Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri

[...] podría escribir tu nombre y dejarse llevar [...] la nave sin timón [...] no lo sabrá nunca. Ya no espera. Sabe que este tiempo, en esta dimensión, con esta percepción, no volverá jamás [...] porque estuvo en la época del fuego y junto con los suyos descubrió que al arrasar un terreno nacía a la vida nueva flora y nueva fauna [...] el dominio del fuego [...] así lo hará, dominará de nuevo, como entonces, el fuego interior que lo arrasa y cuando todo haya quedado yermo, calcinado, esperará el crecimiento de algo nuevo, algo que nació de la purificación [...] porque tú lo quisiste así [...] porque le obligaste a permanecer callado [...] porque sabías que no se puede transmitir ese dolor excepto si se consigue escribir poesía [...] Podría haber buscado en la lírica castellana unos ritmos y unos términos que se ajustaran [...] podría haber ensayado una variante de la mística de Teresa de Ávila [...] Hace falta tanta fuerza cuando se pisa terreno desconocido [...] hace falta tanta determinación para quemar por completo el terreno propio, el que sembraste y cosechaste una vez y otra, desde el que miraste tantos días el transcurrir del mundo [...] tratado breve de la melancolía [...] 
 

Narrativa

Tags : Fantasmagorías Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 11/08/2024 a las 18:13 | Comentarios {0}



Recuerdo la mañana en la que me cazaron. Allí, como en casi todas partes, los pobres somos odiados, rechazados y si no somos oriundos entonces al mal de la pobreza se agrega el mal de ser extranjero. Me cazaron cerca de Sivas. Yo no soy turco. Me cazaron por haber robado unas gallinas. Tenia hambre, lo reconozco. Asalté el gallinero como si fuera un zorro. Salí corriendo. Hui tan lejos como me fue posible. Antes, sí, también he de reconocerlo, robé pan y unos refrescos en una tienducha de mierda. También salí corriendo. Corrí como un desesperado. Corrí no para huir a toda mecha sino para hacer cuanto antes un fuego donde asar las gallinas. El hambre me estaba matando. Notaba cómo me estaba devorando a mí mismo. Paradojas del vivir: me delató el fuego. Me cazaron cuando con el estómago lleno me quedé, por fin, dormido. Se me echaron encima. Eran siete. Una era la mujer a quien le había robado. Fue ella la que me quebró la pierna derecha entre dos piernas y luego me cortó el tendón de Aquiles de un machetazo certero. Estaba claro que no era la primera vez que lo hacía. Debían de haberle robado más gallinas. Sangrando me ataron a unas parihuelas y colgado de ellas me llevaron hasta la gruta. Allí se encerraron conmigo seis hombres que me zurraron hasta que de puro dolor me quedé dormido de nuevo. Pensé que eso era morir.  Cuando desperté me habían puesto una argolla alrededor del cuello de donde salía una cadena que habían clavado a una de las paredes de la gruta. La cadena debía de medir unos diez metros y se quedaba a unos sesenta centímetros de la puerta metálica. Supuse que lo hicieron así para que mi sufrimiento -tan cerca de la salida y sin embargo a una distancia insalvable- fuera mayor. Y vaya si lo fue.
Muchas noches me despierto con el terror de la pesadilla. Vuelvo a estar encerrado. Nadie escucha mis alaridos. Ni tampoco más tarde, escuchará nadie mi silencio. Con el encierro perdí la capacidad de pedir. Nunca más me volverán a encerrar. ¡Lo juro por mi sangre! He de salir. He cepillado a la perra. Me sienta bien estar con ella. Me obliga a pasear aunque me duela la pierna. Cuando paseo recuerdo un tiempo en el que fui guardés en la casa de un hombre rico. En aquella casa había muchos cuadros de pintores importantes. Todas las noches tenía que hacer la ronda. De aquellos paseos nocturnos me han quedado las miradas de los personajes de aquellos cuadros. Todos me miraban. Yo sentía escalofríos. Siempre me aterraron los ojos.
Fin de la 7ª estancia
 

Narrativa

Tags : Olmo Z. ¿2024? Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 09/08/2024 a las 19:01 | Comentarios {0}



En diálogo con la lagartija, me dice, El sol.
En diálogo con la mariposa, me dice, Fui algo que no recuerdo.
En diálogo con la araña que habita en el baño, me dice, Nunca me equivoco de pata.
Porque tengo una casa. No sé cuándo fue que apareció en mi bolsillo una nada despreciable cantidad de dinero. Estaba por unas sierras. Vi a un hombre colocando una puerta de entrada a una casita baja, sin apenas pretensiones. Le pregunté en una lengua que entendió, si la alquilaba. Me respondió que sí. Por cuatrocientos, me dijo y yo conté hasta cuatro mil y le dije, ¡Ahí van diez meses! Él me respondió, Mañana te puedes venir. Así lo hice. No creo que esté tanto tiempo. Para mí el tiempo vuela como vuela el dinero. La casa tiene un patio y el patio está habitado por animales que hablan.
En diálogo con la hormiga, me dice, No sé para qué trabajo tanto.
En diálogo con la avispa, me dice, Te aviso.
En diálogo con la perra, me dice, No te amo.
La perra se me pegó al muslo hace un par de días. Estaba muerta de hambre y de sed. Me sentí divino y alivié sus necesidades. No es bonita y debe de ser vieja. Se ha quedado en la casa. Como si quisiera ganarse su sustento cuando llega la noche se tumba en la puerta de entrada y vigila que nadie nos invada. Yo le digo que me importa un carajo que entre alguien. Le digo que no gruña si escucha en la madrugada pasos. Pero a ella le da igual, sólo me responde, No te amo y gruñe.
¿Por qué será que se me cambió el carácter hace unos días? ¿Quién maneja ese timón? Recuerdo cuando estuve encerrado tantos años en la gruta que hubo momentos en los que creí entender la oscuridad del universo, quiero decir, su falta de respuestas; era como si me hubiera acomodado, como ya si ya no me importara quedarme ciego y aceptara, ni con resignación ni con angustia, que mi única agua sería la de unas gotas que lentas y constantes formaban las estalactitas. Años estuve en aquella gruta. Años recibiendo cada tanto la visita de alguien que me dejaba unas gachas a la entrada. Algunas veces me hablaba. No reproduzco sus palabras porque no las entendía. Luego supe, al conocer la ubicación de la gruta, que aquel idioma debía de ser turco o kurdo. ¿Fue entonces cuando aprendí a dialogar con lo seres que no dialogan? ¿Fue entonces cuando les otorgue esa destreza? ¿Es una destreza hablar y no entender apenas lo que el otro dice? Y no por una cuestión de idiomas distintos sino porque tengo comprobado que lo que uno dice no suele ser lo que el interlocutor escucha. ¡Filosofías baratas que habré aprendido de alguien que creía saber algo! 
El sol pega fuerte en el patio de mi casa. Me gustaría tener una buena manguera con la que darme unos buenos manguerazos. Esa idea me suele hacer sonreír porque, imagino, debía de ser algo que ocurría en mi infancia. A veces, muy pocas, me vienen destellos de mi niñez y en alguno he creído entrever la dureza de un sol a través del agua de una manguera. No quiero hablar de mi niñez. Un escritor que creo que se llamaba Loygorri, escribió algo así como que la ausencia es nombre de niñez. Me gustó esa frase. Me decía cosas al oído. Me sugería. Esas son las frases que me gustan. Aunque no entienda nada. Aunque nada sepa como sí sé que no estaré diez meses en esta casa. Quizá vuelva a la gruta. ¿Sabría encontrarla? ¿Me encerraría motu proprio? y si así fuera ¿vendría la de las gachas a alimentarme de nuevo? Escribo la porque intuyo que era una mujer y esta mujer era la sirvienta de un ogro que vivía a unas cuantas leguas de mi gruta; un ogro, por supuesto, en sentido figurado, es decir, era la sirviente de un hombre grande, torpe y cruel. Quizá desafié a ese hombre. Quizá le robé su ganado o me comí un conejo de sus campos. Quizá ese hombre tenía una hija casadera con la que tuve mis intimidades y fruto de ellas se desgració el casamiento. Quizás ese hombre era sencillamente un bruto que tenía la sartén por el mango y decidió castigarme con ejemplaridad. Era mujer, intuyo también, porque cuando hablaba tenía el tono justo entre joven y mujer. 
En diálogo con el petirrojo, me dice, laborare stanca.
En diálogo con el grillo, me dice, ¡bate! ¡bate! ¡bate!
En diálogo con la salamandra, me dice, me gustan las paredes lisas.
Fin de la 6ª estancia
 

Narrativa

Tags : Olmo Z. ¿2024? Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 07/08/2024 a las 17:44 | Comentarios {0}



Anoche descubrí la bilis negra. Anoche descubrí cuánto necesito mantenerme sereno. Anoche descubrí que el cielo apenas se interesa por nosotros. Anoche descubrí que contar tiene trampa. Anoche descubrí que la cicatriz no cierra. Anoche lloré bajo el sauce llorón por pura mímesis. Anoche sentí el deseo de volver a leer el diccionario de Sebastián Covarrubias Orozco. Anoche recordé que alguna vez fui querido por una mujer y que juntos nos enredamos en una noche húmeda, casi, casi, manantial. Anoche la eché de menos. Anoche supe que también ella tuvo su noche. Anoche llegó a tal grado de verdad mi contemplación del  universo que todo él se giró sobre sí mismo, se ovilló tanto, tanto, que a puntito estuvo de convertirnos en un agujero negro más. Anoche no hubo sensatez. Anoche mantuve la mirada al búho. Anoche dejé que la escolopendra subiera por mi pierna derecha, la que apenas tiene movimiento, la tan delgada. Anoche decidí robar un paraguas. Anoche me aguanté el pis por pura cabezonería. Anoche anduve por parajes de mi juventud y supe que fue entonces cuando se marcó este camino y esta noche de ayer. Anoche deseé que amaneciera pronto porque el sentimiento empezaba a ser demasiado intenso y no quería dejarme llevar por el aroma de la bilis negra que tiene, por si no lo saben, el aire danzón de las abejas. Anoche no hubo nada que pudiera evitar la luna nueva. Anoche nadie se acercó a los náufragos, nadie los calentó entre sus brazos como sí hicieron las ama san en Onjuku con los náufragos del San Francisco allá por el año de 1609 d.e.c. Anoche quise terminar con el cisma. Anoche temblé ante la posibilidad del frío. Anoche reduje la posibilidad del colapso. Anoche amé la oscuridad como se ama el manto de musgo que convierte la roca en una almohada mullida. Anoche pude dormir y soñar. Anoche se desperdigó por el aire que me rodeaba la melancolía acumulada a lo largo de los últimos seis mil años del planeta. Anoche, anoche, anoche...
Fin de la 5ª estancia
 

Narrativa

Tags : Olmo Z. ¿2024? Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 06/08/2024 a las 12:42 | Comentarios {0}



¿Me muges a mí? ¡Oh, altiva! Porque está encerrado tu choto en ese corral que veo a lo lejos donde se confunden los rastrojos con el cielo, ¿muges desconsolada? ¡Oh, vaca hermosa limousin! ¡Qué ojos tienes que parece te los hubieras pintado con khöl! No hay praderas. No está el mar al fondo. Está la antigüedad de tu cuerpo y los primeros templos que fueron al mismo tiempo vaquerías. ¡Oh, leche santísima tuya! ¡Esa mirada entre tímida, hastiada! ¡Qué harta pareces de las largas varas con las que tanto os ofendemos! y cómo trotas cuando al llegar la tarde, sin saber por qué, siento la llamada de tu olor, de tu gran cabeza triángulo, de tu testuz lisa como la piel del vientre de una joven humana que no hubiera caído en las garras de la dejadez; así me llamas y yo me acerco cauto al rebaño y os miro mientras paso y sonrío con la timidez de las terneras que se pegan a vosotras, las madres, las animales ubres, la quintaesencia de lo blanco, el color hecho para la vida, el color hecho para la luz, el color que no es ningún color, como tú, Vaca, no tienes pensamientos discursivos, ni entenderías un chiste basado en la lengua de los hombres que te explotan. Digo que las terneras se acercan a vosotras buscando vuestra protección y vosotras ¡Venerables! se las dais sin grandes alharacas; parece como si les dijerais, Venid, acercaos pero sólo hoy. Mañana tenéis que empezar a ser libres. Mañana tenéis que empezar a olvidaros de nuestras ubres. Mañana tenéis que aprender a mirada con cierto desafío a los Señores de las Varas.
¿Cuánto hacía que no pasaba? Estos pensamientos que se han vuelto invisibles de repente. Será que el desafío no debe ser desvelado. Será que no me puedo acercar a ti y pedir tu amparo, Vaca Sabia, Tú que estas a la entrada del camino que parece hundirse en un bosque todo llenito de encinas. Te preguntaba. Te pedía consejos de Vaca Sabia mientras volvía de forma quizá poco sutil a la razón de mi estado que es la destrucción del Estado y escribía sobre el poder y decía que el poder es la esencia del mal porque el poder domestica. Ah, sí, querida Vaca que me miras con esa vaciedad cuando te pregunto si realmente merece la pena intentarlo. Antes me había refrescado en un abrevadero, me había mojado la cabeza y el torso. Algo más te dije que ya no recuerdo. Sé que al final pensé: ¡Arriba Vacas de la tierra! ¡En pie cuadrúpeda legión!
Fin de la 4ª estancia
 

Narrativa

Tags : Olmo Z. ¿2024? Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 05/08/2024 a las 13:04 | Comentarios {0}


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