Sobre el río ha quedado flotando la carta que ahora escribo. He querido (he soñado, en realidad, como metáfora de la dilatada sombra que me ha llevado hasta usted todos estos días) que las ondas expandidas cuando el sobre ha amerizado sobre las aguas quietísimas del río (como dejadas diría) llegaran hasta usted y, cuando estuviera dormida en la tibia noche de este mayo que se deja vencer por el verano, le susurraran, líquidas, las razones de mi adiós que a continuación le expongo.
Quisiera hablarle con versos de sor Juana Inés de la Cruz o rimas del inconsolable Bécquer del sentido del amor, mi amada, de quien nunca tuve las manos entre las mías, ni sus ojos se quedaron clavados en lo míos y quisiera también con versos de Lorca en alguna de sus Gacelas, exponerle el ansia de desamor que no es más que el reverso de un mismo sentimiento.
Cendal flotante de leve bruma,/ rizada cinta de blanca espuma,/ rumor sonoro de arpa de oro,/ onda de luz,/ eso eres tú.
Ya no la he visto ni aun cuando la miré la otra tarde en el cenador de una terraza vulgar; no fue el hecho de que riera con un joven que a todas luces nunca la amaría como yo la he amado, ni tampoco su aire bestial de coqueta, ni sus piernas cruzadas sin estilo; no fue el aire de su pelo algo triste, ni el esmalte azul de sus uñas que aireaba como si hubiera inventado usted el arte dadá; no fue su risa atildada, ni sus armas de mujer sino un sólo hecho que me obligó a retraerme y a huir de usted cuanto antes: fue cuando se quedó sola un instante y en vez de sosegarse, mirar la tarde y sus gentes, sonreír, satisfecha, con el ejemplar que le acompañaba; en vez de alegrarse íntimamente de su vida y sus conquistas, echó usted mano de su carriel, lo abrió, sacó su celular y llamó a alguien y cuchicheó con él y cuando vio aparecer a su acompañante, colgó de inmediato y simuló hacer lo que hubiera sido tan hermoso que hubiera hecho realmente: mirar la vida, saciarse de ella.
Yo sé que un acto no marca la vida. Sé también que este río tan quieto puede, presa de las Nereidas, enfurecerse y anegar la ciudad que atraviesa. Sé que su boca tendrá el tacto que mis labios saben y que su piel ha de tener el tacto que imaginé un día. Sé que la verdad es un lugar fronterizo y que la distancia no es necesariamente el olvido. Sé que el destino no se domeña y que las aves migran. Sé que los poetas mienten y las mujeres, a veces, lo descubren. Sé que la echaré de menos y con el paso de los años me llegará de usted mucho más lo mucho hermoso que vi que lo único que detesté. Y aún sabiendo todo esto, le digo adiós, lanzo esta carta al río que de tan quieto se inquieta y nacen las ondas cuales reflejos de un amor que nunca existió.
Quisiera hablarle con versos de sor Juana Inés de la Cruz o rimas del inconsolable Bécquer del sentido del amor, mi amada, de quien nunca tuve las manos entre las mías, ni sus ojos se quedaron clavados en lo míos y quisiera también con versos de Lorca en alguna de sus Gacelas, exponerle el ansia de desamor que no es más que el reverso de un mismo sentimiento.
Cendal flotante de leve bruma,/ rizada cinta de blanca espuma,/ rumor sonoro de arpa de oro,/ onda de luz,/ eso eres tú.
Ya no la he visto ni aun cuando la miré la otra tarde en el cenador de una terraza vulgar; no fue el hecho de que riera con un joven que a todas luces nunca la amaría como yo la he amado, ni tampoco su aire bestial de coqueta, ni sus piernas cruzadas sin estilo; no fue el aire de su pelo algo triste, ni el esmalte azul de sus uñas que aireaba como si hubiera inventado usted el arte dadá; no fue su risa atildada, ni sus armas de mujer sino un sólo hecho que me obligó a retraerme y a huir de usted cuanto antes: fue cuando se quedó sola un instante y en vez de sosegarse, mirar la tarde y sus gentes, sonreír, satisfecha, con el ejemplar que le acompañaba; en vez de alegrarse íntimamente de su vida y sus conquistas, echó usted mano de su carriel, lo abrió, sacó su celular y llamó a alguien y cuchicheó con él y cuando vio aparecer a su acompañante, colgó de inmediato y simuló hacer lo que hubiera sido tan hermoso que hubiera hecho realmente: mirar la vida, saciarse de ella.
Yo sé que un acto no marca la vida. Sé también que este río tan quieto puede, presa de las Nereidas, enfurecerse y anegar la ciudad que atraviesa. Sé que su boca tendrá el tacto que mis labios saben y que su piel ha de tener el tacto que imaginé un día. Sé que la verdad es un lugar fronterizo y que la distancia no es necesariamente el olvido. Sé que el destino no se domeña y que las aves migran. Sé que los poetas mienten y las mujeres, a veces, lo descubren. Sé que la echaré de menos y con el paso de los años me llegará de usted mucho más lo mucho hermoso que vi que lo único que detesté. Y aún sabiendo todo esto, le digo adiós, lanzo esta carta al río que de tan quieto se inquieta y nacen las ondas cuales reflejos de un amor que nunca existió.
¿Dónde está la habitación? La luz, a través de las rendijas de la persiana que tanto reconoces, ¿por qué se ha convertido en un ojo de buey? ¿Dónde apareces? ¿Por qué te encuentras en una situación que no habías buscado en absoluto? No puede ser, quieres pensar, que yo haya realizado este acto bárbaro y que por mi causa la niña llore desconsolada y repita, Esa no es mi madre, no tienes razón, ésa no es mi madre. Si todo estaba bien, te dices; si el bienestar se había hecho un rincón en tu diario vivir. ¿La sábana es la soga? Has abierto por un instante los ojos. De inmediato un brazo, en otra dimensión, te ha zarandeado y te ha obligado a caminar hacia una casa en lo alto de una colina donde sabes que algo espantoso va a ocurrir. Quieres luchar y repasas lo que has cenado y te dices, Fue un bocadillo de jamón serrano con mayonesa y una cerveza que, descubres, empalidece tu lengua pero sigues caminando hacia la casa de la colina y poco puedes hacer por evitarlo. El brazo que te arrastra. La culpa que se aposenta en tu memoria. La certeza de que, en efecto, tú fuiste el delator. ¿El delator de qué? te preguntas. El llanto de un bebé desde otra parte del mundo, te arranca de la noche, de la cuesta, de la visión de la casa en lo alto. Dices en voz alta, Perdón. Has reconocido un instante las rendijas de la persiana y has vuelto a caer en la puerta que se abre. El suelo de la casa en lo alto de la colina es de madera y cruje. Lámparas de carburo forman sombras grotescas en las paredes que parecen chamuscadas. Al fondo hay una puerta cerrada. Tras ella se adivina ronroneo de gato loco. El brazo te arrastra hacia la puerta. Tú te resistes. Quieres girar la cabeza para volver a la tranquilidad de las rendijas de la persiana de tu dormitorio. No puedes tragar saliva. Y vuelve a aparecer la niña. Llora sangre. Y te mira con una mirada de tanto dolor que te rompe las venas y sientes un ahogo interior. Rememoras la vigilia. Estás empezando a descubrir que quizá todo aquello pertenezca a un Universo que está quedando atrás y se te aparece el obispo Edvard Vergerus de Fanny y Alexander, cuando ya muerto, zancadillea a Alexander en el pasillo de la casa amada y le dice, No creas que por haberme matado te has librado de mí. Siempre estaré. Siempre. Un escalofrío. Has dormido por primera vez sin camiseta. Puede ser frío o terror. Quisieras acercarte a la niña cuyo rostro está rojo de lágrimas y decirle, Yo fui, no sé qué fui pero fui. Y lo siento, querida niña. Lo siento. Sólo que ahora he de ir hasta la puerta tras la cual ronronea un gato loco y luchar con él si es eso lo que he de hacer. Discúlpame. No te desangres por mí. Y así avanzas y el brazo que te arrastraba, desaparece y te encuentras sólo frente a la puerta y llevas tu mano hasta el picaporte y lo giras y te despiertas.
Escena de la flagelación y baile de la bacante desnuda (no sé por qué pongo esta imagen quizá por eso la pongo. Aunque ahora que la veo y lo pienso un poco más: flagelación y baile, tengan una relación inconsciente y clara con lo que he escrito)
A veces la idealización se convierte en una especie de recuerdo embalsamado.
No me acaban de convencer las imágenes como recuerdos ni las fotografías ni los videos. Ambos tienen un aroma de traición, un rasgo perverso que intenta anular la dimensión del tiempo y la selección de los espacios.
Fijaciones.
Me ocurrió hace unos días cuando vi a una persona a la que amé (y a la que amo; curiosamente estoy descubriendo que a todas las personas a las que he amado, las sigo amando. Que yo recuerde en este momento, de ninguna persona ha variado mi sentimiento aunque las circunstancias de la vida me hayan alejado de ella o yo, en mi relación, no haya sabido comportarme con amor) y a la que hacía mucho tiempo que no veía. Durante este tiempo, mi idea de ella se había ido sublimando sobre todo a partir de unos videos de la vida que vivimos juntos. De vez en cuando los ponía y me entraba una nostalgia extraña, una gana grande de llamarla y quedar. Lo perverso de esas imágenes es que están grabadas cuando el tiempo era feliz y por lo tanto lo que destilan es eso, felicidad. Normalmente cuando las cosas van mal dejamos de grabarlas. Lo mismo debiéramos hacer cuando van bien.
Las fotografías y las cámaras de video y cine sólo deberían utilizarse para fijar ficciones.
El tiempo vivido sólo hay que visitarlo con la fuerza de la memoria abstracta. Malos son para el corazón los inventos que congelan el tiempo. Buenos, eso sí, para los investigadores de la historia. Malos porque -al contrario que la memoria abstracta- crean una repetición del mismo hecho una y otra vez (es decir: si yo pongo un video siempre repetirá las mismas acciones) mientras que la memoria abstracta evoca y trae a primer plano cosas diferentes (es decir: si yo recuerdo una momento de mujer con pincel, en ocasiones realzaré el brillo del metal por efecto del sol y en otras el pie descalzo apoyado en la hierba).
Quizás la única excepción que propondría es la del crecimiento de los niños y no tanto para nosotros -que ya los vemos crecer y lo recordamos- sino para ellos que no se vieron creciendo y siempre les resulta sorprendente. A veces mi hija Violeta se ve a sí misma con dos años y exclama, ¡Qué mona es!
Me vino bien ver el otro día a esa persona a la que hacía tiempo que no veía y me hizo recordar que el tiempo pasa y los que fuimos ya no están aunque permanezcamos.
Como una fuerza invisible, como un grito mundo, así se levanta la mañana de este sábado. Cometida la atrocidad por orden del premio Nobel de la Paz y presidente de los Estados Unidos, leo, en un artículo de Manuel Rivas, una cita de Mark Twain: Las guerras se inventaron para que los norteamericanos aprendiesen geografía.
Al mismo tiempo dos nonagenarios Stéphane Hessel y José Luis Sampedro, el primero escribiendo y el segundo prologando la edición en español, lanzan al mundo el panfleto Indignaos. Un poco más allá, o más acá, Federico Mayor Zaragoza y el juez Baltasar Garzón lanzan el suyo propio de titulo, Reacciona.
Como un reguero de denuncia, como la savia que vuelve a imprimir vida al viejo roble decaído, un fantasma de denuncia recorre el mundo. Hartos de tanta retórica vacía (desmantelaré Guantánamo en un año, el Premio Nobel de la Paz lo dijo hace tres); hartos de tanto ladrón de guante parlamentario y coche oficial y VISA oro; hartos de tanto concejal cacique que ni se digna escuchar la propuesta de un ciudadano para crear riqueza en su pueblo; hartos de tanta miseria; hartos de tan poca altura moral, ¡sí, sí altura moral!, voces antiguas y nuevas reclamamos el derecho al Derecho; reclamamos la Justicia Universal; reclamamos que cárceles como Guantánamo desaparezcan de una puta vez y para siempre y una vez conseguido y como dijo Chomsky exigimos que los presidentes de los Estados Unidos vivos sean juzgados por Crímenes contra la Humanidad en un Tribunal Internacional y que los líderes chinos se sienten también en los banquillos y cualquier otro grupo de poder que aplaste con la bota del Terror el derecho a la felicidad de las personas. Y que en nuestro pequeño país llamado España, se vuele por los aires el monumento del Valle de los Caídos y su Basílica Inmunda en donde en vez de a incienso huele a venganza (a parte de que estropea una barbaridad el paisaje).
No tengamos miedo, vienen a decirnos, lo peor ya está pasando. Lo peor es esta Nada. Lo peor es mirar para otro lado cuando los ricos son más ricos, los pobres son más pobres, la silicona se vende a precio de oro y los calzoncillos con rellenos para el culo se ponen de moda. Nunca como ahora vino a colación la frase que un Pirata le soltó al emperador Alejandro el Magno antes de ser ajusticiado: A mí me llaman pirata porque tengo un barco y a ti te llaman Emperador porque tienes mil.
Exijamos que el voto en blanco tenga la utilidad que se merece.
Exijamos que los especuladores tengan prohibida la entrada en los Mercados de Valores (valores humanos también).
Exijamos tener derecho al voto de los cinco poderes del mundo: Económico, Politico, Judicial, Periodístico y Religioso.
Exijamos las listas abiertas.
Y porque es un fantasma el que recorre el mundo, yo quiero que se materialice y desde esta humilde tribuna hacerlo de carne, sangre e ideas aunque tan sólo sea para conformar la luna de la uña de su meñique.
Al mismo tiempo dos nonagenarios Stéphane Hessel y José Luis Sampedro, el primero escribiendo y el segundo prologando la edición en español, lanzan al mundo el panfleto Indignaos. Un poco más allá, o más acá, Federico Mayor Zaragoza y el juez Baltasar Garzón lanzan el suyo propio de titulo, Reacciona.
Como un reguero de denuncia, como la savia que vuelve a imprimir vida al viejo roble decaído, un fantasma de denuncia recorre el mundo. Hartos de tanta retórica vacía (desmantelaré Guantánamo en un año, el Premio Nobel de la Paz lo dijo hace tres); hartos de tanto ladrón de guante parlamentario y coche oficial y VISA oro; hartos de tanto concejal cacique que ni se digna escuchar la propuesta de un ciudadano para crear riqueza en su pueblo; hartos de tanta miseria; hartos de tan poca altura moral, ¡sí, sí altura moral!, voces antiguas y nuevas reclamamos el derecho al Derecho; reclamamos la Justicia Universal; reclamamos que cárceles como Guantánamo desaparezcan de una puta vez y para siempre y una vez conseguido y como dijo Chomsky exigimos que los presidentes de los Estados Unidos vivos sean juzgados por Crímenes contra la Humanidad en un Tribunal Internacional y que los líderes chinos se sienten también en los banquillos y cualquier otro grupo de poder que aplaste con la bota del Terror el derecho a la felicidad de las personas. Y que en nuestro pequeño país llamado España, se vuele por los aires el monumento del Valle de los Caídos y su Basílica Inmunda en donde en vez de a incienso huele a venganza (a parte de que estropea una barbaridad el paisaje).
No tengamos miedo, vienen a decirnos, lo peor ya está pasando. Lo peor es esta Nada. Lo peor es mirar para otro lado cuando los ricos son más ricos, los pobres son más pobres, la silicona se vende a precio de oro y los calzoncillos con rellenos para el culo se ponen de moda. Nunca como ahora vino a colación la frase que un Pirata le soltó al emperador Alejandro el Magno antes de ser ajusticiado: A mí me llaman pirata porque tengo un barco y a ti te llaman Emperador porque tienes mil.
Exijamos que el voto en blanco tenga la utilidad que se merece.
Exijamos que los especuladores tengan prohibida la entrada en los Mercados de Valores (valores humanos también).
Exijamos tener derecho al voto de los cinco poderes del mundo: Económico, Politico, Judicial, Periodístico y Religioso.
Exijamos las listas abiertas.
Y porque es un fantasma el que recorre el mundo, yo quiero que se materialice y desde esta humilde tribuna hacerlo de carne, sangre e ideas aunque tan sólo sea para conformar la luna de la uña de su meñique.
En enero de 2010, M. me invitó a que fuera a L. para que me leyera mi Carta Astral. En aquel momento mi vida atravesaba uno de esos periodos sublimes, llenos de una riqueza vacía, tras una serie de sacudidas y tormentas que hacían tambalearse un día sí y otro también todo el edificio sobre el que había ido construyendo, endeblemente, mi devenir. Creo que el funambulismo vital es promotor de vida, de lo cerca que te tiene siempre de la muerte. Esto me lo dijo un día mi amigo P., aplicándoselo a su propia existencia. Decía P.: "Como estamos [los artistas] siempre en la cuerda floja, no nos podemos permitir ni enfermar". En aquel mes de enero de 2010 la cuerda sobre la que mi equilibrio se balanceaba en exceso, estaba más floja que nunca. Recuerdo que el día que fui a visitar a L., el tiempo era frío y desapacible. Estuve haciendo tiempo en un bar. Fumé un cigarrillo. Anduve por una calle larga y desangelada y a la hora fijada entré en el despacho de L. y me leyó mi carta.
Creo que alguna vez he comentado en este blog una doble tendencia en mí: la de creer y la del escepticismo. Estuve más de una hora y media con L. y hablando, en otras cosas, me hizo la siguiente pregunta: ¿Tú crees que te vas a poder mantener a flote hasta mayo del año que viene? Quedaban en ese momento 17 meses. Yo la miré, reflexioné un rato y al final le contesté que sí, que podría. Fue una afirmación absolutamente dicha en el vacío. Fue afirmación basada en la fe de que podría.
Largo sería narrar estos 17 meses -aunque muchos de mis sentimientos, pensamientos, anhelos, realidades y sueños están descritos aquí-. Los asuntos que me podían permitir vivir se pusieron muy cuesta arriba y gracias a la ayuda de mi familia y de mis amigos pude ir llegando hasta este mes de mayo.
También desde hace años suelo echarme el I'Ching. Lo hago muy de vez en cuando, tan sólo cuando siento que la situación que vivo me desborda. Un momento así me ocurrió en Noviembre de 2010. Pregunté al viejo I'Ching y me contestó que el cielo estaba preñado de agua y que en muy poco la lluvia descargaría sobre la tierra seca y florecería. Me aconsejó que no hiciera nada. Me aconsejó que esperara. Mayo aún estaba lejos.
Ha llegado mayo y ha ocurrido lo que la Carta Astral, interpretada por L., anunciaba y lo que el I'Ching escribió para mí. El cielo ha descargado y empieza a rociar mi tierra de su bendita agua. Dentro de muy poco os hablaré de la empresa que la semana que viene, junto a Marina, constituyo. Lo escrito en el cielo, se lee en la tierra.
Creo que alguna vez he comentado en este blog una doble tendencia en mí: la de creer y la del escepticismo. Estuve más de una hora y media con L. y hablando, en otras cosas, me hizo la siguiente pregunta: ¿Tú crees que te vas a poder mantener a flote hasta mayo del año que viene? Quedaban en ese momento 17 meses. Yo la miré, reflexioné un rato y al final le contesté que sí, que podría. Fue una afirmación absolutamente dicha en el vacío. Fue afirmación basada en la fe de que podría.
Largo sería narrar estos 17 meses -aunque muchos de mis sentimientos, pensamientos, anhelos, realidades y sueños están descritos aquí-. Los asuntos que me podían permitir vivir se pusieron muy cuesta arriba y gracias a la ayuda de mi familia y de mis amigos pude ir llegando hasta este mes de mayo.
También desde hace años suelo echarme el I'Ching. Lo hago muy de vez en cuando, tan sólo cuando siento que la situación que vivo me desborda. Un momento así me ocurrió en Noviembre de 2010. Pregunté al viejo I'Ching y me contestó que el cielo estaba preñado de agua y que en muy poco la lluvia descargaría sobre la tierra seca y florecería. Me aconsejó que no hiciera nada. Me aconsejó que esperara. Mayo aún estaba lejos.
Ha llegado mayo y ha ocurrido lo que la Carta Astral, interpretada por L., anunciaba y lo que el I'Ching escribió para mí. El cielo ha descargado y empieza a rociar mi tierra de su bendita agua. Dentro de muy poco os hablaré de la empresa que la semana que viene, junto a Marina, constituyo. Lo escrito en el cielo, se lee en la tierra.
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Narrativa
Tags : Carta a una desconocida Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 11/05/2011 a las 23:23 | {2}