Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri

Vigésimo día


Asta de Vaca Cósmica. Fotografía de Olmo Z. (2014)
Asta de Vaca Cósmica. Fotografía de Olmo Z. (2014)
Desde el palacio no puedo ver la estela que la Vaca Cósmica deja en el universo.
En un principio, cuando nos iniciamos en esta forma de vida, allá por el neolítico y descubrimos la agricultura y domesticamos a las bestias, en ese entonces, hará unos 4.500 años, los primeros templos eran en realidad vaquerías celestiales. Todo era vaca y toro. Eso era todo. La Vía Láctea es el rastro de la Vaca Cósmica.
De la Vaca Cósmica a Oliveira no ha pasado el tiempo. Él es un ser mitológico; es decir es un ser que no ha salido del mito y ha llegado a la razón sino que se ha quedado o continúa o se ha adelantado (porque no sé muy bien cómo ubicar las edades del conocimiento del hombre) en esa configuración del Mundo compuesta de Vacas, Halcones, Titanes, Héroes, Visiones, Temblores, Adoraciones, Tabús...
Le hablo a Oliveira de mi madre y Oliveira dice, El vientre de Hathor del Horizonte, la vaca egipcia, diferente de Nirhunsag, la diosa sumeria, pero al fin y al cabo Vacas Cósmicas las dos; como te digo, el vientre de Hathor -que es una vaca salvaje que vivía en los majales no como Nirhunsag que es una vaca doméstica- es el firmamento y el sol, el dios solar dorado, Horus que vuela todos los días de este a oeste, entra cada tarde en su boca para nacer de nuevo al alba. Así, Horus, es "el toro de su madre", su propio padre y la diosa cósmica cuyo nombre hat-hor significa La casa de Horus es tanto la esposa como la madre de este dios autoprocreado que en una de sus formas es un ave de rapiña. En el aspecto de su padre, como toro, es Osiris y se le identifica con el padre muerto del faraón vivo; pero en el aspecto de hijo, como halcón, es Horus, el faraón vivo. Y sin embargo los dos, el faraón vivo y el faraón muerto, Osiris y Horus son en esencia el mismo. ¿Por qué te empeñas en darte un sólo sentido a las palabras y a sus empleos? ¿Qué es eso de madre? ¿Qué es eso de hijo? Abandona la razón porque no siempre la tiene. Pon en cuestión aunque sea los papeles que te han asignado. O no hagas nada. Lee. O no leas.
Le digo a Oliveira que no sé dónde quiere ir a parar. Ríe Oliveira.
Desde el jardín del palacio la leche de la Vaca Cósmica no se ve. Escudriño el firmamento, el vientre de Hathor, pero no alcanzo a ver ni siquiera la tetilla de su inmensa ubre. Oliveira sabía dónde estaban las tetillas y las ubres y el vientre entero lo conocía porque decía que su madre era ese cielo oscuro y que las constelaciones, las estrellas, las galaxias, las nebulosas eran el cuerpo informe de su madre. La otra, la de carne y hueso no era más que un instrumento de la Vaca Cósmica, un trozo minúsculo de su costilla, si se quiere, en la que simbolizaba la fuerza creadora de esa vasta extensión llamada firmamento y que él prefería llamar Vientre de Vaca. Y elucubrando mientras fijaba su vista en los reflejos que el firmamento provocaba en el río más grande de la tierra, se dejaba llevar por cópulas incestuosas que no harían más que reproducir, de manera numinosa, el verdadero deseo del vientre de la Vaca Cósmica. Y terminaba diciendo, Tanto nos hemos alejado del orden que ahora la madre para el hijo y el hijo para la madre son seres tabuados el uno para el otro, seres que habiendo sido uno han de alejarse progresivamente y para siempre.

Esta tarde he soñado que Wislawa y yo no éramos madre e hijo, de hecho teníamos la misma edad; yo entraba en una casa que era una farmacia pero por supuesto no era una farmacia; era una casa como de campo y en ella vivían tres jóvenes, una de ellas era Wislawa. Yo le entregaba la receta que me había dado una doctora en un hospital que no era un hospital y Wislawa -que todavía no tenía nombre, era sólo la farmacéutica- leía la receta y decía, Sí, es un medicamento nuevo. Lo traía -eran unas píldoras verdes con una crema color pistacho- y yo les ofrecía a todos; todos la probaban. Entonces me encontraba en la cocina, con una de las jóvenes que estaba haciendo un té; la joven se iba y aparecía Wislawa con un vestido estampado de flores campestres, yo me acercaba a ella y le preguntaba si le pasaba algo, se la veía seria; ella respondía que estaba nerviosa, que no sabía por qué y yo la besaba y ella me besaba y nos dábamos un beso de una intensidad y una belleza como nunca jamás he besado en la vida y aparecía de nuevo la otra muchacha y yo temía que Wislawa dejara de besarme pero no lo hacía sino que por el contrario me besaba con más belleza y más intensidad si cabe.
Me he despertado con el sabor de sus labios en mis labios y me ha parecido que esta noche debía agradecer al Vientre de la Vaca Cósmica el regalo que me ha hecho porque no he sentido culpa, porque no era mi madre a quien besaba, porque me ha hecho recordar a Oliveira y sus peroratas míticas bajo el cielo lisérgico del Amazonas y porque he sentido que de alguna manera, después de tanto años, había saldado una vieja cuenta infantil.

Narrativa

Tags : Colección Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 20/08/2014 a las 22:40 | Comentarios {2}








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