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Proemio
Me llama Fernando García-Loygorri a altas horas de la madrugada. Él sabe que soy animal nocturno (en realidad también lo soy diurno y vespertino. Quiero decir: soy animal a todas horas) y que es en la madrugada cuando más me dedico al juego de la elucubración y los escritos con los que suelo (en más de un 99,99%) limpiarme el culo de la primera cagada del día siguiente (la deliciosa cagada del café con leche y cigarrillo mientras el cuerpo caliente de la amante de turno me espera en la cama, oculto por las sábanas... -sabéis que muero por el cuerpo de una mujer dormido a mi lado, en el lado izquierdo del lecho, bajo esta luz salvaje del fin del mundo. No me avergüenza el contaros que en muchas ocasiones disfruto tan sólo del cuerpo, importándome un ardite la mente del cuerpo con el que estoy. Aseguro que el cuerpo del que hablo siente la misma simpatía por mí. Bendito sea si después de toquetearnos, se nos abre la mente y comulgamos aunque sea en dos ideas frenéticas- murmuraciones de viejo verde). Como decía, me llama F.G.L. (me comentó -para que veáis hasta qué punto la vanidad se acomoda hasta a las iniciales- que le gustaba que escribiera sus iniciales porque son las mismas que las de Federico García Lorca) y me pregunta si tengo algo escrito contra la democracia. Yo le contesto, lo más amable que puedo, que por qué no le dan un poquito por el orto y se deja de grandes palabras o de conceptos grandes, que padres tiene la iglesia y que a qué viene ahora esa pregunta. Me responde Loygorri que hace tiempo una amante le metió un consolador por el mismísimo orto y que lo hizo con tal frenesí que le provocó un desgarro -desgarro físico, no moral- y que quizá fue el recuerdo de ese dolor que sintió -a la par que placer- lo que le llevó a pensar en mí y mis posibles escritos anti-democráticos. Le respondo que si es así la cosa cambia. Todo pensamiento nacido de un consolador en el culo me merece el mayor de los respetos. Así es que le pido que me dé unos días para revisar lo poco que guardo de lo mucho que escribo e incluso -le exclamo- si no tuviera nada al respecto quizá sea una buena analogía para empezar a discurrir sobre ese término con el que se llenan la boca tantas y tantas personas del occidente mundo. Me agradece Loygorri mis palabras y le respondo si como agradecimiento no podría presentarme a la amante que le desgarró. Ríe él. Río yo. Me llama viejo rijoso. Le llamo maricón frustrado. Me contesta que no es políticamente correcto llamarle maricón. Le digo que se vaya a la mierda. Vuelve a reír. Vuelvo a reír. Termino la conversación con un algo te mandaré.
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Ensayo
Tags : Versus democratia ¿De Isaac Alexander? Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 06/05/2015 a las 19:17 | {0}