Noviembre 1991
Lluéveme mientras sueñe la canción
de donde todas las demás vienen.
Y así descánsame transformando
a las olas en sólo agua y sales,
en tan sólo movimiento.
Decidme si la paz es esto,
un reino neutro sin profundas simas,
allá donde los peces se dicen abisales.
Sean pues, sean...
camino el de cada ser humano,
huellas sin igual, sean, vamos...
sean espirales o círculos perfectos,
se llamen alegorías o se bailen sean,
abandonemos la nave que nos lleva
y nademos contracorriente a donde la corriente sea.
Sea lluvia, mágica palabra, la gota resbalada por mi
rostro a la luz
de cualquier mañana; sea ella la única
con derecho a detenerme en mi marcha.
Y sin embargo no hablemos,
haced lo que os plazca,
naced, morid, bebed, sed;
no, no hablemos. Así dormidos
la luna no ilumina nada.
Rincón, suave almohadón de infancia cubierto,
rincón umbrío, hueco en el roble, bahía.
Rincón de la tarde...

Fragmentos
El asfalto gris claro. El tejado gris claro. Los muros se calientan. La antigua plaza con sus frescos vistos. El arco del suroeste, en la cara de la Carnicería de la Plaza Mayor llamada así porque era donde estaban antiguamente los carniceros y los cuchilleros -de ahí el nombre de Arco de Cuchilleros-, con el fondo de la iglesia de San Isidro -también gris- en la calle que llevaba a Toledo.
Los rostros variopintos. Los rostros de las vidas. Rostros como agujas de reloj tras la esfera de cristal. Rostros venidos de lejanos países. Rostros que me llevan en muchas ocasiones a embarcaciones inestables en alta mar. Los migrantes son los héroes actuales. Para mí, para mi sentimiento. Me gusta el término migrantes (lo he leído en los carteles de propaganda electoral para las elecciones ecuatorianas), más que emigrantes, porque migrante es que migra como algunas aves, como algunas mariposas, por ejemplo las Uranias Ripheus, unas extrañas mariposas que tuvieron como familia un destino fatal. Nunca se supo por qué las Uranias en su migración para desovar (un viaje de miles de kilómetros) se adentraban en el océano Pacífico y allí, en mitad del océano iban cayendo, agotadas, hasta casi desaparecer.
La esquina de la calle Calatrava donde fui feliz.
Un encuentro con personas con las que hablas, a las que miras. Un encuentro largo. Un encuentro suave. Hay algo de lo que puedes hablar.
La tarde va cayendo. Camino por la calle Toledo, luego por la calle Colegiata, llego hasta la plaza de Tirso de Molina, la atravieso, me encuentro con la calle de los Cañizares, nunca había estado en esa calle pequeña con un fondo de iglesia, camino por ella, llego hasta la calle Atocha y giro a la izquierda para bajar por la calle Huertas. Me siento en un banco. Me fumo un cigarrillo. Entro en El Diario y empieza la noche con Andrés.
La mirada. La conversación. Hermosa y divertida. Como si nos hubiéramos visto ayer por última vez en esa situación (cuando hace quizá más de diez años que no se producía). Y las cervezas y la borrachera. Y la mirada de Andrés.
En mitad de la madrugada sin apenas ver donde apoyo el bastón, dando eses en la plaza del Ángel (hay un ángel guardián de los borrachines) hasta que caigo y salen volando mi cartera y mi bastón. Entre la nebulosa me ayudan cuatro jóvenes a levantarme. Atravieso, solitaria, la Plaza Mayor y por fin me veo en la cama. Todo me da vueltas, es cierto, y me siento, mientras me duermo, sereno.
Los rostros variopintos. Los rostros de las vidas. Rostros como agujas de reloj tras la esfera de cristal. Rostros venidos de lejanos países. Rostros que me llevan en muchas ocasiones a embarcaciones inestables en alta mar. Los migrantes son los héroes actuales. Para mí, para mi sentimiento. Me gusta el término migrantes (lo he leído en los carteles de propaganda electoral para las elecciones ecuatorianas), más que emigrantes, porque migrante es que migra como algunas aves, como algunas mariposas, por ejemplo las Uranias Ripheus, unas extrañas mariposas que tuvieron como familia un destino fatal. Nunca se supo por qué las Uranias en su migración para desovar (un viaje de miles de kilómetros) se adentraban en el océano Pacífico y allí, en mitad del océano iban cayendo, agotadas, hasta casi desaparecer.
La esquina de la calle Calatrava donde fui feliz.
Un encuentro con personas con las que hablas, a las que miras. Un encuentro largo. Un encuentro suave. Hay algo de lo que puedes hablar.
La tarde va cayendo. Camino por la calle Toledo, luego por la calle Colegiata, llego hasta la plaza de Tirso de Molina, la atravieso, me encuentro con la calle de los Cañizares, nunca había estado en esa calle pequeña con un fondo de iglesia, camino por ella, llego hasta la calle Atocha y giro a la izquierda para bajar por la calle Huertas. Me siento en un banco. Me fumo un cigarrillo. Entro en El Diario y empieza la noche con Andrés.
La mirada. La conversación. Hermosa y divertida. Como si nos hubiéramos visto ayer por última vez en esa situación (cuando hace quizá más de diez años que no se producía). Y las cervezas y la borrachera. Y la mirada de Andrés.
En mitad de la madrugada sin apenas ver donde apoyo el bastón, dando eses en la plaza del Ángel (hay un ángel guardián de los borrachines) hasta que caigo y salen volando mi cartera y mi bastón. Entre la nebulosa me ayudan cuatro jóvenes a levantarme. Atravieso, solitaria, la Plaza Mayor y por fin me veo en la cama. Todo me da vueltas, es cierto, y me siento, mientras me duermo, sereno.
Diario
Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 25/04/2009 a las 14:45 |

San Agustín en su tratado sobre la música le pregunta a su discípulo, ¿Qué es la música? Y el discípulo le contesta, No me atrevo a responder.
En la Tablilla VIII del Poema de Gilgamesh, el héroe, al perder a su amigo Enkidu quiere ofrecerle una flauta coralina mientras se lamenta de que su amigo ya no le pueda oír.
¡Amigo mío, mulo errante,
onagro montaraz, pantera de la estepa;
Enkidu, amigo mío, mulo errante,
onagro montaraz, pantera de la estepa!
¡Fuimos a una y escalamos [la montaña];
capturamos el Toro del Cielo [y lo matamos];
abatimos a Humbaba,
[que vivía] en el Bosque de los Cedros!
Y ahora, ¿qué sueño te ha arrebatado
para que en ti te hayas perdido
y ya no me oigas?
Libro tibetano de los muertos: en el momento de la muerte, cuando todavía la conciencia del fallecido deambula por el canal central del sistema nervioso, se deberá repetir una oración al recaudo de su oído con la finalidad de implantarla en su mente.
Según Ramón Andrés en su libro El Mundo en el Oído, editado por Acantilado, el que conocemos como Libro Tibetano de los Muertos, cuya denominación le fue dada por su primer editor W.Y. Evans-Wentz en 1927, tiene, sin embargo, un título original muy revelador: Bardo Todol (bar.do' i.thos.grol), esto es, Liberación por audición en el estado intermedio
El sonido es un espacio. La música propone un orden a ese espacio.
En la Tablilla VIII del Poema de Gilgamesh, el héroe, al perder a su amigo Enkidu quiere ofrecerle una flauta coralina mientras se lamenta de que su amigo ya no le pueda oír.
¡Amigo mío, mulo errante,
onagro montaraz, pantera de la estepa;
Enkidu, amigo mío, mulo errante,
onagro montaraz, pantera de la estepa!
¡Fuimos a una y escalamos [la montaña];
capturamos el Toro del Cielo [y lo matamos];
abatimos a Humbaba,
[que vivía] en el Bosque de los Cedros!
Y ahora, ¿qué sueño te ha arrebatado
para que en ti te hayas perdido
y ya no me oigas?
Libro tibetano de los muertos: en el momento de la muerte, cuando todavía la conciencia del fallecido deambula por el canal central del sistema nervioso, se deberá repetir una oración al recaudo de su oído con la finalidad de implantarla en su mente.
Según Ramón Andrés en su libro El Mundo en el Oído, editado por Acantilado, el que conocemos como Libro Tibetano de los Muertos, cuya denominación le fue dada por su primer editor W.Y. Evans-Wentz en 1927, tiene, sin embargo, un título original muy revelador: Bardo Todol (bar.do' i.thos.grol), esto es, Liberación por audición en el estado intermedio
El sonido es un espacio. La música propone un orden a ese espacio.
Ensayo
Tags : Sobre la música Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 23/04/2009 a las 09:39 |
La tarde tiene el aliento del otoño. El viento se ha ido yendo y ha quedado, suspendido sobre el lago, el rizo último del viento aquel. Los hojas de los árboles brillan, con la quietud de un color amarillo que va a dejar de ser, tan sólo por uno de sus lados; en el otro las hojas son verdes y oscuras. El lago sin embargo mantiene sus aguas doradas. Apenas las ondas alteran la gama. Ni un pez, ni un insecto. Todo está quieto en el lago. Nada se escucha en el lago. Sí a su alrededor, en la tierra, una carrera, un suspiro, un canto. Entre montañas, muy encerrado, se admira el lago Hoo-Shon en sus aguas doradas.
Cuento
Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 21/04/2009 a las 22:13 |

Leonardo da Vinci, El Corazón.
Ayer me levanté tarde (pensé, Tengo que volver a escribir ensayitos sobre los temas más dispares en la página, demasiado diario. Luego me dice otra conciencia, Escribe lo que tengas que escribir, esa es tu libertad y la de los lectores será seguir leyéndote o dejarte una temporada). La noche anterior Pedro y yo estuvimos de conversa hasta altas horas de la madrugada. Violeta dormía en casa de su prima Paula. La vida en Madrid seguía siendo amable. Hacia las dos me fui a comer a casa de mi madre.
Estuvimos Violeta y yo en el cine Capitol, en la calle Gran Vía y luego vinimos caminando hasta la calle Mayor, nuestra nueva casa. Ella estuvo a gusto. Quizá fue en ese momento, cuando la veía meterse en su cama, arroparse y quedar dormida cuando me vino a la cabeza la pregunta y su respuesta. Pero fue muy rápido, no permaneció ninguna en mi cabeza. Seguí con la rutina del día. Dormí a pierna suelta hasta la mañana del domingo sin que ni la pregunta ni la respuesta acudieran de nuevo a mí, sin recordarlas siquiera. Nos vino a buscar Tito y nos fuimos con él, Pilar y Candela a pasear por la plaza de Oriente y luego tomamos un aperitivo por las viejas calles de la ciudad y comimos en su casa y Violeta hizo sus ejercicios y luego la llevé a casa de su madre en el coche. Entonces quedé con un amigo al que no veía hace mucho tiempo y hablamos y mientras hablábamos la pregunta y su respuesta de la noche anterior volvieron a acudir pero esta vez de una forma clara y persistente.
Yo podía hablar de otras cosas y fue de hecho lo que hice pero mi cabeza y mi hígado estaban en otro sitio, estaban en esa pregunta y en esa respuesta que eran, ambas, concisas y verdaderas sólo que me producían -por esas mismas cualidades- un grado de perplejidad increíble como si me hubiera despertado de un sueño muy real, como si las razones de los seres humanos me hubieran cogido siendo mapache y una vez vuelto a mi condición humana se me hubiera esclarecido -y de ahí la perplejidad- una cuestión a la que paradójicamente yo daba la respuesta correcta con argumentos equivocados (incluso contrarios a la propia respuesta).
Me acosté la noche del domingo con esa desazón en el alma. Con la sensación de ser un ingenuo. Y así el fin de semana me trajo las evidencias de que tengo una relación preciosa con mi hija y de que soy, en el buen sentido de la palabra, un hombre bueno.
Estuvimos Violeta y yo en el cine Capitol, en la calle Gran Vía y luego vinimos caminando hasta la calle Mayor, nuestra nueva casa. Ella estuvo a gusto. Quizá fue en ese momento, cuando la veía meterse en su cama, arroparse y quedar dormida cuando me vino a la cabeza la pregunta y su respuesta. Pero fue muy rápido, no permaneció ninguna en mi cabeza. Seguí con la rutina del día. Dormí a pierna suelta hasta la mañana del domingo sin que ni la pregunta ni la respuesta acudieran de nuevo a mí, sin recordarlas siquiera. Nos vino a buscar Tito y nos fuimos con él, Pilar y Candela a pasear por la plaza de Oriente y luego tomamos un aperitivo por las viejas calles de la ciudad y comimos en su casa y Violeta hizo sus ejercicios y luego la llevé a casa de su madre en el coche. Entonces quedé con un amigo al que no veía hace mucho tiempo y hablamos y mientras hablábamos la pregunta y su respuesta de la noche anterior volvieron a acudir pero esta vez de una forma clara y persistente.
Yo podía hablar de otras cosas y fue de hecho lo que hice pero mi cabeza y mi hígado estaban en otro sitio, estaban en esa pregunta y en esa respuesta que eran, ambas, concisas y verdaderas sólo que me producían -por esas mismas cualidades- un grado de perplejidad increíble como si me hubiera despertado de un sueño muy real, como si las razones de los seres humanos me hubieran cogido siendo mapache y una vez vuelto a mi condición humana se me hubiera esclarecido -y de ahí la perplejidad- una cuestión a la que paradójicamente yo daba la respuesta correcta con argumentos equivocados (incluso contrarios a la propia respuesta).
Me acosté la noche del domingo con esa desazón en el alma. Con la sensación de ser un ingenuo. Y así el fin de semana me trajo las evidencias de que tengo una relación preciosa con mi hija y de que soy, en el buen sentido de la palabra, un hombre bueno.
Diario
Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 19/04/2009 a las 12:27 |
Ventanas
Seriales
Archivo 2009
Escritos de Isaac Alexander
Fantasmagorías
Meditación sobre las formas de interpretar
¿De Isaac Alexander?
Libro de las soledades
Cuentecillos
Colección
Apuntes
Archivo 2008
La Solución
Aforismos
Haiku
Recuerdos
Reflexiones para antes de morir
Reflexiones que Olmo Z. le escribe a su mujer en plena crisis
Olmo Dos Mil Veintidós
Sobre las creencias
Jardines en el bolsillo
Listas
El mes de noviembre
Olmo Z. ¿2024?
Saturnales
Agosto 2013
Citas del mes de mayo
Sincerada
Reflexiones
Marea
Mosquita muerta
El viaje
Sobre la verdad
Sinonimias
El Brillante
No fabularé
Perdido en la mudanza (lost in translation?)
Desenlace
El espejo
Velocidad de escape
Derivas
Carta a una desconocida
Sobre la música
Biopolítica
Asturias
La mujer de las areolas doradas
La Clerc
Las manos
Tasador de bibliotecas
Ensayo sobre La Conspiración
Las homilías de un orate bancario
Las putas de Storyville
Archives
Últimas Entradas
Enlaces
© 2008, 2009, 2010, 2011, 2012, 2013, 2014, 2015, 2016, 2017, 2018, 2019, 2020, 2021, 2022, 2023, 2024 y 2025 de Fernando García-Loygorri, salvo las citas, que son propiedad de sus autores
Poesía
Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 26/04/2009 a las 17:15 |