19h. 57m.
...a veces me pierdo. Soy para mí misma un paisaje nuevo, una selva, una montaña que nunca exploré y en la que me adentro una mañana con un poco de agua y una barra de cereales. No sé que esa mañana me perderé en mí. Ni siquiera sé que me puedo perder. Parece cuando inicio el camino que todo será fácil. Me digo, Seguiré ese sendero. Me fijaré hitos. Por ejemplo: una flor de colza tronchada; la forma del tronco de un roble semejante por su retorcimiento a un dolor de olvido; un regato que forma una pequeña poza atravesada por un tronco que parece haber sido colocado allí por otro humano o por un oso. E inicio el camino y aún con tantos hitos de repente, en un recodo del camino, cuando me detengo a respirar porque vengo de ascender por una cuesta que ya me gustaría a mí saber qué desnivel tiene, de repente, escribo, soy consciente de que me he perdido y no sé por qué ese hecho me genera una tristeza semejante si no igual al momento en el que he de descolgar las hojas donde había escrito el nombre de mi amigo de la cuerda de tender la ropa. Cientos de veces su nombre. Su nombre que me volvía loca. Su nombre que me hacía amar el mundo porque un nombre te puede hacer amar el mundo. Porque somos lenguaje y el nombre forma parte de eso que somos. El nombre del amigo escrito mil veces, con diferentes caligrafías, en tamaños diversos. Ese nombre que al descolgarlo implica que ha desaparecido. Nunca volverá. Me perdí de él. Se perdió de mí. Tú sabes lo que deviene a partir de ese momento: túnel, morgue, cielos grises, vaho, amaneceres, silencios, lágrimas, mantas, posiciones defensivas, largos ensimismamientos, esperas que quisieras que no fueran esperas. Esas cosas. Las mismas cosas que ocurren cuando me pierdo de mí misma y al mirarme en el espejo no sé dónde estoy de mí, ni siquiera sé con seguridad que el reflejo del espejo sea yo. Busco entonces mis señas de identidad: la cicatriz de una brecha bajo la ceja izquierda; los tres lunares junto a mi areola derecha; en la intimidad de mis muslos otro lunar con forma de lágrima. Y aunque reconozco, encuentro esas señas que conforman mi cuerpo, ¡cómo te diría! juraría que la mente que lo habita no soy yo.
...hoy estoy perdida de mí. Me falta el aire y el cuerpo que me recuerda a mí tiene leves y constantes taquicardias y unas inefables ganas de soltar algo que llamaría veneno. Porque estoy perdida de mí no tengo fe en mí. Porque estoy perdida estoy ciega. Porque estoy perdida me tiemblan las manos y bien quisiera saber quién coño es la narradora que me narra. Porque estoy perdida creo que he de terminar y antes de terminar he de dejar las cosas, mis cosas, en orden para no ofender a nadie. Porque estoy perdida he de limpiar los armarios; airear la ropa vieja; tirar las fotografías que nadie necesita ver; romper las cartas que hubiera roto si hubiera podido; quemar los mechones de pelo que una vez acaricié sobre sus dueños; dejarlo todo en orden; ¿llamar a un notario?; ¿conozco algún notario?
...me falta fe... ¡maldita sea! ¡me falta fe!
...hoy estoy perdida de mí. Me falta el aire y el cuerpo que me recuerda a mí tiene leves y constantes taquicardias y unas inefables ganas de soltar algo que llamaría veneno. Porque estoy perdida de mí no tengo fe en mí. Porque estoy perdida estoy ciega. Porque estoy perdida me tiemblan las manos y bien quisiera saber quién coño es la narradora que me narra. Porque estoy perdida creo que he de terminar y antes de terminar he de dejar las cosas, mis cosas, en orden para no ofender a nadie. Porque estoy perdida he de limpiar los armarios; airear la ropa vieja; tirar las fotografías que nadie necesita ver; romper las cartas que hubiera roto si hubiera podido; quemar los mechones de pelo que una vez acaricié sobre sus dueños; dejarlo todo en orden; ¿llamar a un notario?; ¿conozco algún notario?
...me falta fe... ¡maldita sea! ¡me falta fe!
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Narrativa
Tags : Apuntes Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 26/03/2020 a las 19:57 | {0}