Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Porque nací en las grandes ciudades de occidente
mi corazón vuela hacia la tribu
Porque nací en el gran mundo que es el mundo
y donde mires y donde vayas el grupo
Esa mujer que se abraza a ese hombre
ese compañero que ayuda a su compañero
ese hermano, ¡ay, ese hermano! que consuela
en la noche tibia de un septiembre que ya empieza a agostar
Porque nací entre los hombres
mes semblables, mes fréres
agradezco el saludo del muchacho joven que camina todas las tardes con su perra
agradezco el saludo del hombre que monta a un caballo cuyo nombre es Turan
agradezco la conversación tras el trabajo
la risa con alguien que empieza a sufrir los rigores de la edad
Esta tribu que es el mundo
Esta tribu llena de colores y perfumes
Esta tribu que gira vertiginosamente alrededor de una estrella que muy pronto morirá
Esta tribu soñolienta que abona la tierra
cuyas ceniza se ventean al aire
Esta tribu que hace la vendimia y hornea el pan
y se besa bajo la tenue luz del lucero del alba
Esta tribu inmensa y laboriosa
Esta tribu que gira y gira y gira
en el espacio universal donde el ciclo habrá de renovarse una vez más
Esta tribu de artesanos, esta tribu de paisanos, esta tribu de bailarines, esta tribu de hechiceros, esta tribu de sacerdotes, esta tribu de placeres, esta tribu de vagabundos
Yo miro y me ahogo entre la multitud
y los ropajes y los tocados y las sandalias y las espuelas y los almedros y las encinas y las torres y lo campanarios y la mangosta y el astrolabio y el ladrido y el barrito y la laguna y la hechicera y la estación y la campana y el hogar y la azada y la mañana y el último día
Esta tribu
Estos perros que acompañan y sueñan una pelota que vuela y que rueda y que rueda y que vuela
Y los gatos con su afán de cura
Y los pájaros que alientan el aire con sus trinos
Y los peces que nos hacen soñar
Esta tribu de seres vivos en un planeta vivo que apenas importa lo que un segundo
Tribu de vida en este planeta de vida
Solitarios desde hace miles de años
Enclaustrados en este tierra mínima en un espacio ilimitado
es una tierra infinita llena de seres laboriosos que luchan tan sólo por vivir un rato más
Montañas y valles
ríos y regatos
ciénagas y lagos
mares y océanos
flores y hierbas
retratos y hartazgos
como una inmensa rueda cósmica
sometidos a nuestra particular forma de representarnos el mundo
Tribu en el planeta de vida
Tribu en el planeta de muerte
adornado con el sombrero blanco de luna
arropado por el manto oscuro jalonado de lucecitas de estrellas
Tribu solemne
Tribu ancestral
Tribu
mi amada gente

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 17/03/2016 a las 23:51 | Comentarios {0}


Tras la lectura de Ébano de Ryszard Kapuszinscki me queda la sensación de haber asistido durante trescientas y tantas páginas a un espectáculo bellísimo de la crueldad y más bello aún porque no hay juicio de valor del autor sobre esa crueldad que describe con una maestría que me confirma de nuevo -y una vez más- en que una imagen NO, NO y NO vale más que mil palabras (o no necesariamente). De su mano y de su pluma he recorrido el continente africano tanto en su historia (breve, África en sí, es un continente sin historia) como en su geografía y he sentido constantemente un calor asfixiante, unos olores intensísimos, el color amarillo roto de repente por un verde colosal, la indolencia del hambre, el dolor de la sed, la locura de la malaria, la importancia del clan, la dependencia de la sombra (todo en el hombre es sombra. Siempre seremos sombra. No vemos más que sombras. Nuestros sentimientos son sombras de nuestro sentir. Sombra en los corazones. Sombras en las palabras. Sombra hueca muchas veces, tantas veces. Sombra densa que casi se convierte en materialidad. Sombra que quizá se desvanece si somos capaces de escuchar el corazón de las tinieblas, nuestro propio corazón), la sombra de un mango sin la cual una tribu desaparecería, sólo una tribu sobrevive si tiene cerca la sombra de un árbol. Esa crueldad digo, esa crueldad sin adjetivos, esa crueldad a la que asistimos cada día y cuya culpa limpiamos ahora en los confesionarios de las redes sociales, como si tuviéramos culpa,  (jamás sirvieron para nada los confesionarios). Ideas preconcebidas del occidente. He descubierto con este autor polaco, maravilloso en su economía de medios a la hora de contar, que hay algunos pueblos del mundo que no saben lo que es el pecado, para los cuales el pecado es algo inconcebible y por eso las iglesias cristianas o musulmanas se las ven y se las desean para poder introducirse en sus mentes que ya están hechas que no son tan maleables como las de los niños, ¡ay, los niños! Y yo vivo aquí en este mundo occidental cuya crueldad, cuya castración, cuya ablación mental genera en nosotros la culpa, la culpa que no existe como no existe lo Perfecto, lo Ideal, lo Sublime, lo Bello, lo Pecaminoso, lo Infernal. Sólo existen dos conceptos para intuir el mundo en el que vivimos: crueldad e inocencia. Y esto dicho desde mi propia sombra, mi densa sombra a la que a veces miro de frente, de la que a veces huyo sin recordar que la sombra siempre te persigue y ¡ay del día en el que la sombra ya no te persiga! Mi propia sombra. Sombra amparo. Sombra refugio. Sombra canto. Sombra ignorancia. Sombra fe. 

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 13/03/2016 a las 23:10 | Comentarios {0}


Pezón gris
Pluma de bucanero
Almohadón del rey
Gota en un limonero
Disolución ácuea
Milagro en los dedos
Clasificación mediana del enamorado
Altura de miras
Solaz e invierno
Maravilla de ojos
Densa insatisfacción en la página de contactos
La suma de todos los momentos
Volver, volver, volver
En sueños
Las manos frías alrededor del cuenco
Una ocasión perdida
Diálogo frente al público en el que se reconoce el miedo
Nunca más
Siempre
Sentada frente a la pantalla eligiendo el vestido
La lluvia que caía con cadencia de beso
La última oportunidad
Terraza. Montaña. Nevero.
Tierra removida por pezuña de jabalí
Cenicero, puñal y cruz de nuevo
El tiempo flota
La ardiente tierra del desierto
Desierto
Desierto
Sirenita 7
Estupenda 52
Lola 54
Rachel
Ojosgrises
Paraíso
Wesana se ha interesado
Las manos siempre frías
Los bolígrafos dispuestos
El teléfono mudo
Nena envía un flechazo
y Pepa y Anisia
Negra la mañana
Mañana tarde
En Orleans también ocurre
Una discusión
Otro nombre
Otro más
ha aparecido

Miscelánea

Tags : Listas Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 12/03/2016 a las 12:40 | Comentarios {0}


Texto enviado por Olmo Z. desde su internamiento en el manicomio de Acra


He pensado. No te lo creerás pero aún soy capaz de pensar y de pensar en ti como pensaba en los días de hace dos veranos cuando navegabas por Australia ¿era por Australia? y aún no tenías miedo de mí. Porque hay algo de verdad en eso que algunos dicen: lo contrario del amor no es el odio sino el miedo. No te puedes imaginar lo que cuesta pensar en el infierno. No sería capaz de transmitirte el horrible horno en el que vivo, yo que soy oriundo de Tirana (cuánto me recuerda ese nombre a ti), centroeuropeo, acostumbrado al frío, amado por él; aquí en Acra tan sólo al alba -el momento más hermoso de África- el mundo parece la tierra y no el infierno y es en ese momento tan breve cuando una leve brisa parece prometer un día en el que el cuerpo no se diluya en líquido, cuando he ensoñado el ensueño de un loco: ¿Sabes? -me decía el enfermero, el que me mantiene atado por las noches con una camisa de fuerza y me escupe a veces por ser blanco- Mañana viernes 11 de marzo de 2016 entre las siete y media y las ocho y media de la tarde va a venir la que fue tu mujer a visitarte. Te vamos a lavar. Te vamos a afeitar y te vamos a dejar una ropa limpia. Os dejaremos solos hasta las diez y media y luego ella tendrá que irse y a ti te volveré a atar. ¡Oh, no sabes cómo han caído esas palabras en mi ánimo! ¡No sabes cómo te he revivido! ¡No sabes cuánto te he agradecido que por fin rompieras tu silencio y vinieras a mí, hasta este lugar perdido para siempre, sin encanto ninguno, a merced de la enemistad por razones de raza! El alba ha pasado y ha comenzado el suplicio del sol y he gozado los siguientes espejismos:
1.-  Suena un timbre que es el timbre del portal y tú disimulas la voz para que te abra sin que sepa que eres tú pero yo lo sé y aún así juego a no saberlo.
2.- Yo mantengo mi ojo izquierdo pegado a la mirilla de la puerta de mi casa y te veo aparecer en el último tramo de las escaleras. Caminas despacio y con la cabeza alta.
3.- Te ofrezco un té y tu dices, Con hierbabuena.
4.- Un detalle de tu muñeca.
5.- Tomas la taza de té con las dos manos y antes de probarlo dices, ¡Qué bien huele!
6.- Te ríes
7.- Estamos los dos frente al ventanal y miramos en silencio el principio de la noche. Tú dices, Alguna vez fuimos... estuvimos a gusto juntos.
8.- No me atrevo a cogerte la mano.
9.- Me coges la mano.
10.- Te quedas a dormir.
11.- Estás dormida.
Cada espejismo se dilata tanto en el calor tórrido de África que cuando estoy gozando el último -tú dormida- el enfermero ya me está atando con la camisa de fuerza y entonces me río y le digo, Idiota, mañana viene. Mañana va a venir y tomaremos un té con hierbabuena.

Narrativa

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 10/03/2016 a las 19:28 | Comentarios {0}


Será bienvenida la última flor del cerezo y postulará una forma antigua de entender el milagro
Va a recorrer -se lo ha prometido a sí mismo- el estrecho margen que existe entre la fe y la rata
sin desviarse un milímetro de su ancho (que según los iniciados abarca dos universos como el nuestro)
para llegar a la oración si es preciso o para caer de hinojos y adorar la tierra.
Hay en su frente un volcán al rojo
Hay en sus cejas la pilosidad hueca
Hay en sus ojos una marea verde
Hay en su nariz un aire de rocío
Hay en su boca un beso aprisionado
Hay en su barbilla la decisión inquebrantable de someterse a la luna y sus manchas
Por eso canta en la mañana y bebe a sorbos el polen de las flores y luego descansa la velocidad del mundo y quisiera creer del todo al Dalai-lama pero quisiera creerlo como cree en la escarcha el ibu africano a quien el sol abrasa
No importa, se dice, no importa de dónde proviene el cerezo, cuál fue su origen primero si un día al pasar junto a él siente el escalofrío de un tiempo que ya pasa, que ya se marchita
Hay en su cuello una rigidez tonante
Hay en su pecho un deje de nadador senior
Hay en su vientre el gusto por el esfuerzo
Hay en su espalda una soldadura de nácar
Hay en su sexo la plenitud del mundo
Hay en sus nalgas una profunda asimetría
Y aún así se mantendrá dentro del margen entre la fe y la rata
escuchará con respeto la palabras del arzobispo sobre el sentido del milagro
mirará a la muchacha vestida de soldado
y evitará las grandes autopistas para esquivar a los gatos
Hay en sus muslos la hipersensibilidad de la risa
Hay en sus rodillas la tozudez del yunque
Hay en sus pantorrillas un disimulo veloz como el del lince
Hay en su pie izquierdo el recuerdo del andamio
Hay en su pie derecho la fineza de la mano enguantada en un guante de ganchillo
Porque ha temblado, se somete
Porque sabe que llegará hasta el final, tórnase humilde
Al fondo es observado por un paraguas, veintiún alicates y tres mil cisnes

Narrativa

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 06/03/2016 a las 13:43 | Comentarios {0}


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