Pensaba ayer: amo el arte como me gusta el frío y me hacía sonreír el suave juego, pequeño calambur, en la frase.
Pensaba ayer: ¡qué extraña la vida de Gerónimo Passamonte!, el que según Martín de Riquer es el Alonso de Avellaneda autor del "falso" Quijote.
Pensaba ayer: Nilo se ha resfriado. ¡Cuánta lluvia puede caer en un momento! ¿Cuánto hacía que no se me calaban tanto los vaqueros que se pegaban a las piernas? ¿Años?
Pensaba ayer: ¡Qué precioso es que tu hija te diga: Eres mi bufoncito!
Pensaba ayer: ...entonces volverá a bajar al puerto, lo recogerá, etc...
Pensaba ayer: En toda historia de amor, más que en toda historia de amor, en todo acto de amor donde la ternura muestra su faz, hay un canto de vida, una plenitud de ser que merece ser contada.
Pensaba ayer: No llegó a emocionarme Melancolía de Lars von Trier aunque sienta en su cine una pulsión destructiva que hace muy bien en convertirla en planeta.
Pensaba ayer: Ya se marchitan las rosas.
Pensaba ayer: Ojalá.
Pensaba ayer: ¿Por qué las dietas? ¿Por qué en vez de dietas no nos anima la vida el movimiento?
Pensaba ayer: La gran eclosión de homosexualidad que parece vivir la humanidad ¿puede ser un primer paso para la desaparición de la especie? ¿puede ser la forma que ha encontrado la especie para destruirse a sí misma de una forma no violenta? También la gran soledad en la que viven cada vez más los jóvenes japoneses y que ha generado un gran negocio en la fabricación de muñecas de tamaño natural con pelo de coño natural.
Pensaba ayer: No te preocupes.
Pensaba ayer: ¡qué extraña la vida de Gerónimo Passamonte!, el que según Martín de Riquer es el Alonso de Avellaneda autor del "falso" Quijote.
Pensaba ayer: Nilo se ha resfriado. ¡Cuánta lluvia puede caer en un momento! ¿Cuánto hacía que no se me calaban tanto los vaqueros que se pegaban a las piernas? ¿Años?
Pensaba ayer: ¡Qué precioso es que tu hija te diga: Eres mi bufoncito!
Pensaba ayer: ...entonces volverá a bajar al puerto, lo recogerá, etc...
Pensaba ayer: En toda historia de amor, más que en toda historia de amor, en todo acto de amor donde la ternura muestra su faz, hay un canto de vida, una plenitud de ser que merece ser contada.
Pensaba ayer: No llegó a emocionarme Melancolía de Lars von Trier aunque sienta en su cine una pulsión destructiva que hace muy bien en convertirla en planeta.
Pensaba ayer: Ya se marchitan las rosas.
Pensaba ayer: Ojalá.
Pensaba ayer: ¿Por qué las dietas? ¿Por qué en vez de dietas no nos anima la vida el movimiento?
Pensaba ayer: La gran eclosión de homosexualidad que parece vivir la humanidad ¿puede ser un primer paso para la desaparición de la especie? ¿puede ser la forma que ha encontrado la especie para destruirse a sí misma de una forma no violenta? También la gran soledad en la que viven cada vez más los jóvenes japoneses y que ha generado un gran negocio en la fabricación de muñecas de tamaño natural con pelo de coño natural.
Pensaba ayer: No te preocupes.
El presidente de Uruguay José Mujica (si haces un click en el nombre podrás ver la entrevista que Jordi Évole le hizo en su programa Salvados y podrás conocer a Manuela) tiene una perra que se llama Manuela; es una chucha con algo de bodeguera pero poco; es una perra vieja, es una perra fea y es una perra coja; por algún motivo le tuvieron que cortar la pata delantera izquierda y este señor dice que Manuela es la reina de su chacra, la más leal y fiel y que siente si la perra se ofende por haberle puesto un nombre de persona. Yo estoy convencido de que si pudiéramos trasladar el lenguaje de Manuela al lenguaje humano diría exactamente lo mismo de su compañero José (el más leal, el más fiel).
Yo imagino la cantidad de animales que en los países ricos se sacrifican porque se quedaron sin pata y recuerdo a una profesora de Filosofía que conocí en el Instituto Santamarca, Encarna se llamaba (y espero que se siga llamando) -era una mujer hermosa y con un gran sentido del humor y del amor- que tenía una perra a la que hubieron de amputar las dos patas traseras y ella le construyó un ingenio con ruedas de tal forma que se lo ponía en la parte de atrás y así podía salir a la calle y dar su paseo.
Me ha emocionado escuchar a ese hombre mientras acaricia a Manuela y deja que una gata se suba a su silla mientras otro perro, este más grande y más joven, se acerca para recibir su dosis de mano de humano y todo en una casa humilde, en las afueras de Montevideo, en mitad de un huerto donde el presidente de Uruguay siembra cebollas y tomates.
Y siempre me impresiona cuando un hombre que fue encarcelado durante nueve años, en una celda de aislamiento, que estuvo nueve años a solas consigo y cuyo único contacto durante aquel tiempo con otros seres humanos era cuando sus carceleros lo torturaban y lo vejaban; siempre me impresiona, digo, que hombres así, como Mandela, como Mujica, salgan de esa prisión y vuelvan para luchar por la dignidad de las personas, crean en el ser humano y atesore su mirada algo muy tierno, una especie de poema en sus ojos, algo que viene a decir: Vivir es un milagro, no dejes que nadie te arrebate esa sensación y goza, estés como estés, de este rato de consciencia... como goza de su vida su perra Manuela que aunque no pueda correr pasa sus días junto a un hombre en el buen sentido de la palabra bueno.
José Mujica es un filósofo y mañana cumple ochenta años. Gracias José por tu mirada. Gracias Manuela por haber cuidado de él.
Yo imagino la cantidad de animales que en los países ricos se sacrifican porque se quedaron sin pata y recuerdo a una profesora de Filosofía que conocí en el Instituto Santamarca, Encarna se llamaba (y espero que se siga llamando) -era una mujer hermosa y con un gran sentido del humor y del amor- que tenía una perra a la que hubieron de amputar las dos patas traseras y ella le construyó un ingenio con ruedas de tal forma que se lo ponía en la parte de atrás y así podía salir a la calle y dar su paseo.
Me ha emocionado escuchar a ese hombre mientras acaricia a Manuela y deja que una gata se suba a su silla mientras otro perro, este más grande y más joven, se acerca para recibir su dosis de mano de humano y todo en una casa humilde, en las afueras de Montevideo, en mitad de un huerto donde el presidente de Uruguay siembra cebollas y tomates.
Y siempre me impresiona cuando un hombre que fue encarcelado durante nueve años, en una celda de aislamiento, que estuvo nueve años a solas consigo y cuyo único contacto durante aquel tiempo con otros seres humanos era cuando sus carceleros lo torturaban y lo vejaban; siempre me impresiona, digo, que hombres así, como Mandela, como Mujica, salgan de esa prisión y vuelvan para luchar por la dignidad de las personas, crean en el ser humano y atesore su mirada algo muy tierno, una especie de poema en sus ojos, algo que viene a decir: Vivir es un milagro, no dejes que nadie te arrebate esa sensación y goza, estés como estés, de este rato de consciencia... como goza de su vida su perra Manuela que aunque no pueda correr pasa sus días junto a un hombre en el buen sentido de la palabra bueno.
José Mujica es un filósofo y mañana cumple ochenta años. Gracias José por tu mirada. Gracias Manuela por haber cuidado de él.
Mi existencia individual que como el sol, por estar más cercano, oculta el brillo de millones de estrellas, es en el fondo sólo un obstáculo interpuesto entre mí y el conocimiento de la verdadera extensión de mi ser.
La verdadera extensión de mi ser es un agolpamiento de dudas desde este cuerpo que la acoge. Así me he levantado esta mañana y me he reconocido en el espejo pero luego, tras una conversación breve, ha surgido eso que no sé qué es y que se podría llamar el pasado. No sé por qué ha pasado lo que ha pasado; no sé cuáles han sido las verdaderas intenciones de mis actos y queda, en un fondo turbio, una especie de ley católica -tan dada a los premios y castigos y culpas- que vendría a decir que la maldad tendrá su castigo y quizá uno de los mayores castigos sea el ostracismo. Y si esta ley fuera así, asumo: yo he sido un hombre malo. Soy un hombre malo. Sólo que lo asumo -si lo asumo- en mi individualidad, no en la extensión de mí, en mi verdadero ser al cual apenas conozco y que según algunas creencias se me desvelará en el momento del morir. Y si al morir descubro mi maldad sentiré una gran congoja; y si al morir descubro mi bondad, sentiré también una gran congoja. Aunque tengo para mí que si en el momento de morir el velo de Maya se desvela, seré consciente de lo vago de todo pensamiento humano; seré consciente de la inmensa fragilidad que nos rodea y nos incumbe; seré consciente de que nada es lo que aparentaba ser ni siquiera mi individuo que está ahora tecleando y se frota las manos porque tiene algo de frío.
La verdadera extensión de mi ser es un agolpamiento de dudas desde este cuerpo que la acoge. Así me he levantado esta mañana y me he reconocido en el espejo pero luego, tras una conversación breve, ha surgido eso que no sé qué es y que se podría llamar el pasado. No sé por qué ha pasado lo que ha pasado; no sé cuáles han sido las verdaderas intenciones de mis actos y queda, en un fondo turbio, una especie de ley católica -tan dada a los premios y castigos y culpas- que vendría a decir que la maldad tendrá su castigo y quizá uno de los mayores castigos sea el ostracismo. Y si esta ley fuera así, asumo: yo he sido un hombre malo. Soy un hombre malo. Sólo que lo asumo -si lo asumo- en mi individualidad, no en la extensión de mí, en mi verdadero ser al cual apenas conozco y que según algunas creencias se me desvelará en el momento del morir. Y si al morir descubro mi maldad sentiré una gran congoja; y si al morir descubro mi bondad, sentiré también una gran congoja. Aunque tengo para mí que si en el momento de morir el velo de Maya se desvela, seré consciente de lo vago de todo pensamiento humano; seré consciente de la inmensa fragilidad que nos rodea y nos incumbe; seré consciente de que nada es lo que aparentaba ser ni siquiera mi individuo que está ahora tecleando y se frota las manos porque tiene algo de frío.
Acógele
ha visto el vuelo
y no ha llegado a creer
Aún así, querida,
acógele
No hay expiación más dura
que la brea
tú lo sabes
Así es que mira sus pies
y acógele
Será para ti
un perro
y la candela
Serás para él
la acogida
En los tumultos
te tomará de la mano
cuando corráis por la calle fea
Acógele en la noche
como si fuera tu rostro
Nevará
y él calentará en un cazo
sobras de un paso hasta que hierva de nuevo
Bruscamente
acógele
Ya llueve, dirá
y correrá hacia ti
y te levantará
Acógele en la tarde
como en la tarde se acoge
Si le ves pálido
déjale
es la luna a punto de crecer
Y acógele
Y acógele
Si la color le vuelve
mécele y canta tu canto
de martes y leche
Acógele
porque te ama
Ya arde, dirá
toma su temperatura en la frente
con tus labios
Porque le amas
acógele
Ya muero, dirá
cántale el bardo
del buen tránsito
Y acógele
Y acógele
Disquisiciones al alimón de Isaac Alexander durante una noche esplendente con algunos de sus contertulios.
La existencia humana, lejos de revestir el carácter de un regalo, reviste más bien el de una deuda contraída. El cobro de la misma se efectúa en forma de necesidades apremiantes, deseos devoradores y miserias sin fin, todo ello instituido por la propia existencia. Para liquidar esta deuda se suele emplear el tiempo de toda una vida, pero así se pagan sólo los intereses. El capital no se paga sino con la muerte. ¿Y cuándo se contrajo esta deuda? En el acto de la procreación.
El mundo como voluntad y representación. Complementos al libro 4º Cap. 46. Sobre la futilidad y los sufrimientos de la vida. Arthur Schopenhauer. Traducción Rafael José Díaz Fernández y Mª Montserrar Armas Concepción. Editorial Akal.
Primera contraseña para vivir:
Al saciar tu padre y tu madre su necesidad de especie, te crearon a ti y a la deuda que es tu vida y que supuso para ellos no más que unos minutos de sexo.
O Miguel de Unamuno: Yo no nací, me nacieron.
Segunda contraseña para vivir:
El optimismo es en el fondo el elogio ilegítimo que se dedica a sí mismo el verdadero creador del mundo, La Voluntad de Vivir, al reflejarse con complacencia en su obra; por eso es una doctrina no sólo falsa, sino también nociva. (Schopenhauer)
Tercera contraseña para vivir:
Los tracios, nos cuenta Herodoto, recibían a los recién nacidos con lamentaciones y les enumeraban todos los males que habrían de sufrir; por contra, enterraban a los muertos con bromas y alegría, porque a partir de ese momento se verían libres de numerosos y grandes males.
Cuarta contraseña para vivir:
Estamos en el peor de los mundos posibles, un mundo peor que éste imposibilitaría la vida -como ocurrirá por otra parte; como les ocurrió a los dinosaurios-. Por lo tanto aquello que nos agrade celebrémoslo como una auténtica excepción.
Quinta contraseña para vivir:
Jonathan Swift adoptó la costumbre de celebrar sus cumpleaños no como un momento de alegría, sino de aflición, y como tal leía los pasajes de la Biblia en que Job se lamenta y maldice el día en que se anunció en la casa de su padre: ha nacido un hijo.
Sexta contraseña para vivir:
Si aceptamos las miserias, los sufrimientos, las necesidades terribles de alimento, aire y agua y abrigo y procreación; si aceptamos la deuda y no el regalo entonces miraremos la mañana no como la rosada y cálida faz de la Aurora sino como la luz que nos obliga a remar un día más, a contracorriente y ese desafío nos hará fuertes y así no necesitaremos la zanahoria de la felicidad para vivir sino sencillamente el hecho mismo de mantenerse vivo -que es la obligación del pago de la deuda que nos crearon nuestros padres el día en que nos follaron- será la única razón para vivir y morir sin rebeldía.
Séptima contraseña para vivir:
Enrique IV: ¡Oh, Dios, si se pudiese leer el libro del Destino y ver las revoluciones de los tiempos [...] cómo las circunstancias se burlan de nosotros y de qué licores diferentes las vicisitudes de las cosas llenan la copa de la móvil fortuna! ¡Oh, si esto se viera, el joven más afortunado, al descubrir el viaje que le es preciso hacer, sus peligros probables, sus penalidades en perspectiva, querría cerrar el libro, sentarse y morir! (Rey Enrique IV, II, 3, 1. William Shakespeare. Trad. Luis Astrana Marín)
Octava contraseña para vivir:
Count o'er the joys thine hours have seen,
count o'er thy days from anguish free,
and know, whatever thou hast been,
'tis something better not to be
Lord Byron
Cuenta las alegrías que han visto tus horas,
cuenta los días libres de angustia,
y sabe que, sea lo que hayas sido,
es mejor no ser.
Novena contraseña para vivir:
Si aceptamos que la existencia es irrisoria y miserable (una farsa trágica) se convierte de inmediato en un asunto de lo más ameno y estimulante.
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Tags : ¿De Isaac Alexander? Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 12/05/2014 a las 16:50 |
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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 21/05/2014 a las 10:24 |