Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
05 horas 30 minutos: Suena el despertador como hace veinte años. Está oscuro. La noche ha sido muy calurosa, apenas he podido dormir. Tengo preparado lo justo. Creo que ha sido una decisión correcta (tampoco es nada importante, hacer de una pequeñez un pequeño reto: estar media hora ante el micrófono sin guión. Me cubro, por supuesto, con la música. Se celebran los 30 años de Radio 3 de Radio Nacional de España, lugar donde presenté durante un año el programa despertador).

06 horas 12 minutos: Fumo un cigarrillo. He cubierto los posibles silencios con varias noticias: La muerte de Pina Bausch a quien vi bailar su coreografía del Café Müller; la creación de un robot con el que puedes conversar; la vuelta del folletín pero esta vez utilizando el teléfono móvil como soporte.

06 horas 45 minutos: Me ducho y no estoy nervioso. No llevar nada escrito entre las manos. Recrear de alguna manera lo que hacía en aquel entonces. Salgo de la ducha.

07 horas 20 minutos: En la calle no hace fresco. Me viene a recoger un coche. El trayecto se complica un poco. No me gustaría llegar tarde ni tan siquiera apretado de tiempo pero llego a pensar y a aplicar, No pasa nada, no vas a llegar tarde y si llegas tarde tampoco pasaría nada. Llego pronto. Llego bien.

08 horas 15 minutos: Entro en el estudio. Paloma, la productora, me enciende el ordenador y me sube los periódicos. Tomo un café. Sí me escribo, justo antes de entrar en antena, la presentación.

08 horas 30 minutos: Entro en directo.La selección musical es del DJ amigo Mike Molina, una muy buena selección musical. Avanza el tiempo. Elías el técnico de sonido es majo y bueno. Transcurre sin nervios, sin errores, mi media hora en la radio. Leo de este blog Donde encontraron el rostro había una huella

09 horas 00 minutos: Todo sale bien. Me he sentido, sin un guión entre las manos, a gusto, disfrutando el regalo. Me marcho.

10 horas 09 minutos: Me meto en la cama y duermo un rato.

Diario

Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 01/07/2009 a las 16:33 | Comentarios {0}


En la primera mañana hubo concordia. Todos se miraron y comprendieron que no había cosa mejor que contemplar las aguas doradas del lago Hoo Shon. Al fin y al cabo sabían que el comandante Sse, más tarde o más temprano, vendría a buscarles en su aeroplano.
En la primera tarde una mujer se empeñó, es decir se hizo peña, al acercarse demasiado a las aguas doradas del lago. Dicen los que la vieron que ocurrió cuando con la uña del dedo meñique del pie izquierdo tocó el agua. Se convirtió en una peña preciosa, toda de cuarzo, con las cabellos pétreos al aire. Luego todos miraron al cielo para ver si escuchaban mejor las hélices del aeroplano del comandante Sse girando hacia donde ellos se encontraban.
En la primera noche el espectáculo de la negritud que en nada concernía a las aguas doradas, dejó boquiabiertos a todos los que esperaban y más cuando en el centro del lago surgió con la forma de una huella el rostro más amado.

Narrativa

Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 29/06/2009 a las 12:21 | Comentarios {0}


Los ojos del rey miran enamorados la figura que yace. Urna en el páramo. Atrás queda el humo de la batalla y resuenan como de cristal los tambores de piel de hipopótamo. El rey sangra del hombro. No se duele de la herida sino de la figura que yace aún caliente en la urna. Es su hijo muerto con valor en la batalla a la edad de once años. Nobles, siervos y clerecía guardan silencio, hasta el viento se ha calmado y ni un ave osa alterar el responso. Pronto caerá la tarde. Perdida la batalla y perdido el hijo el rey piensa ahora en el final de su dinastía y siente lo que hasta entonces nunca había sentido: el peso de los años en cada una de sus articulaciones.

Narrativa

Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 28/06/2009 a las 12:28 | Comentarios {0}


La Jarosa
La Jarosa
A lo largo de la hilera de montañas
hay una cruz
donde no debería haberla
Sueña
Vence
Llora
el niño aletea
el perro
se alzalía
busca un cordón
la cuerda de una lira
que supere la armonía
de Pitágoras
Esferas
Redonda
la rueca
ruge
Curvas
de nuevo la hilera de las montañas
una calle ahora
un lugar antiguo
Veré
si me dejan las gafas
volver al lugar donde no nací
Calla
amor pequeño que duermes el sueño injusto
Arrecia
amor pequeño el instante del beso
Eleva si quieres
el grito
Nada vale
en esta hora fusca
alardear de serpientes
o mostrar
orgulloso
la ancas de una rana
no muy verde

Poesía

Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 26/06/2009 a las 17:49 | Comentarios {0}


Como ante la inminente guerra de las galaxias. Un Hans Solo (ni siquiera sé si escribe así, espero que sí, como espero tantas cosas, tantas cosas de mí y de los demás y de las demás ya que me quiero poner estúpidamente correcto) que no quisiera y al mismo tiempo sí quisiera. Una vaga sensación de ala en el cogote, así espero yo las cosas y en ese aleteo entreveo algo de la picadura de un mosquito y también algo del polvo del ala de la mariposa y también la negritud del buitre en los albores de un mundo que quizá dejó de existir. Desde esa espera escribo de un mundo que quizá dejó de existir porque por un lado desearía que volviera y por otro sé que se ha ido (ésta sería para mí una definición buena de la espera desear que vuelva lo que se ha ido) porque desear que llegue lo que no ha sido yo lo llamaría ilusión. Espera en todo caso que desarraiga del presente siendo, el pobre, lo único que tenemos. Espera desangelada y espera con ángel. La espera provoca una sensación de muerte en mi tiempo. Siempre que espero siento que estoy muriendo. Por eso a ver si logro dejar de esperar el correo que no llega por parte de ella en el que me dice cosas hermosísimas y me pide que hablemos y me pide que lo volvamos a intentar y me dice que me echa de menos y todas esas esperas que de tanto esperar pudren el corazón; a ver si logro dejar de esperar la atenta respuesta de ese caballero todo conocimiento, toda puridad, todo acierto que por fin acierta conmigo; a ver si logro dejar de esperarme perfecto, sabiendo vivir, consciente, encantador (aunque sea encantador de serpientes) y marcando el paso de mi vida como si sonara a mi alrededor una marcha militar; a ver si no espero escuchar lo que no saben decir, es más no pueden decir; a ver si dejo de esperar las respuestas que no deberían venir sino de mí; a ver si dejo de esperar que haga fresco en el verano, en este verano de Madrid.

La espera son tiempos muertos.
La espera muerde mis zapatos y rompe sus suelas.
La espera es una muela sin juicio y sin hueso.
La espera alienta las canas y la hinchazón de los cojones (también llamado elefantiasis)
¡Quién espera menos que un elefante que cuando ve llegada la hora de morir se encamina él solito a su cementerio!
¡Oh, dichoso!

La espera es insomnio de vigilia

Te dices, No, no esperes más. No esperes nada.

Remedando a Spinoza podría escribir que la no espera es el goce del bien. No esperar nada es ser feliz.

Ensayo

Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 25/06/2009 a las 16:00 | Comentarios {0}


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