[…] como si viniera la saliva a estropearlo todo […] en ese mundo de la infancia del que es tan difícil escapar. Habrá fugitivos de su infancia, personas que lograron doblegar las improntas implantadas, que pudieron desligarse del poder de Los Otros y fueron capaces -seguramente por mutación- de desafiar a Las Máximas Autoridades e incluso pasar por encima de Ellas y aplastarLas.
[…] durante muchos años yo había entendido que cuando la poeta1 dijo La infancia es la única cárcel de la que no puedes escapar, se refería al momento en el que esa infancia era vivida, era cárcel en tanto en cuanto existía; ahora creo entender que la poeta en realidad quiere decir que es la infancia la cárcel y estamos condenados a cadena perpetua.
¡Sean benditos los que logran fugarse de ella!
¡Bienaventurados aquellos que han trascendido su ansia de mierda y ya no quieren meterse más en la boca!
¡Alabados sean los duros de corazón, lo que saben mirar de frente la desgracia y la aceptan y no se protegen de ella sino que se dejan llevar por su Fortuna y no juzgan y apencan!
¡Bienvenido sea el dolor maduro, el nacido de la experiencia y no del deseo! Ese dolor que se ha alejado de los pechos nutricios y venenosos de la Madre y del falo atractivo y fatal del Padre; ese dolor que no reposa en la jerarquía impuesta en el hogar ni en los caprichos afectivos de Los Dioses.
¡Cárcel la infancia, sí! ¡A cadena perpetua condenados!
¡Fugaos! ¡Huid! Debéis urdir un plan. Ojalá sintáis que estáis en movimiento y seáis, cuando menos, capaces de admitir que el tiempo no es direccional como tampoco el espacio mide siempre lo mismo. ¡Fugaos del hogar! ¡Arrojad la mierda donde la tengáis que arrojar pero acordaos de no arrojarla en vuestra boca!
Esta es la noche que aún vivo. La luna creciente sobresale en un fondo oscuro. Infancia y cárcel surgieron a partir de un pensamiento que nació mientras leía la introducción al Diccionario combinatorio español de Ignacio Bosque. Ahora todo es silencio y el silencio suena: la campana es silencio y el ladrido y la respiración. Escribo y callo. Escribo a mano en esta noche del 23 de diciembre del año dos mil veintitrés, noche en la que ya estuve.
[…] (a veces no sé si logré fugarme; tampoco sé, a veces, si Vishnu realmente está dormido y nos sueña; no sé porque me encuentro donde estoy ni si soy poeta. La vida se me pasó escribiendo… eso es cierto. Quizá fui madurando y metamorfosis a metamorfosis me fui convirtiendo. Es tan arduo. No tiene que ver con la cantidad, tiene que ver con la comprensión. Decía Mallarmé a propósito de la poesía une hésitation entre la sens et le son. Si logré fugarme de mi infancia seguro que soy poeta. No podría haber sido otra cosa. Un poeta además al uso: bohemio, pobre, casi desconocido. Un poeta de siempre. ¿Y si no hui? Si así fuera, si permaneciera atado al duro banco de mi propia galera -mentalidad de niño en cuerpo de viejo-; si aún fuera incapaz de aceptar lo que ocurrió; no hay muchas maneras de decirlo, es mucho más indigno que el menosprecio; si no me hubiera fugado; si en los sueños, desde lo abisal, surgieran (de nuevo) los mismos peces monstruosos que inundaban las noches de mi infancia; si volviera a sentir la sensación de ser culpable y fuera incapaz de sacudirme ese sentimiento entre narcisista e inferior que provoca una tensión insoportable, como si estuviera atado en un potro emocional; si no me hubiera fugado y estuviera mi cuello enganchado a una argolla que me impide girarlo y por lo tanto me obliga a mirar siempre las mismas sombras reflejadas sobre la misma pared de una cueva en la que nunca entraron los rayos del sol; si no hubiera huido; si siguiera siendo un niño…)
[…] es la noche con el cuello rígido y las manos ágiles. Van pasando las líneas y la idea se aleja. Fumaré un poco de hachís y volverá mi mente a sentirse ligera e inquieta. Mañana será un día largo (no por nada, me apetecía escribir la frase) y llegará una noche difícil si la infancia aún me tiene entre sus muros y empieza a caer sobre el patio de la cárcel una nevada que se agrisa y se funde cuando entra en contacto con el suelo. La estructura de la cárcel de la Infancia es panóptica (tú siempre puedes ser observado y nunca puedes saber si lo eres), no hay ángulos muertos en las celdas. No puedes desnudarte sin dejar de sentir el pudor de quien es esclavo. La porra no andará lejos. Tampoco la picana.
¿Si me fugué? ¿Si sirve este silencio? ¿si sirve tener sesenta y tres años y haberse abrigado con un forro polar para salir al jardín de mi casa y sentado en un saliente de una roca vivir la noche fría de diciembre junto a mi perro que siente, por cierto, gozo de estar allí junto a mí? Si elegí. Si éste era el camino que urdí (incluso a mis propias espaldas, en ese mundo insondable que Freud llamó inconsciente) para traerme hasta aquí, a este mini universo, en una soledad a prueba de temerarios, con la fe puesta en que la suerte me siga acompañando hasta llegar al día en que me sienta libre y sea plenamente consciente de que la cárcel quedó atrás y con ella sus carceleros y sus presos; sí, hay otros presos, incluso presos de infancias futuras, presos a los que sé que no volveré a ver a no ser que sean capaces de escapar de su infancia, la cárcel que compartimos, la cárcel que transmitimos. Sí quiero este silencio. Voy a hundirme en él; voy a bucear por última vez antes de morir; bucearme para bucear el mundo desde la madurez y luego salir a la superficie con los cabellos canos y con la satisfacción que se siente por haber escrito unos pocos versos buenos.
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Ensayo poético
Tags : Fantasmagorías Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 23/12/2023 a las 19:40 | {0}