Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Jardín de Joaquín Mir, ca. 1923
Jardín de Joaquín Mir, ca. 1923

Se irá reintegrando al regimiento de las flores con la cabeza alta; devendrá atmósfera que se inhala un día de marzo mientras camina por la rivera de un regato ahíto de agua tras el deshielo; será rapaz que avizora la era; será canto del ruiseñor en la mañana cuando el celo y el horror se juntan en ese canto lírico del ave a medio camino entre la obsesión por un nombre y la letanía de una oración; será hierba con rocío en una mañana que nace con la Aurora de rosáceos dedos que retira, suavemente, el embozo de las sábanas a Sol para que vaya despertando y con su despertar caliente el mundo el cual, constante en sus rutinas, se fue quedando frío al correr de la noche; será esperma de bacilo; será luciérnaga en el manglar un día de noviembre en el que el hombre blanco se dio a satisfacer sus placeres más íntimos rodeado de bioluminiscencias, muy cerca del mundo de los lisérgicos; será alfombra oriental sin ningún vuelo; será sueño de una novicia que se mete el dedo en su coño virginal hasta correrse, éxtasis de dios, veneración suprema; será el estío que acaba con todo, que todo lo mata, con la intención última de que al llegar el otoño la vida se renueve hasta alcanzar lo frío; será nostalgia si lo quieres, pequeña niña amada que nunca le tuvo en cuenta y lo será -si tú lo quieres- a su manera, tú ya sabes (mirada a lo lejos, altas cumbres nevadas, anuncio de tormenta, sonido lejano de un motor en una remota carretera, un abrazo de cuando olías a recién bañada y te ibas quedando dormida bajo el embrujo de su voz); será misericordia y esfera; será la pasión del bastón cuando hunde su contera en la tierra y esa acción impulsa al hombre que la ejecuta un paso más allá ¿de dónde? ¿de dónde un paso más allá? Será el horizonte sin muro; será la esperanza de los hombres buenos; será, casi lo puedo asegurar, un adiós sin pañuelo.
 

Ensayo poético

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 10/10/2021 a las 14:24 | Comentarios {0}



¿Por no matarnos tanto entre nosotras, estamos matando el planeta?

¿Gaya ha decidido tomar cartas en el asunto?

¿Hecho esto, aparecerá una cartomante que nos leerá en unos viejos naipes lo porvenir?

¿Volaremos alto?

¿Se nos derretirán las alas?

¿Senos, cosenos y tangentes?

¿La ubicación será la justa?

¿Serás el último octubre de nuestra desventura?

Voy camino de las eras.
 

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 06/10/2021 a las 12:23 | Comentarios {0}


Escrito por Isaac Alexander

Edición y notas de Fernando Loygorri


Judith decapitando a Holofernes de Artemisia Gentileschi. 1613
Judith decapitando a Holofernes de Artemisia Gentileschi. 1613

     Inicio esta entrada de El libro de la soledades de Isaac Alexander con una glosa mía. La última entrega de estas memorias o diarios de Isaac la publiqué en julio de este año 2021. Desde entonces arrumbé a Isaac en un cajón de mi vieja mesa de convento por una razón que quiero explicarte a ti, seguidor de las andanzas de este viejo amigo que se resiste a morir por lo mucho que escribió. Porque escribir (crear en general) tiene, a mi entender, el mismo propósito que el de tener hijos: permanecer tras la muerte, trascenderla. De ahí la famosa máxima de plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro: las tres actividades -salvo catástrofe- sugieren la continuidad en la vida tras la muerte. Escrita esta digresión, y muy sucintamente, quería aclarar que si dejé de publicar estas memorias fue porque empecé a sentir que Isaac se estaba adueñando de mi voluntad. Muchas veces me pasó con él y nos reíamos con la sensación que yo tenía (y tengo) de que Isaac Alexander tiene una carga electromagnética que me atrae indefectiblemente hacia él; hay un momento -tanto cuando estaba vivo como ahora muerto- en que si me mantengo mucho tiempo cerca de él, acaba atrapándome en su órbita como si él fuera un astro en el universo cuya fuerza de gravedad me atrajera  a mí, su luna pequeña, sometida a las leyes de la física de un sistema planetario. Planeta él entonces, luna suya yo.
     Pasados unos meses, siento que me he alejado lo suficiente de su atracción como para poder volver a él. Lo hago con alegría como quien se encuentra por un sendero con un viejo amigo al que hace años que no vemos. No sé cuánto tiempo resistiré esta vez su gravedad o si, quizá, se hayan tornado los papeles y el que era planeta sea ahora luna y el que era luna se haya convertido en planeta porque -remedando a Wittgenstein- "todo lo que se puede expresar es posible ".
Hecha esta nota previa, paso a retomar el Libro de Isaac.


     Anoche, frente a la primera chimenea del otoño, recordé un encuentro furtivo con un amigo. No suelo quedarme en los recuerdos del campo de concentración en el que pasé dos años y medio. Cuando vienen, los desecho como si fueran basura mental. No los censuro. Los desecho. No permanezco en ellos. No me regodeo en ellos. Sé que están y que forman parte no sólo de mi biografía sino de la biografía del mundo. La mierda es elemento esencial de la historia del planeta. El recuerdo ha llegado por el frío. Sin querer extenderme mucho -sobre todo porque hay ahora una calma que va más allá del silencio. Es la alta madrugada y fuera acaba de pasar un ráfaga de viento que ha movido cual si fueran bailarinas las hojas del arce que ya empiezan a tomar sus tonos ocres. Los perros y las gatas dormitan a mi alrededor y me sosiega mucho el sonido del fuego en la cocina y el inicio del olor a café que ya empieza a llegar- vi bajar a mi amigo O. (pongo tan sólo su inicial porque O. se avergonzaba de haber estado en un lugar como aquel y pedía a todo el mundo que fuera discreto porque O. hasta el estallido de la guerra había sido uno de los más elegantes y conocidos dandys de la ciudad suiza de Zürich). Sería largo de contar cómo fue apresado y más larga aún y terrible la peripecia que hubo de vivir antes de llegar al campo de concentración. Lo vi bajar del tren de ganado en el que nos traían a los campos. Su vagón quedó justo enfrente de mí que en ese momento cortaba las malas hierbas de unos parterres que había mandado hacer el  Obersturmführer del campo (creo que en otro lugar escribí el nombre del campo; también recuerdo el nombre del oficial pero, pasados los años, me parece que son datos que humaniza lo que en realidad no era sino una cuestión de lugares y escalafones de lo atroz. Negarles los nombres es un acto que busca negarles la identidad.) en los que quería plantar flores silvestres. En cuanto apareció en la puerta del vagón, nuestras miradas se encontraron y, amaestrados ya, disimulamos de inmediato y cada uno siguió con lo suyo. Sólo que desde ese momento tanto a él como a mí se nos había metido una idea en la cabeza: teníamos que entrar en contacto y vernos...

     Han pasado varias horas desde que escribí "teníamos que entrar en contacto y vernos". Donjuán tiene una diarrea espantosa. Cuando ya no puede más me avisa con jadeos, vueltas sobre mi butaca, arrastra su culo por el suelo. Salimos. La noche es fría y oscura. Se alivia. Nada más volver se queda de nuevo dormido, un dormir inquieto, poblado de pesadillas. Despierta. Vuelta a empezar. Me ha resultado curioso el hecho de que justo haya sido esta noche en la que después de tanto tiempo volvía a escribir sobre mi estancia en los campos de concentración, cuando Donjuán enferme de las tripas y tenga su mierda un olor insoportable a descomposición. Lo tendré en cuenta. 
 

Narrativa

Tags : Escritos de Isaac Alexander Libro de las soledades Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 22/09/2021 a las 12:48 | Comentarios {0}


La tentation de Saint Antoine de Félicien Rops. 1878
La tentation de Saint Antoine de Félicien Rops. 1878

El tiempo de la luna gorda. El tiempo de mirar el cielo. Despejado. Camino de la tarde. Más soledades. Quizás en breve tiempo. A veces, diría... volver a  El Libro de las soledades para vivir El libro de las soledades. Ni tan siquiera hoy te voy a colocar el enlace para que al clicar sobre el nombre del libro vayas a él. Navegaciones. Átomos. Estas constelaciones que supuestamente se alejan. Hablar en la noche. Varias horas.

El tiempo y sus ciclos. Saber que el tiempo no es igual en todas partes. ¡Qué hermoso pronunciar: Horizonte de sucesos! Volver a viajar y permanecer quieto al mismo tiempo. Los cambios que generarán una nueva rutina, es decir un nuevo no cambio. Paradojas que se resuelven en ocasiones con una delicadísima sencillez.

Tengo miedo. Lo digo hoy. Te lo digo a ti, mi querido lector, por si quisieras consolarme, estar cerca de mí en estas horas bajo el influjo de la luna gorda, influjo del culo manchado de la luna que es al mismo tiempo su faz y su belleza. No me perderé en contemplaciones, sólo que ayer al posar mi vista en la serpiente no di un respingo y me alejé lo más rápido posible sino que la acompañé hasta donde pude en su reptar (llegué hasta el muro que ella atravesó por una rendija). ¡Qué minúscula su cabeza! ¡Qué sinuosidades (me recordaron, no vagamente, a Salomé danzando)!  Porque tenía miedo a vivir es posible que temiera menos a la serpiente.

Si pudiera hablar en segunda persona del plural, dirigirme a vosotros, ser memoria vuestra, abrazaros así, grandemente, como si mis brazos fueran los de un Titán que no estuviera encadenado y no hubiera ofendido a los dioses. Grande. No fiero. Abiertos los brazos. Un abrazo universal. Un pensamiento dirigido por el Universo hacia este lugar microscópico que nuestra perspectiva convierte en gigante; si pudiera hablaros en un espacio vacío que por medio de una silla se convirtiera en escenario -una silla, por supuesto, ocupada por El Otro, por ti- y por medio de una gesticulación apropiada y unas palabras bien medidas pudiera transmitiros las causas y las consecuencias de mi miedo; si ese explicarme supusiera la desaparición o cuando menos la disminución de ese miedo entonces yo -mejor: el personaje que habla (personaje/persona proviene de máscara)- sentiría que el aire vuelve a entrar sin obstáculos en mis pulmones porque, ya lo sabes -¡Oh, caro!- el único efecto del miedo es que dificulta la entrada del aire en los pulmones y como consecuencia atosiga la sangre de resultas de lo cual todo el organismo se resiente.

Influjos de luna. Grandes riadas de sangre. Tormentas neuronales. La estación del otoño. Los primeros balbuceos de un niño y su falsa indiferencia al ver por primera vez el mar. Mecanismos de defensa. Menosprecios. Reacciones. Pensamiento→ tiempo→ miedo. Si quitas el pensamiento anulas el tiempo y al anularlo impides el miedo. No pensamiento→ no tiempo→ no miedo. Inmanencias.

He respirado. He movido el cuello. Una persona amada está siendo inyectada. Sobre mi cabeza sobrevuela la columna de humo de Ray Bradbury. Es él quien me ha animado a llamarte, mi querido lector, mi Otro... por ti resucitaré de entre los muertos y volveré a vampirizar lo que quede de sangre por mis venas.
 

Ensayo poético

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 21/09/2021 a las 13:18 | Comentarios {0}


Crónica de un viaje reciente


El quinto día, domingo, es el desayuno con Valentín en el bar de debajo de su casa, las compras en el mercado al aire libre, la vuelta con Luis a Madrid, la recogida de Nilo y la madrugada que pasamos.

Es particular la sensación de amanecer en un sitio y acostarte en otro muy lejos del primero. ¿Qué tiene el viaje? A parte de toda la carga literaria... los versos de Kavafis... las Ítacas. Moverse. Irse. Volver. Aceptar de nuevo la rutina de los días. La bendita/detestada monotonía tras los cristales. Algo hay en el movimiento que al hombre desajusta. Necesitamos aposentarnos. Necesitamos aposento. Me parece a veces que más es el descubrimiento de la agricultura consecuencia del afán de quedarse quieto en un mismo sitio hasta morir que lo contrario; debía de haber en el cazador/recolector un afán de quietud que lo llevó pocos miles de años más tarde al cenit de esa aspiración en la figura de Buda: ausencia y presencia inmóviles bajo la higuera.
Viajar -ya sea metáfora o realidad- conlleva siempre un estado de alerta que la vida contemplativa no tiene. Eso lo vio y lo narró muy bien Tolkien en su saga de El señor de los anillos y sobre todo esa sensación de riesgo, de temeridad que es también carga del viaje, la personificó con brillantez en los hobbits. Viajar es alejarse de lo conocido. En el trayecto de un sitio al otro estás a merced de demasiados imponderables como para dar por seguro nada, que es justo lo contrario de lo que ocurre cuando vives sedentario tu diario vivir. ¿Moverse es pues arriesgarse? ¿Quedarse quieto es estar a resguardo? Absolutamente no.

Así siento, ya un poco alejado de aquellos días, el viaje por las tierras asturianas. Un salir de la rutina, un arriesgarse al Otro y Lo Otro. Curioso que -cuando menos en mi experiencia- este riesgo haya solido resultar beneficioso.
Ahora busco un nuevo lugar donde aposentar mi cuerpo ya maduro, pronto a la vejez. Agradezco mucho la compañía de las gentes que me he encontrado en este viaje y agradezco a la tierra que muestre aún su tez más poderosa en forma de embates de las aguas, altos picos, corrientes furiosas, lujurias verdes, grandes arenales, alimentos exquisitos y gravedad justa.

He de seguir. La siguiente estación está al llegar.

Cuando emprendas tu viaje
desearás poder detenerte en los mercados de Fenicia
o de Grao y comprar en ellos hermosas mercaderías:
perlas, ébano, lentes prodigiosas, mapas,
astrolabios, cuadernos de bitácora;
y también, ¡cómo no!
podrás adquirir manjares únicos:
morcillas, callos, lechugas y tomates de la tierra asturiana
y así, si es largo y abundoso, te será grato
descubrir que lo más hermoso del viaje
no es llegar sino transcurrir.
 

Memorias

Tags : Asturias Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 19/09/2021 a las 14:00 | Comentarios {0}


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