Un folletín cibernético
Capítulo 1 DESPEDIDA Y GUERRA
El coronel Vladimir Snarsson estaba sentado en su despacho del Alto Estado Mayor de los Ejércitos Aliados. El despacho se encontraba en la planta 37 y desde allí se podían ver las pistas de despegue de las aeronaves.
El coronel Snarsson contaba sesenta años de edad aunque su aspecto fuera el de un hombre mucho más joven; tenía el cabello negro y sus ojos azules, pequeños y burlones, le daban a su gesto un aire de travesura que lo rejuvenecían aún más. Ninguna arruga surcaba su rostro. Las patas de gallo se habían ido tras otras gallinas. Su cuerpo se mantenía atlético. Era robusto y ligero. Si a las ocho de la mañana de aquel día 21 de junio de 2013, su mujer se hubiera encontrado a su lado, le habría sorprendido ver un gesto de preocupación en aquel rostro que siempre se mantenía tranquilo. El sonido del teléfono le sacó de su ensimismamiento.
- ¿Sí?... Buenos días, general... No, aún no he podido hablar con el mariscal Ming Chou... Las visiones que tenemos son las mismas que ayer... no se han acercado... Sí, mi general: la única diferencia es que la visionaria Ulka, en Islandia, empezó a escuchar ayer por la noche un tipo de onda de baja frecuencia que repite una secuencia. Nada más. Los criptógrafos de la base de Noruega están en ello, señor. Gracias, mi general. En cuanto hable con el mariscal se lo haré saber. Adiós, adiós.
El coronel se levantó y miró hacia el cielo desde el ventanal. Entre dientes, como mascullando una amenaza, dijo: ¿Qué queréis, hijos de puta? ¿Por qué nos hacéis esperar? Luego el pensamiento se le quedó en blanco y miró aquel cielo y pensó que parecía el mismo de todos los días desde que el mundo era mundo y sin embargo, ahi fuera, extramuros de la atmósfera, unos cuerpos extraños, inmensos y silenciosos habían rodeado el planeta. Sonó el interfono.
- Dígame.
- Mi coronel, la capitana Bulagua acaba de llegar.
- Hágala pasar.
El ayudante la hizo pasar y cerró la puerta. Julia se quedó junto a ella mirando el despacho.
- Todo sigue igual, dijo.
- Ya sabes: soy un hombre de costumbres. Pasa y siéntate.
Julia se demoró hasta llegar a la silla. Se quedó mirando las estanterías donde se acumulaban los recuerdos del coronel: fotos con personajes importantes; trofeos de ajedrez; vasijas de cerámica tradicional y una colección de lanzas y dagas. Apartada de ellos, en una mesita, seguía la foto del día en que ella recibió sus primeros galones. Se dirigió hacia ella y la tomó entre sus manos.
- ¿Cuándo te desharás de ella?
- Nunca. Siéntate, por favor. Hace tres días recibimos un mensaje desde la nave Shu-In 1. En él se nos comunicaba que unos objetos de un tamaño descomunal se acercaban a la tierra. Ayer nos rodearon. Se encuentran a tres mil kilómetros de nuestra atmósfera.
- ¿Se han comunicado con nosotros?
- No.
- ¿Vestigios de vida?
- Conocida no. No sabemos qué albergan si es que albergan algo.
- Reuniré a mis hombres. Ten preparada una nave para dentro de dos días.
- No he dicho que quiera que seas tú quien vaya al encuentro de lo que quiera que sea eso.
- ¿Entonces para qué me has llamado?
- Porque quería que fueras la primera en saberlo. Eres la mejor. Y no quería que pensaras que por... por cuestiones personales, pasaba por encima de ti.
- Coronel, dejémonos de sentimentalismos. Ten esa nave preparada para dentro de dos días. Tengo que organizarlo todo.
Julia se levantó, saludó a su superior y se giró para dirigirse a la puerta.
- ¿Cómo está mi nieta?
La capitana Bulagua se giró de nuevo y miró de frente a su padre.
- Te lo dije hace dos años: dejaste de tener una hija y por lo tanto no tienes ninguna nieta. Y ahora si me disculpa, mi coronel, buenos días.
El coronel Snarsson contaba sesenta años de edad aunque su aspecto fuera el de un hombre mucho más joven; tenía el cabello negro y sus ojos azules, pequeños y burlones, le daban a su gesto un aire de travesura que lo rejuvenecían aún más. Ninguna arruga surcaba su rostro. Las patas de gallo se habían ido tras otras gallinas. Su cuerpo se mantenía atlético. Era robusto y ligero. Si a las ocho de la mañana de aquel día 21 de junio de 2013, su mujer se hubiera encontrado a su lado, le habría sorprendido ver un gesto de preocupación en aquel rostro que siempre se mantenía tranquilo. El sonido del teléfono le sacó de su ensimismamiento.
- ¿Sí?... Buenos días, general... No, aún no he podido hablar con el mariscal Ming Chou... Las visiones que tenemos son las mismas que ayer... no se han acercado... Sí, mi general: la única diferencia es que la visionaria Ulka, en Islandia, empezó a escuchar ayer por la noche un tipo de onda de baja frecuencia que repite una secuencia. Nada más. Los criptógrafos de la base de Noruega están en ello, señor. Gracias, mi general. En cuanto hable con el mariscal se lo haré saber. Adiós, adiós.
El coronel se levantó y miró hacia el cielo desde el ventanal. Entre dientes, como mascullando una amenaza, dijo: ¿Qué queréis, hijos de puta? ¿Por qué nos hacéis esperar? Luego el pensamiento se le quedó en blanco y miró aquel cielo y pensó que parecía el mismo de todos los días desde que el mundo era mundo y sin embargo, ahi fuera, extramuros de la atmósfera, unos cuerpos extraños, inmensos y silenciosos habían rodeado el planeta. Sonó el interfono.
- Dígame.
- Mi coronel, la capitana Bulagua acaba de llegar.
- Hágala pasar.
El ayudante la hizo pasar y cerró la puerta. Julia se quedó junto a ella mirando el despacho.
- Todo sigue igual, dijo.
- Ya sabes: soy un hombre de costumbres. Pasa y siéntate.
Julia se demoró hasta llegar a la silla. Se quedó mirando las estanterías donde se acumulaban los recuerdos del coronel: fotos con personajes importantes; trofeos de ajedrez; vasijas de cerámica tradicional y una colección de lanzas y dagas. Apartada de ellos, en una mesita, seguía la foto del día en que ella recibió sus primeros galones. Se dirigió hacia ella y la tomó entre sus manos.
- ¿Cuándo te desharás de ella?
- Nunca. Siéntate, por favor. Hace tres días recibimos un mensaje desde la nave Shu-In 1. En él se nos comunicaba que unos objetos de un tamaño descomunal se acercaban a la tierra. Ayer nos rodearon. Se encuentran a tres mil kilómetros de nuestra atmósfera.
- ¿Se han comunicado con nosotros?
- No.
- ¿Vestigios de vida?
- Conocida no. No sabemos qué albergan si es que albergan algo.
- Reuniré a mis hombres. Ten preparada una nave para dentro de dos días.
- No he dicho que quiera que seas tú quien vaya al encuentro de lo que quiera que sea eso.
- ¿Entonces para qué me has llamado?
- Porque quería que fueras la primera en saberlo. Eres la mejor. Y no quería que pensaras que por... por cuestiones personales, pasaba por encima de ti.
- Coronel, dejémonos de sentimentalismos. Ten esa nave preparada para dentro de dos días. Tengo que organizarlo todo.
Julia se levantó, saludó a su superior y se giró para dirigirse a la puerta.
- ¿Cómo está mi nieta?
La capitana Bulagua se giró de nuevo y miró de frente a su padre.
- Te lo dije hace dos años: dejaste de tener una hija y por lo tanto no tienes ninguna nieta. Y ahora si me disculpa, mi coronel, buenos días.
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Narrativa
Tags : Velocidad de escape Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 21/06/2011 a las 22:58 | {1}