No quisiera describir la llanura como un espacio donde no existan colinas, ni quisiera alardear de novísimo urdiendo una nueva llanura algo así como la ausencia de olor a rocío o la distorsión de mancha auricular; no, estoy sentado cuando empieza la madrugada y se ha ido alejando como un torrente el ajetreo del día; no, estoy mirando a mi alrededor buscando una guía que me lleve por esa llanura que no quiere ser descrita como clásica ni quiere tampoco sonar a nueva. Una simple llanura con sus matices de color y los minerales de su tierra (aunque pudiera ser la llanura de una mar dormida, sin corrientes claras, sin olas apenas como en ocasiones ocurría -cuando lo veía- en el mare nostrum) y sus animales diurnos y los que aman o necesitan la noche; una llanura que imagino quieta, una llanura que imagino sin viento porque el viento en la llanura la altera hasta el grado de convertirla en tempestuosa y nada que pueda calificarse así puede conllevar la esencia última -o primera- de la llanura. Admito que en ellas se produjeron las mejores batallas, admitidme entonces que en el momento en que en la llanura se baten las armas se convierte en campo de batalla y el término llanura queda lejos como acobardado ante tanta sangre y tanto hierro; admitidme que una llanura ha de ser solitaria y tener algo así como el aire de un fantasma sin nadie a quien asustar; admitidme, os lo ruego, que la llanura tiene algo de novia antigua cuando se ha quedado un instante sola frente al espejo, su madre ha ido a atender algo en la cocina, la hermana está en el baño, la abuela reza y ella se mira, se baja el velo y espera con espera lo que llegará luego; no quiero alabar en exceso la llanura, ni sé porque escucho su sonido como si fuera sólo uno en todas las llanuras del mundo, de hecho pienso ahora en la orografía de una sola de ellas y me cuesta verla, escucharla, sentirla y aún así, en esta noche, uniformizo el sonido de todas ellas en uno solo que sería la atmósfera rasgada por la gota que acaba de desprenderse del alto talle del cardo; en ese sonido infinitesimal, en esa cadencia inaudible, en ese matiz para sabios, en esa caída rápida, se resume en esta noche el sonar de la llanura que imagino, a la que no quiero atribuirle ningún atributo nuevo, a la que no quiero designarle símbolo alguno, a la que no quiero comparar con el vientre sin ombligo de una hembra de otro planeta.
Ahora que fumo y la inspiración se va yendo entiendo la llanura como una suerte de fin sin emociones, sin altibajos, sin pureza; ahora que escucho la puerta de la entrada al recinto donde vivo, se aleja la llanura y más aún cuando unas risas se unen a una música lejana; pasa un coche; la brisa ha movido las hojas ligeras del arce japonés y la llanura se diluye y al diluirse se eleva hasta convertirse en salina.
Ahora que fumo y la inspiración se va yendo entiendo la llanura como una suerte de fin sin emociones, sin altibajos, sin pureza; ahora que escucho la puerta de la entrada al recinto donde vivo, se aleja la llanura y más aún cuando unas risas se unen a una música lejana; pasa un coche; la brisa ha movido las hojas ligeras del arce japonés y la llanura se diluye y al diluirse se eleva hasta convertirse en salina.
Enviado por Isaac Alexander en pleno subidón
Mientras estaba aceptando unas setas alucinógenas, se iniciaba la coronación del nuevo rey de la Cloaca España; ¿cuál es el rey de la cloaca? Imagino que si mantenemos la fe en las leyendas, será el caimán. Quise al principio mientras la fiesta de la noche se alargaba en el día y lo goces terrenales no terminaban de agotarnos, tomármelo todo a chirigota y así cuando el viejo y rijoso rey entregaba el fajín de capitán general de los Ejércitos (con mayúscula, sí con mayúscula) al también rey y además hijo y además envarado y además descendiente de pésima dinastía, sentí digo que la risa se me helaba en los labios y surgía una mezcla de grima con rabia y no tanto por lo que estaba viendo sino por cómo me lo estaban contando y así, imbuido por una necesidad de afirmación, me dispuse a escuchar y ver el largo y pomposo día que se estaba produciendo en la ciudad de Madrid al tiempo que los efectos de las setas se iban afianzando en mi cerebro.
La manipulación de los cerebros -hasta el momento- se basa en la repetición de una idea básica. Repetir. Repetir. Repetir. Pepetir. Mimitir. Osicrón. Gracuosoma. Berbiquí. En todas partes se repetía incensantemente las virtudes de este señor y de entre todas ellas relucía como mantra espectral eso de la preparación, Preparado, Preparado, Preparado, Preparado, Preparado, Preparado para ser rey, preparado porque ha sido preparado, menudos preparadores para el nuevo preparado, preparado en universidades, preparado en goletas, preparado en refinerías, preparado en discursos, preparado en obstetricia, preparado en marismas, preparado en alturas, preparado en veleros, preparado en bilbilitanos, preparado en curas de urgencia, preparado, preparado, qué bien, cómo está de preparado, de preparado, de preparado, de preparado. Pre-Parado (eso nunca lo estará). Las setas, esto son las setas.
Los gestos, también los gestos, ¡ay los gestos! de la abuela que es reina aunque la reina ahora ya no sea ella sino una señora de Oviedo a quienes los pijos detestan porque no tiene lo que hay que tener que es esa cosa ancestral y miserable de la alcurnia que se ha logrado única y exclusivamente en base a la explotación (y apropiación) de seres humanos, animales, minerales -incluso simples rocas- y vegetales; pero hablaba de la abuela que le hacía ver a la nieta que será princesa y luego ella también reina si las cosas siguen como siguen, le hacía ver que las piernas las tenía que tener juntas todo el rato aunque la niña tenga ocho años, las piernas juntas, bien juntas las piernas, las piernas, las piernas, preparado, ar (esto también son las setas). Y la que ahora es reina pero que antes había sido una señora de Oviedo aunque Oviedo es mucho Oviedo, Oviedo es la cuna de España, de lo que hoy es España, de los reinos astures, por Dios, por la Patria y por el puto Rey, salve Claudio Sánchez Albornoz, se ocupaba mucho de cuidar, de dar cariño a todos, ¡oh, madre nutricia! ¡oh, esposa amantísima que acaricias el rostro del macho que va camino de aceptar la más alta dignidad del Estado (con mayúscula, también con mayúscula) porque él, él, él necesita el apoyo de la mano femenina, la guardiana de las esencias más femeniles porque como máxima mujer de España ha de ser la máxima mujer de las mujeres que sabe cuidar de su familia y animar y reconciliar y hacer ver junto con la abuela que ya no es reina pero es majestad que las piernas juntas, juntas, juntas, las piernas juntas, muy juntas, ar, ar, ardo en deseos de cagarme en la puta madre que parió al Trono. Y luego, durante el discurso de coronación, ¡madre de todas las debacles! qué juntas tienen las piernas todas las mujeres de la realeza, ellas que las abren para que entren los miembros reales de sus machos y creen progenies que entren y se abran y pueblen y desgarren y se preparen, se preparen, se preparen, qué bien se preparan, para seguir haciendo discursos solemnes ante gentes tan solemnes, tan, tan solemnes.
Y en el balcón de los reyes, en el macizo Palacio Real de la ciudad de Madrid, el pueblo imbécil, el pueblo manipulado, el pueblo de las grandes ocasiones, el pueblo, el pueblo, no, no, ya no son pueblo, ahora son ciudadanos ¿y los campesinos? ¿no han acudido campesinos a ver la coronación del próximo paniaguado Borbón?, enarbola banderitas que han regalado las voluntarias del ayuntamiento de Madrid y sale la familia real, la real familia sale al balcón y se abrazan todos y también, pero sólo un momentito, para no molestar, sale el viejo rey rijoso, y su esposa -con más cuernos que cabellos- se acerca a él y le besa porque ella también fue madre ejemplar y esposa amantísima y todos se besan y a las pequeñas niñas les ponen escabel para que pueden sobresalir de la balaustrada de noble granito y los nuevos reyes junto a los viejos reyes saludan y sonríen y la máxima mujer de todas las mujeres de España, la mujer fértil esposa del nuevo rey, le besa cástamente en la mejilla mientras él erguido y reinal recibe el beso... y yo siento en ese momento que he de volver a la vida, a la vida real y le pido a la real hembra que tengo a mi lado si me otorga el placer y la dignidad de comerle el coño y le hago una comida de coño de las que hacen época y ella gime como una perra mientras me agarra la polla y los nuevos reyes se adentran en la oscuridad del salón palaciego.
La manipulación de los cerebros -hasta el momento- se basa en la repetición de una idea básica. Repetir. Repetir. Repetir. Pepetir. Mimitir. Osicrón. Gracuosoma. Berbiquí. En todas partes se repetía incensantemente las virtudes de este señor y de entre todas ellas relucía como mantra espectral eso de la preparación, Preparado, Preparado, Preparado, Preparado, Preparado, Preparado para ser rey, preparado porque ha sido preparado, menudos preparadores para el nuevo preparado, preparado en universidades, preparado en goletas, preparado en refinerías, preparado en discursos, preparado en obstetricia, preparado en marismas, preparado en alturas, preparado en veleros, preparado en bilbilitanos, preparado en curas de urgencia, preparado, preparado, qué bien, cómo está de preparado, de preparado, de preparado, de preparado. Pre-Parado (eso nunca lo estará). Las setas, esto son las setas.
Los gestos, también los gestos, ¡ay los gestos! de la abuela que es reina aunque la reina ahora ya no sea ella sino una señora de Oviedo a quienes los pijos detestan porque no tiene lo que hay que tener que es esa cosa ancestral y miserable de la alcurnia que se ha logrado única y exclusivamente en base a la explotación (y apropiación) de seres humanos, animales, minerales -incluso simples rocas- y vegetales; pero hablaba de la abuela que le hacía ver a la nieta que será princesa y luego ella también reina si las cosas siguen como siguen, le hacía ver que las piernas las tenía que tener juntas todo el rato aunque la niña tenga ocho años, las piernas juntas, bien juntas las piernas, las piernas, las piernas, preparado, ar (esto también son las setas). Y la que ahora es reina pero que antes había sido una señora de Oviedo aunque Oviedo es mucho Oviedo, Oviedo es la cuna de España, de lo que hoy es España, de los reinos astures, por Dios, por la Patria y por el puto Rey, salve Claudio Sánchez Albornoz, se ocupaba mucho de cuidar, de dar cariño a todos, ¡oh, madre nutricia! ¡oh, esposa amantísima que acaricias el rostro del macho que va camino de aceptar la más alta dignidad del Estado (con mayúscula, también con mayúscula) porque él, él, él necesita el apoyo de la mano femenina, la guardiana de las esencias más femeniles porque como máxima mujer de España ha de ser la máxima mujer de las mujeres que sabe cuidar de su familia y animar y reconciliar y hacer ver junto con la abuela que ya no es reina pero es majestad que las piernas juntas, juntas, juntas, las piernas juntas, muy juntas, ar, ar, ardo en deseos de cagarme en la puta madre que parió al Trono. Y luego, durante el discurso de coronación, ¡madre de todas las debacles! qué juntas tienen las piernas todas las mujeres de la realeza, ellas que las abren para que entren los miembros reales de sus machos y creen progenies que entren y se abran y pueblen y desgarren y se preparen, se preparen, se preparen, qué bien se preparan, para seguir haciendo discursos solemnes ante gentes tan solemnes, tan, tan solemnes.
Y en el balcón de los reyes, en el macizo Palacio Real de la ciudad de Madrid, el pueblo imbécil, el pueblo manipulado, el pueblo de las grandes ocasiones, el pueblo, el pueblo, no, no, ya no son pueblo, ahora son ciudadanos ¿y los campesinos? ¿no han acudido campesinos a ver la coronación del próximo paniaguado Borbón?, enarbola banderitas que han regalado las voluntarias del ayuntamiento de Madrid y sale la familia real, la real familia sale al balcón y se abrazan todos y también, pero sólo un momentito, para no molestar, sale el viejo rey rijoso, y su esposa -con más cuernos que cabellos- se acerca a él y le besa porque ella también fue madre ejemplar y esposa amantísima y todos se besan y a las pequeñas niñas les ponen escabel para que pueden sobresalir de la balaustrada de noble granito y los nuevos reyes junto a los viejos reyes saludan y sonríen y la máxima mujer de todas las mujeres de España, la mujer fértil esposa del nuevo rey, le besa cástamente en la mejilla mientras él erguido y reinal recibe el beso... y yo siento en ese momento que he de volver a la vida, a la vida real y le pido a la real hembra que tengo a mi lado si me otorga el placer y la dignidad de comerle el coño y le hago una comida de coño de las que hacen época y ella gime como una perra mientras me agarra la polla y los nuevos reyes se adentran en la oscuridad del salón palaciego.
Ensayo
Tags : ¿De Isaac Alexander? Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 20/06/2014 a las 17:22 | {0}Y si justo en ese momento, justo cuando acababa de pasar, el coche derrapó... o el niño, a mis espaldas, fue a clavarme el tenedor en el culo pero yo me giré para ver una nueva edición de las memorias de Giacomo Cassanova y el tenedor se clavó, pobrecito, en el aire... o en esa inspiración, justo en esa, en el que el músculo elevador de la costilla que nace en la apófisis trasversa de C7 se iba a destensar si el esfuerzo de la inspiración era igual o superior a los treinta y cuatro anteriores y sin embargo en esa inspiración, justo en esa, el deportista se detiene, el músculo elevador se relaja y no produce el dolor que parece significar la muerte... o doblar la esquina y no ver al asesino... o tropezarse y evitar el cristal... o dormirse cuando el horror estaba en la imaginación despierta... justo fue el momento en el que ella me llamó para decirme algo relativo a una cita con amigos y yo me giré y asentí y salí a la calle y a diez metros de mí, en mi trayectoría, cayó un enorme pedazo de cornisa... esos diez segundos justos. Y si fue por una miajita más de pasión, sólo un poquitito de cariñín, de, de comprensión... o si la visión ya era suficiente y al apartarla pasó lo que había estado esperando...
Extracto del capítulo III Magia Simpatética de La Rama Dorada de James Georges Frazer. Editado por Fondo de Cultura Económica. Edición de 2001. Traducción de Elisabeth y Tadeo I. Campuzano
[...]
Para asegurarse una larga vida, los chinos recurren a ciertos encantamientos complicados que concentran en sí mismos la esencia mágica que emana, según los principios homeopáticos, de los tiempos y las estaciones, de las personas y las cosas. Los vehículos empleados para transmitir estas influencias felices no son otros que las ropas de amortajar. De ellas se proveen en vida muchos chinos, y la mayoría de las gentes las hacen cortar y coser por muchachas solteras o mujeres muy jóvenes, calculando sabiamente que, como probablemente tales personas vivirán todavía muchos años, una parte de su capacidad para vivir mucho pasará seguramente a la tela y así retardarán por largo tiempo el momento en que deban de tener su uso apropiado. Además las prendas se coserán con preferencia en un año que tenga un mes intercalar, pues la mentalidad china cree sinceramente que las telas de amortajar hechas en un año excepcionalmente largo poseen la capacidad de prolongar la vida de un modo excepcional. Entre las vestiduras, en una de ellas en particular, derrochan cuidados especiales para imbuirle esta cualidad inestimable. Se trata de una gran túnica de seda de color azul obscuro con la palabra "longevidad" bordada sobre toda ella con hilo de oro. Regalar a un padre anciano uno de estos esplendidos y costosos ropajes, conocidos como vestidos de longevidad es estimados por los chinos como un acto de piedad filial y una delicada atención. Como con esta vestidura el propósito es prolongar la vida de su propietario, éste la lleva con frecuencia, especialmente en las fiestas, con objeto de facilitar l influencia de longevidad creada por lñas numerosas letras de oro con las que está adornada, y de que obre con toda su fuerza sobre su propia persona. El día de su cumpleaños, sobre todo, difícilmente dejarán de ponerse esta prenda, pues el sentido común en China atribuye un gran almacenamiento de energía vital al día de cumpleaños, el que se gastará en forma de salud y vigor durante el resto del año. Ataviado con su suntuosa mortaja y absorbiendo su bendita influencia por todos los poros del cuerpo, su feliz propietario recibe complacido las felicitaciones de amigos y parientes que calurosamente le expresan su admiración por el magnífico atavío y por la piedad filial que incitóa a los hijos a regalar tan bellísimo y útil presente al autor de sus días.
[...]
Para asegurarse una larga vida, los chinos recurren a ciertos encantamientos complicados que concentran en sí mismos la esencia mágica que emana, según los principios homeopáticos, de los tiempos y las estaciones, de las personas y las cosas. Los vehículos empleados para transmitir estas influencias felices no son otros que las ropas de amortajar. De ellas se proveen en vida muchos chinos, y la mayoría de las gentes las hacen cortar y coser por muchachas solteras o mujeres muy jóvenes, calculando sabiamente que, como probablemente tales personas vivirán todavía muchos años, una parte de su capacidad para vivir mucho pasará seguramente a la tela y así retardarán por largo tiempo el momento en que deban de tener su uso apropiado. Además las prendas se coserán con preferencia en un año que tenga un mes intercalar, pues la mentalidad china cree sinceramente que las telas de amortajar hechas en un año excepcionalmente largo poseen la capacidad de prolongar la vida de un modo excepcional. Entre las vestiduras, en una de ellas en particular, derrochan cuidados especiales para imbuirle esta cualidad inestimable. Se trata de una gran túnica de seda de color azul obscuro con la palabra "longevidad" bordada sobre toda ella con hilo de oro. Regalar a un padre anciano uno de estos esplendidos y costosos ropajes, conocidos como vestidos de longevidad es estimados por los chinos como un acto de piedad filial y una delicada atención. Como con esta vestidura el propósito es prolongar la vida de su propietario, éste la lleva con frecuencia, especialmente en las fiestas, con objeto de facilitar l influencia de longevidad creada por lñas numerosas letras de oro con las que está adornada, y de que obre con toda su fuerza sobre su propia persona. El día de su cumpleaños, sobre todo, difícilmente dejarán de ponerse esta prenda, pues el sentido común en China atribuye un gran almacenamiento de energía vital al día de cumpleaños, el que se gastará en forma de salud y vigor durante el resto del año. Ataviado con su suntuosa mortaja y absorbiendo su bendita influencia por todos los poros del cuerpo, su feliz propietario recibe complacido las felicitaciones de amigos y parientes que calurosamente le expresan su admiración por el magnífico atavío y por la piedad filial que incitóa a los hijos a regalar tan bellísimo y útil presente al autor de sus días.
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A las ocho y media me levanta la luz.
¿Es ese sol a través de las rendijas de la persiana?
Al incorporarme me viene a la cabeza la palabra azalea.
A las nueve menos cuarto siento el peso y me sangra la herida (que no sé cómo me hice ni por qué sangra tanto). Aún así hago el café y luego intento limpiarme la herida, intento cortar la hemorragia y al final desisto. Pienso, Es un hilo de sangre de una herida que no sé cuándo ni por qué me hice.
A las nueve cago pero no leo. Fumo el cigarrillo y pienso.
A las nueve y veinte el perro me saca a pasear. Una señora, en lo alto de la calle, me dice, amable, Va dejando usted un reguerito de sangre. Yo la sonrío y me saltan dos lágrimas por el mismo ojo, el derecho.
A las diez me ducho con agua no muy caliente. Me lavo la cabeza con ganas como si el pelo brillante tuviera alguna connotación optimista. Me masturbo un rato pero no deseo así es que me detengo y miro el fondo de la bañera que se tiñe con la sangre de mi herida.
A las once menos cuarto siento un latigazo en la espalda.
A las once y media respiro hondo y con papel de cocina limpio el charco de sangre que se había ido creando en mi quietud. Ha quedado en mi costado derecho un resquicio de dolor.
A las doce he de conducir y disimular. Para ello me he puesto una compresa en la herida. La persona que me acompaña no nota nada. En todo caso va medio dormida y tiene en su rostro toda la vida. La dejo en su espacio. Me vuelvo y cuando estoy volviendo siento un borbotón en la herida como si se hubiera hecho grande de improviso y hubiera alcanzado la rotura una vena mayor. Huelo mi sangre cuando enfilo la autopista.
A las dos me quito la compresa empapada. Me limpio de nuevo. Sangro y sonrío. Me miro en el espejo, la palidez se hace eco de lo que está ocurriendo.
A las dos y siete me mareo. Me siento en el sofá. El perro me quiere sacar de nuevo. Yo intento pensar cuándo y cómo me hice esa herida y si fuera lo que fuese merecía desangrarme de esta manera. No logro recordar nada. A punto de desmayarme pienso, Sería en una pesadilla.
A las tres menos veinte me siento con fuerzas para que mi perro me saque. En la calle me caigo varias veces. El perro se acerca y me lame y me hace levantar. Conseguimos dar el paseo completo. Al llegar a casa me duermo sabiendo que tengo que despertar.
A las cuatro he de volver a conducir. La herida abierta no sangra tanto. Vuelvo a la ciudad. Asisto donde tenía que asistir. Solo. No veo a quien no quiero ver ni hablo con quien no quiero hablar. Me vuelvo y cuando estoy volviendo siento un borbotón en la herida como si se hubiera hecho grande de improviso y hubiera alcanzado la rotura una vena mayor. Huelo mi sangre cuando enfilo la autopista.
A las siete llego a mi casa. Mi perro mueve el rabo y se me sube. Yo voy directo al baño. Toda mi cintura. Toda mi cadera. Todo mi sexo. Todo mi culo.Todos mis muslos. Todas mis rodillas. Todas mis pantorrillas. Todos mis pies. Todo es sangre. La herida ahora es como un cráter. Haciendo un esfuerzo que es ajeno a mí. Fuera de mí, diría, me lavo. Me cambio de ropa. Me pongo otra compresa en el cráter y dejo que mi perro me saque a pasear. Entiende que me siente en el banco de la avenida y deja que me vaya quedando dormido... creo que ahora aúlla... o quizá sea la ambulancia... o soy yo que balbuceo... ¿qué?... ¿cuándo?
¿Es ese sol a través de las rendijas de la persiana?
Al incorporarme me viene a la cabeza la palabra azalea.
A las nueve menos cuarto siento el peso y me sangra la herida (que no sé cómo me hice ni por qué sangra tanto). Aún así hago el café y luego intento limpiarme la herida, intento cortar la hemorragia y al final desisto. Pienso, Es un hilo de sangre de una herida que no sé cuándo ni por qué me hice.
A las nueve cago pero no leo. Fumo el cigarrillo y pienso.
A las nueve y veinte el perro me saca a pasear. Una señora, en lo alto de la calle, me dice, amable, Va dejando usted un reguerito de sangre. Yo la sonrío y me saltan dos lágrimas por el mismo ojo, el derecho.
A las diez me ducho con agua no muy caliente. Me lavo la cabeza con ganas como si el pelo brillante tuviera alguna connotación optimista. Me masturbo un rato pero no deseo así es que me detengo y miro el fondo de la bañera que se tiñe con la sangre de mi herida.
A las once menos cuarto siento un latigazo en la espalda.
A las once y media respiro hondo y con papel de cocina limpio el charco de sangre que se había ido creando en mi quietud. Ha quedado en mi costado derecho un resquicio de dolor.
A las doce he de conducir y disimular. Para ello me he puesto una compresa en la herida. La persona que me acompaña no nota nada. En todo caso va medio dormida y tiene en su rostro toda la vida. La dejo en su espacio. Me vuelvo y cuando estoy volviendo siento un borbotón en la herida como si se hubiera hecho grande de improviso y hubiera alcanzado la rotura una vena mayor. Huelo mi sangre cuando enfilo la autopista.
A las dos me quito la compresa empapada. Me limpio de nuevo. Sangro y sonrío. Me miro en el espejo, la palidez se hace eco de lo que está ocurriendo.
A las dos y siete me mareo. Me siento en el sofá. El perro me quiere sacar de nuevo. Yo intento pensar cuándo y cómo me hice esa herida y si fuera lo que fuese merecía desangrarme de esta manera. No logro recordar nada. A punto de desmayarme pienso, Sería en una pesadilla.
A las tres menos veinte me siento con fuerzas para que mi perro me saque. En la calle me caigo varias veces. El perro se acerca y me lame y me hace levantar. Conseguimos dar el paseo completo. Al llegar a casa me duermo sabiendo que tengo que despertar.
A las cuatro he de volver a conducir. La herida abierta no sangra tanto. Vuelvo a la ciudad. Asisto donde tenía que asistir. Solo. No veo a quien no quiero ver ni hablo con quien no quiero hablar. Me vuelvo y cuando estoy volviendo siento un borbotón en la herida como si se hubiera hecho grande de improviso y hubiera alcanzado la rotura una vena mayor. Huelo mi sangre cuando enfilo la autopista.
A las siete llego a mi casa. Mi perro mueve el rabo y se me sube. Yo voy directo al baño. Toda mi cintura. Toda mi cadera. Todo mi sexo. Todo mi culo.Todos mis muslos. Todas mis rodillas. Todas mis pantorrillas. Todos mis pies. Todo es sangre. La herida ahora es como un cráter. Haciendo un esfuerzo que es ajeno a mí. Fuera de mí, diría, me lavo. Me cambio de ropa. Me pongo otra compresa en el cráter y dejo que mi perro me saque a pasear. Entiende que me siente en el banco de la avenida y deja que me vaya quedando dormido... creo que ahora aúlla... o quizá sea la ambulancia... o soy yo que balbuceo... ¿qué?... ¿cuándo?
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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 22/06/2014 a las 01:10 | {0}