Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri

Me declaro libertino (en el sentido que a esta palabra se le daba en el siglo XVIII, es decir, en moderna terminología: librepensador). La reflexiones que voy a ir plasmando a lo largo de las próximas semanas tienen un carácter provisorio y se acogen a una de las características de uno de los métodos científicos: estas reflexiones son falsables. Incluso yo mismo, a lo largo de este periodo que hoy se inicia, podré mostrar la falsabilidad de algunas de ellas.
Estas reflexiones no pertenecen a ningún heterónimo. De cada una de las palabras que escriba en este libro el único responsable soy yo: Fernando García-Loygorri Gazapo. Por supuesto que cuando utilice citas facilitaré el nombre del autor y el título del libro o fuente de donde las haya sacado.



55.- Desde hace un tiempo -no sé si un poco tarde, sea lo que sea tarde en la vida de cada persona- mantengo una sana inclinación por la limpieza en mi casa. Nada exagerado -de  nuevo los adjetivos ¡qué poco dicen! ¡Cuidaos de los adjetivos escritores primerizos!-. En mi devenir establezco un clara relación, casi un paralelismo, entre la limpieza del lugar que habito y la limpieza interior.

56.- Me siento más limpio. A largo de mi vida ha ocurrido lo contrario: me he solido sentir sucio como si la idea del pecado original -concepto cristiano que anula la pureza por el mismo hecho de nacer- hubiera adquirido en mí unas proporciones pantagruélicas.

57.- Los seres que sentimos desde la infancia una gran culpa solemos alimentarla durante años. En mi caso uno de los alimentos de mi culpa fue el haschís. Sufre esta droga en mi organismo una curiosa esquizofrenia: por una parte satura mis sentidos, provoca momentos de una gran excitación sensual y al mismo tiempo corroe mis entrañas con una ominosa, mórbida culpa.

58.- Lo primero que sentí cuando tomé la decisión de dejar de drogarme fue zozobra, incluso me invadió la certeza de que no sería capaz de abandonar aquello que me hacía daño y me procuraba placer a un mismo tiempo y no a partes iguales. Dejé el haschís y el alcohol hace más de diez años. Apenas me costó. Como suele ocurrir, cuesta más arrancar que seguir lo emprendido.

59.- A lo largo de estos más de diez años de vez en cuando he tomado una cerveza y en dos temporadas volví a fumar haschís. En ambos periodos la evolución fue la misma: exaltación sensual al inicio de la ingesta, aumento del sentido de culpa de seguido. En ambas ocasiones lo volví a dejar sin demasiado esfuerzo.

60.- Sí, relaciono la limpieza con la serenidad y la serenidad con un estado no alterado de conciencia. Entiendo por conciencia la percepción activa del mundo (la percepción pasiva es contemplación y en la contemplación se intenta anular la conciencia).

61.- Al mismo tiempo -sin que busque la paradoja- me parece necesario y rico vitalmente alterar el estado de conciencia. Y no es paradójico porque he llegado a la conclusión de que una alteración constante del estado de conciencia, pervierte la expresión en sí. Por decirlo en román paladino: si tenemos constantemente alterada la conciencia, la conciencia adquiere en esa alteración constante su normalidad y de ahí se sigue que ya no está alterada.

62.- La alteración implica la excepcionalidad.
 

Ensayo

Tags : Reflexiones para antes de morir Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 06/06/2024 a las 17:54 | Comentarios {0}



Logro llegar hasta la terraza. Son dos gatos los que he de salvar. ¿De quién los gatos? Por el suelo de la terraza se esparcen unas bolas oscuras, muy pequeñas, como cuentas de un rosario. Cuando pongo mi primer pie en la terraza, las bolas se mueven por sí solas y conforman varios cuerpos en todo semejantes a los cuerpos de las serpientes. Los gatos se han encaramado en unas repisas que están fijadas en la pared opuesta a una ventana y ésta se abre a un interior oscuro. Los seres ofídicos que se han creado a partir de las bolas oscuras -son cinco, de distintas dimensiones, pero ninguno tendrá menos de un metro- saltan y se introducen por la ventana. El miedo, el repelús que me provocan esos seres nacidos de tantas partes no me impiden dirigirme a la habitación pero no por la ventana sino por la puerta. Cuando llego a ella -no sé cómo llego. No sé por qué ahora la habitación está en penumbra, tan sólo iluminada por una lamparilla de noche- y voy a traspasar su umbral aparece, surgida de una oscuridad que se había abierto a mi izquierda, E., una mujer con la que mantuve una relación de pareja hace muchos, muchos años. Está muy estropeada. Está muy gorda. Está pintarrajeada, como si no hubiera tenido tiempo de desmaquillarse tras hacer una función expresionista. Con una voz aguardentosa me grita, ¡Ni si te ocurra entrar en mi habitación! Le respondo, No pensaba entrar. Ella insiste y me escupe en la cara, ¡Sí, sí, ibas a entrar! ¡Ni se te ocurra, hijo de puta!  ¿Y los gatos? le pregunto ¿Y esos bichos que se han formado a partir de las bolas que había en la terraza? Los ojos de E. tienen la mirada de los moribundos. Se queda un instante callada. Le tiemblan las manos regordetas y con las uñas sucias. Por fin habla, ¿Qué gatos? ¿Qué bolas? ¿Qué terraza? Fuera, fuera. Antes de irme siento que en la cama de la habitación, bajo la colcha, un cuerpo gordo que huele a hombre respira con afán.
 

Cuento

Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 04/06/2024 a las 23:57 | Comentarios {0}



[...] lo escuchaban [...] no pronunciábamos [...] no se escuchaba letanía ninguna ni siquiera suspirábamos como hacen los amantes cuando están sometidos a la vigilancia de sus censores [...] lo escuchaban [...] parecían arder, velas que se abren pálidas en noche sin luna cerca del templo de Afrodita donde una ninfa de Ártemis es violada por un hombre normal [...] cuando una ninfa es violada muere y su cuerpo se vuelve de mármol -frío e inmortal- [...] lo escuchaban y pronto, lo que tarda un colibrí en batir una sola vez sus alas, se instalaba en nuestras neuronas el deseo de lo no dicho, de lo no pronunciado, de lo no susurrado, de lo no suspirado [...] el deseo es el mal del hombre [...] la espera se adueña del mundo, todo gira elípticamente alrededor de un centro que tiene dos puntos, los lugares pierden su nombre, el aliento se hace divino [...] ser divino es estar dormido [...] estar dormido es no necesitar aire [...] ser aire [...] escuchaban nuestros latidos, escuchaban nuestros pasos, escuchaban nuestra saliva recorriendo su tracto lógico, se escuchaban -pábilos de sus velas, oídos de sus orejas, circunvoluciones de sus cerebros, dos centros para una sola curva, una anhelo para millones de espinazos [...] decíamos para nuestros adentros, ¡Parad! ¡Detened la escucha! ¡Permitid la soledad de un pensar sin efecto, de un existir sin motivo! ¡Dejadnos, aquí, en este presente que por ser tal aún no significa nada! ¡Huid! ¡Anidad en los cerebros de las aves! ¡Hundíos si no en las tripas de los peces abisales que son todo luz en mitad de la más pura oscuridad! ¡Os queremos pero alejaos! así podremos olvidaros como se ha de hacer con el sarmiento enfermo o con la tomatera recién plantada que se ha visto infectada por el pulgón verde. Hay que arrancarla. Tenemos que arrancaros de nuestros cuerpos como si fuerais pólipos, pliegues inflamados que pudieran llegar a ser cáncer, cáncer, cáncer [...]
 

Ensayo poético

Tags : Fantasmagorías Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 03/06/2024 a las 17:17 | Comentarios {0}


Me declaro libertino (en el sentido que a esta palabra se le daba en el siglo XVIII, es decir, en moderna terminología: librepensador). La reflexiones que voy a ir plasmando a lo largo de las próximas semanas tienen un carácter provisorio y se acogen a una de las características de uno de los métodos científicos: estas reflexiones son falsables. Incluso yo mismo, a lo largo de este periodo que hoy se inicia, podré mostrar la falsabilidad de algunas de ellas.
Estas reflexiones no pertenecen a ningún heterónimo. De cada una de las palabras que escriba en este libro el único responsable soy yo: Fernando García-Loygorri Gazapo. Por supuesto que cuando utilice citas facilitaré el nombre del autor y el título del libro o fuente de donde las haya sacado.



51.- No albergo temor porque ya lo conozco. Lo que hace el páncreas es incendiarme. Doy unos cuantos alaridos, aprieto los dientes, maldigo un mundo que parece retorcerse con los cantos de sirena que lanzan los fantoches de la extrema derecha. Luego me calmo. Recuerdo el día, hace muchos años, en el que unos sicarios de Fuerza Nueva -los antecesores de Vox en España- me pusieron una pistola en la cabeza. Recuerdo el temblor que recorrió mi cuerpo cuando sentí que quizá mañana sería una noticia en los periódicos como en aquellos días de principios de la década de los 80 ocurría cada poco. Una mujer fascista nos salvó o de la muerte o de la paliza no por compasión sino porque el lugar donde habíamos sido rodeados era el bar que tenían justo al lado de su sede en la calle Mejía Lequerica de la ciudad de Madrid.
 
52.- Nunca vencimos los totalitarismos. Sencillamente se retiraron a sus cuarteles de invierno y fueron creando el momento propicio para lanzarse de nuevo al asalto del poder mientras éste lo dejaban en manos de gentes mediocres con más alma de funcionarios que de republicanos -en el sentido original del término: gestor de la cosa pública-.
 
53.- El sistema totalitario es siempre el mismo: conseguir que nuestra totalidad sea totalizadora, es decir, que nada que escape a nuestra forma de ver el mundo tenga cabida en ese mundo. La totalización de la Totalidad es el germen del Totalitarismo, según afortunada expresión del filósofo mexicano Enrique Dussel. Es lo que hoy se denomina -de nuevo un eufemismo para enmascarar el propósito- polarización. Y la clave de esta totalización de la Totalidad (la nuestra, la de cada uno) es la negación del Otro (sea quien sea Otro).
 
54.- Cae por su peso que una de las formas más eficaces de luchar contra el totalitarismo es la aceptación del Otro en la Totalidad de tu mundo. Al aceptar al Otro -pongamos que el Otro sea un fascista para un socialdemócrata convencido- lo primero que ocurre es que lo desactivas porque lo incluyes en tu Totalidad, le das eso que se llamaba en el derecho antiguo carta de naturaleza y lo segundo es que le restas poder porque menguas el temor que te provoca.
 

Ensayo

Tags : Reflexiones para antes de morir Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 20/05/2024 a las 18:11 | Comentarios {0}



...alguna vez estuviste en el frente... la mirada casi de algodón... la espalda desnuda y una ambición desmedida [...] La roca no se destruiría. Lo sabías. Lo sabías... ¿Le quisiste? Piénsalo bien. No hace falta que te precipites. Cálmate. Repasa. Quizás en una noche de invierno cuando él te arropó y besó tu frente. Calma. Calla. No respondas aún que tu respuesta se la llevará el viento y cual heraldo antiguo de una tragedia bien urdida se la entregará a quien corresponda [...] anagnórisis provocará tu respuesta, tú, sí, tú que alguna vez estuviste en el frente [...] ahora debes mantener alta la cabeza y sonreír ante la lluvia que llega a destiempo (como una invitada pintona que es bienvenida) [...] ¿en lo alto del acantilado le quisiste? ¿cuando te calmo por un desencuentro con tu madre?... ¡Ay, tu madre! [...] se lo pensó, sí, ¿lo hizo? ¿decidía postergarlo?... como tú ahora... no confundas postergar con no precipitarse... tienes que tomar decisiones... Él mismo se colocará frente a los fusiles, pegado al paredón; habrá ideado un ingenio para que nadie haya de apretar los gatillos sino que por medio de un movimiento suyo (¿de su boca? ¿de sus ojos?) se aprieten y las balas vayan todas dirigidas a su frente donde él ubica el pensamiento que no es sino un diálogo introspectivo que a nada lleva [...] ¿Ya lo sabes? ¿Te atreves? ¡Dispara!
 

Ensayo

Tags : Fantasmagorías Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 15/05/2024 a las 19:51 | Comentarios {0}


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