Estoy sordo a esos embates. No puedo explicarlo de otro modo Vmd. Usted comprenderá: mi vida, para qué decirlo, ha sido una derrota tras otra. No he sabido comportarme. Siempre he preferido no hacerlo -como Bartleby-, usted sabe, Vmd., que los años cabalgan a lomos del desengaño, que a unos más y a otros menos ese ir desengañándose nos va, ¿cómo le explicaría yo? oxidando en la boca la sonrisa y yo que de natural he sido siempre poco gracioso (también podría argüir que la naturaleza se me echó encima desde la cuna; podría recordar a los energúmenos que asolaban mi casa por las noches o recitar, casi de memoria, las veces que la sangre corrió por las mejillas de mi madre; podría detestar el mundo, podría ponerlo a él como el gran acusado de mis días... no lo voy a hacer porque ya no creo en la culpa ni en el mundo. Todo se construye. Tan sólo opondría una construcción que me esforzaría en que fuera a mi favor; intentaría como todos intentamos, que aquel que me escuchara acabara entendiendo mis razones, mis desvelos, el rostro esquivo que la vida ha cincelado al pasar por él) tengo en los rasgos de viejo la huella de aquella sangre que corrió por las mejillas de mi madre tras las palizas que los hombres le pagaban por dejarse dar. ¿Cómo saber en la cuna que aquello no era más que una transacción comercial? ¿cómo iba yo a conocer la técnica del sado masoquismo? Me quedé sordo a las explicaciones. Me quedé sordo. He navegado el mundo sordo. Probablemente Vmd. haya deducido que no he aprendido a perdonar, ni tan siquiera aprendí, cuando debía, a relacionarme. Y así me ha ido. De un lugar a otro del mundo a lomos de las cuatro monturas. He tocado trompetas. Me he derramado entero. He suplicado el perdón. He subido y me he escondido de todos. He creído amar. He sufrido una especie de desamor. Creí incluso que al fin había aprendido algo cuando el derrumbe fue aún más sonoro y entonces, Vmd. me perdone, descubrí que tan sólo la inacción me salvaría no del mundo, no, me salvaría de mi mismo. Porque me confieso culpable de mis días. Me confieso culpable de mis constructos. Me confieso culpable del horror que me producen las ciudades de occidente y también me reconozco humilde y absolutamente culpable de no querer servirle a Vmd. No lo haré, ya puede usted condenarme a trabajos forzados o lanzarme a la desolación de la tundra o someterme a la tortura de un desierto veraniego que yo no moveré un dedo, no pediré agua, por Dios un poco de agua, no, no lo haré, Vmd. lo sabe bien, ni intentaré quitarme los grilletes, ni dejaré de sentir la grupa de los caballos furiosos golpeando con cadencia de tambores de guerra en mi entrepierna. He decidido someterme al imperio existencial. Existencialista soy y de ahí no paso. Esa es la raya que he pintado con tiza en el suelo... el suelo que es metáfora de mis días... el suelo que es metáfora de mis anhelos... porque yo, se lo confieso a Vmd., sé sonreír y dentro de mí bulle, en ocasiones, el ardid de la risa... el suelo que es metáfora de los lugares que reconozco de mí... Déjeme en paz, se lo pido a Vmd. Acepte que preferiría no hacerlo. Sométame o déjeme marchar. Dejé de luchar. Mi nombre es Olmo.
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Narrativa
Tags : Olmo Z. ¿2024? Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 26/08/2024 a las 18:35 | {0}