También estas emociones forman parte del festín. La cordura no tiene freno, se precipita, ansía asirse a la raíz que ha surgido de la tierra que es la pared del abismo. También los sueños con gusanos forman parte del festín. Hay que cocinarlo todo. Hay que presentarlo bien todo. Por eso, cuando me miro y quiero suicidarme, sé que esta emoción tan intensa forma parte del festín de la vida. No podré decir. No llegaré a expresar -no con mis palabras- este querer asomarse y dejarse caer. No sé cómo transmitir que sólo me falta audacia para seguir camino. También que hay algo en la densidad de las nubes, en los fotones del mundo, en la ondas que navegan invisibles por el aire, hay algo en ellas, escribo, que me atan a este mundo de sensaciones y consciencias. Voy a seguir cocinando mi festín. Siento que queda poco para llegar a la sobremesa.
Fragilidad, tienes nombre
de mujer pero eres hombre.
El tiempo es un fenómeno para poder asir la realidad.
El espacio es un fenómeno para poder asir la realidad.
Apenas me mantengo en estos fenómenos.
La conciencia tiene como fenómeno básico la actitud proposicional.
Apenas me mantengo en la conciencia.
¿Y existen?
¿Son Cosas en sí?
¿Existe el tiempo en sí?
¿Existe el espacio en sí?
¿Existe la conciencia en sí?
¿Me deshago?
El espejo refleja una posibilidad de realidad.
Siendo el espejo plano genera profundidades.
¿Vivo en un espejo?
¿Soy un espejo?
La vida es breve, bien lo sé.
También sé que los grises del día de hoy en las montañas eran tan hermosos como los besos en los labios de mi hija cuando era muy niña.
¿Cómo lo haré?
¿Cómo se puede vivir así? Vivir así.
Vivir es un fenómeno.
¿Existe vivir como vivir en sí?
El amor se ha ido fundiendo.
Las noticias se han ido volando esta tarde cuando he abierto la ventana.
Los muertos se revuelven en sus tumbas.
Se han abierto las tumbas en la madrugá.
Cariño, diría. Abriría las fauces. Me comería un anillo. Nunca volvería a contraer matrimonio. No creo en los hombres. No creo en sus leyes. Tengo mi propia moral. Ni mejor ni peor.
La moral es un fenómeno.
¿Existe la moral como cosa en sí?
A la vuelta de la esquina, me dije.
En la vuelta de la esquina, le dije, mientras mi mano subía por sus muslos y tocaban la cálida humedad de su coño. A la vuelta de la esquina está el fin del mundo. El mundo se va cayendo. El mundo se diluye. El mundo se hace lento. Casi sonríe. Abre las piernas. Deja que meta mis dedos en su vagina. Todo es líquido y somos felices. Mordemos los labios. Nos apretamos. ¡Ah, sí cómo nos apretamos!
Dejaré que me entierres, le digo.
Dejaré que me inundes, me dice.
Enterrar es un fenómeno.
Inundar es un fenómeno.
¿Existe enterrar en sí?
¿Existe inundar en sí?
Si fuera todo amarillo. Si los verdes y los malvas se amalgamaran al inicio de la mañana. Llueven lágrimas. Se acerca el fin de mis dedos. No pienso volver a cojear.
Cógeme las manos. Escupe fuerte. Se fiero como los mastines de antaño. Deja que la marea te llegue hasta el pecho. Sueña conmigo. Deslízate. Oscurécete. Piensa en el más allá. No vueles. No sientas el silencio de la nieve en el musgo. No te quedes suspendida del crujido y el hielo.
Me muero.
Me estremezco.
El consciente que no lo es o lo es. La moderación o la intemperancia. Las lentas soledades. La verdad. La delicada equidistancia entre la fe y la incredulidad. La caricia de una voz amiga. La garrapata que busca donde aferrarse. La invención de Fernando. La hermosa visión por el amplio ventanal. Las nubes a lo largo del día. La conversación con un hombre allende el mar. La locura de un destino al que alcancé. El método. La voz de un hombre que fue militar y ahora invoca la paz. El transcurrir brevísimo de la existencia. El deseo. Lo imposible. La vuelta una vez y otra. La certitud de que hay circunstancias que no tienen explicación. La crueldad. Los niños terribles. El verbo asumir. La caída ayer por la noche. Asomarse al abismo. Asomarse al más allá del músculo del corazón. Pulsar el tempo. Esperar la mano. Cerrar la autoridad potra. O dejarla estar. En esta noche de mayo. Un día más entre flores y voces. La espera. Lo que no va a llegar. La imaginación que genera una escena con un desenlace inesperado. La invocación a la tiké sin que ello suponga menoscabo de cualquier otra posibilidad. Lo que no se puede decir. Donde no se puede estar (en ningún sitio excepto en uno). La mañana. El sueño y sus devaneos. El recuerdo. La espera. Buenas noches flor de la violeta.
Al caminar esta mañana un día más por unos campos
que no me corresponden
-son muchos los días que caigo en la misma impostura-
he soñado un endecasílabo; es cierto que el perro
corría por el terreno abrupto,
también lo es que un hombre viejo,
en todo semejante a un hobbit
como lo es también su mujer
incluso la casa en la que habitan,
hablaba de los tiempos en los que los manantiales
borboteaban de aguas cárdenas;
me he quedado con esa expresión,
la he guardado en el corazón de mi memoria
y he seguido caminando hacia las alturas
a donde nunca me llevarán mis piernas,
un lugar al que quizá sí alcance mi alma
si es que tal esencia anida realmente
en la materia de los hombres;
al llegar al banco en el que siempre me siento
me he encontrado con tres vacas y tres terneros
-¡qué blancos terneros! ¡qué tiernas vacas!-;
educadamente se han apartado y me han permitido tomar asiento
para que pudiera cerrar los ojos
y sentir el viento del norte en mi rostro
mientras los párpados caen
y tornan rojizo y uniforme el mundo;
luego hemos descendido y el perro y yo
hemos escarbado bajo un espino
en busca de la pelota que había ido a parar allí;
¡qué valiente el perro! Lo ha conseguido.
Yo tan sólo me he acercado, he inspeccionado,
he removido la tierra, he estado atento a no
remover un avispero, he seguido las indicaciones del perro,
he esperado a que él terminara la faena.
Ha sido entonces, al volver al camino,
cuando ha surgido el verso endecasílabo:
¡Qué triste la tristeza cuando es triste!
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Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 04/06/2023 a las 13:07 | {0}