Era mi amigo. Le debía entereza. A la sexta intentona lo consiguió.
A:
El tiempo ha hecho estragos en tu piel y en tus formas. Eras tan delgado. Fuiste tan delgado. Eras fibra la noche que te acostaste conmigo. Eras fibra y miedo. Aquella noche se juntaron tanto la muerte y el sexo en ti que...
B:
Te digo que no recuerdo aquella noche. No puede ser que no la recuerde. Ni que pasen treinta años. Ni que pasen veinte. No hace falta que inventes excusas para acostarte con un hombre. Cuando ha estado cerca la muerte ha sido hoy. ¿De qué lo conocías?
A:
¿A quién?
B:
Al muerto... a mi amigo... ¿a quién va a ser?
A:
Mientras le mirabas se notaba que estabas viajando en el tiempo. Estarías recordando los momentos junto a él. No pestañeabas. No te movías. Parecías no escuchar los murmullos a tu alrededor ni mi zapato de tacón. Luego sí, luego los escuchaste. Creo, dime si me equivoco, que cuando me insinué a ti pensaste, Este polvo va por ti, colega. ¿Fue así? dime...
B:
Fue así.
A:
Yo pago la habitación. No te quedes aquí. No te haría bien. ¿Tienes familia? ¿Tienes mujer, hijos?
B:
Tú no me conoces.
A. se ha terminado de vestir. Se escucha el taconeo de sus zapatos de tacón que rodean la cama donde B sigue tumbado.
B. se levanta de un salto y agarra a A. por un brazo.
B:
Tú no me conoces. Nunca estuvimos juntos. ¿Cómo se llamaba el muerto? ¿Díme cómo se llamaba?
A:
Abel.
B:
Se llamaba Abel y tú (le suelta el brazo) no me conoces. Estás vieja.
A:
Sí, estoy vieja.
B:
No me ha gustado follar contigo. Ha habido un momento en el que he sentido asco de mí mismo. No me gusta cómo hueles.
A:
Eso está mejor. Darse cuenta. No te quedes aquí. El neón rojo recuerda siempre al infierno. Olvida lo que ha pasado. Hasta dentro de otros treinta años cuando me veas y no me recuerdes de nuevo...
B:
¡No, no te recordaré! Me has usado.
A:
Parece tu lamento cojera de perro.
A. besa en la mejilla a B.
A. sale de la habitación.
B. se acerca a la ventana. La abre.
A. desnuda se levanta y empieza a vestirse muy lentamente.
B. desnudo se mantiene tumbado en la cama mirando a A. vestirse.
Fuera un neón rojo vertical ilumina -intermitentemente- la habitación que está del todo oscura. Vemos sólo siluetas de dos cuerpos.
A:
Sí... hace años
B:
No llego a saber. ¿Por qué ahora? ¿Cuántos años dices?
A:
A lo mejor digo treinta años. O puedo variar y decir veinte años. No sé. El tiempo se me perdió hace unos días. Te reconozco que estaba distraída. Quizá fue en el tanatorio. O la lluvia justo antes. O que me desorienté. Andaba buscando una salida y me encontré una entrada. Tú no habías aparecido. Nunca habías aparecido. Nunca había recordado la noche en la que te atracaron y llegaste temblando al lugar en el que yo te esperaba. Eras tan joven y tenías tanto miedo que no te creí.
B:
No recuerdo. Me da la impresión de que me confudes con otro. Yo no recuerdo ese miedo. Sí recuerdo en cambio que hubo un tiempo en mi vida en el que me atracaron varias veces, en pocos años. Los años yonkies.
A:
¿No te gustó mi pecho? Esta noche digo...
B:
Te conservas muy bien...
A:
Entonces me recuerdas...
B:
No recuerdo nada. Ya te lo he dicho. Digo que te conservas bien para la edad que tienes. No, no me digas la edad que tienes. Digo que tu pecho... en realidad no me importa nada tu pecho. En realidad estoy aquí porque... porque soy (desolado) un macho, un macho...
A:
Delante del muerto estabas más hermoso.
B:
Era mi amigo. Le debía entereza. A la sexta intentona lo consiguió.
A:
El tiempo ha hecho estragos en tu piel y en tus formas. Eras tan delgado. Fuiste tan delgado. Eras fibra la noche que te acostaste conmigo. Eras fibra y miedo. Aquella noche se juntaron tanto la muerte y el sexo en ti que...
B:
Te digo que no recuerdo aquella noche. No puede ser que no la recuerde. Ni que pasen treinta años. Ni que pasen veinte. No hace falta que inventes excusas para acostarte con un hombre. Cuando ha estado cerca la muerte ha sido hoy. ¿De qué lo conocías?
A:
¿A quién?
B:
Al muerto... a mi amigo... ¿a quién va a ser?
A:
Mientras le mirabas se notaba que estabas viajando en el tiempo. Estarías recordando los momentos junto a él. No pestañeabas. No te movías. Parecías no escuchar los murmullos a tu alrededor ni mi zapato de tacón. Luego sí, luego los escuchaste. Creo, dime si me equivoco, que cuando me insinué a ti pensaste, Este polvo va por ti, colega. ¿Fue así? dime...
B:
Fue así.
A:
Yo pago la habitación. No te quedes aquí. No te haría bien. ¿Tienes familia? ¿Tienes mujer, hijos?
B:
Tú no me conoces.
A. se ha terminado de vestir. Se escucha el taconeo de sus zapatos de tacón que rodean la cama donde B sigue tumbado.
B. se levanta de un salto y agarra a A. por un brazo.
B:
Tú no me conoces. Nunca estuvimos juntos. ¿Cómo se llamaba el muerto? ¿Díme cómo se llamaba?
A:
Abel.
B:
Se llamaba Abel y tú (le suelta el brazo) no me conoces. Estás vieja.
A:
Sí, estoy vieja.
B:
No me ha gustado follar contigo. Ha habido un momento en el que he sentido asco de mí mismo. No me gusta cómo hueles.
A:
Eso está mejor. Darse cuenta. No te quedes aquí. El neón rojo recuerda siempre al infierno. Olvida lo que ha pasado. Hasta dentro de otros treinta años cuando me veas y no me recuerdes de nuevo...
B:
¡No, no te recordaré! Me has usado.
A:
Parece tu lamento cojera de perro.
A. besa en la mejilla a B.
A. sale de la habitación.
B. se acerca a la ventana. La abre.
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Teatro
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 22/05/2015 a las 17:40 | {0}