1.- Establezco una misión inútil. Una puerca misión si se quiere. Luego me decían (me escribían), ¡Qué quejoso eres!
2.- Cuando explico mi peripecia vital, desde la primera palabra que pronuncio, sé que no estoy contando la verdad. La verdad no existe, la diga Agamenón o su porquero.
3.- Cada vez me da más miedo hablar. No quiero manipular lo (aquello que es, sea fraudulentamente, sea esencia, me equivocaba el otro día contando un cuadro de Sorolla y yo creía que era verdad porque lo había entendido mal. Un cuadro pequeñito, un cuadro en realidad para calentar la mano y la imaginación porque yo soy además de todo lo demás, yo soy guía en la Fundación Amyc). Porque quedarme callado (a lo peor -por esa necesidad- podría nacer en mí un cáncer de garganta, como le nació a mi padre) con algo bello que la vida me otorgó que es la voz.
4.- Ocurre la primavera. Ocurre el paseo con Nilo. Hace ya días (incluso meses. [Yo ya no sé. De terror ya no sé] ¿Cuál era el tiempo? La inolvidable constancia de la horas. También en la desproporción. Verme. Un acantilado. Un saco de dormir. La playa. La mar. Lo último. No me he caído desde hace meses. También me duele la cabeza. Y vuelo. Volaría la queja. Yo tan quejoso. Volaría la resistencia, el color, la materia de la que se forman los astros y las piedras. Manipulos. Ayer con un cura agustino hablé latines. ¿Quién me lo iba a decir? ¿Por qué atraigo a los curas? Aunque éste parecía, ciertamente, un cura bueno. O sólo lo atraje por viejo. Siempre tuve un anciano amigo cuando era joven. Ahora ya no soy joven y él era viejo.
5.- Un día, escribo, por la tarde -para ser preciso- (¡qué pocas cosas hay en el mundo. Ciertamente qué pocas cosas hay. Veinte temas. Cien emociones. Varios colores. Unas letras. Nueve numeros... listas [hacer listas] atravieso las listas. Podría atravesarlas) atravieso un puente (que no es un puente, es la calzada de un represa y no sé cómo se llama exactamente esa calzada y me toca los cojones mi ignorancia porque yo he de saber, ¡hostias!, tengo que saber las palabras y si no tengo que saber buscarlas. Buscar las palabras para entender sólo racionalmente la vida) y veo en la presa de abajo una gran mancha de mierda. Esa mancha de mierda que flota en el agua, abajo, no sé por qué me sugiere de inmediato un continente y empiezo a ver cordilleras, grandes extensiones de sembrado, bosques y llego hasta el litoral y descubro golfos, cabos, acantilados y puertos naturales y bahías y pienso escribir sobre un continente que cada día varía su geografía y así un día pudiera ser un continente compacto y al día siguiente -merced a los vientos caprichosos, a corrientes extrañas, al aleteo de una carpa- ser un gran archipiélago o incluso un día verse por completo diluido en unas aguas oscuras, tenebrosas.
6.- Mucho más tarde paseo con Violeta y al llegar al punto de la calzada (que permite recorrer el muro de la presa) desde donde se ve la gran mancha de mierda, le cuento lo que se me ocurrió y ella me dice, ¿Así es que tú ves esa mancha de mierda y se te ocurre pensar en un continente movedizo?
7.- Retumbar de pasiones. Quedarme meditativo. Meditar. Los ojos cerrados. La mente abierta. La sal, lejana. Retumbar estos días frágiles y saber, ¡saber siempre! mi absoluta ignorancia y no poder, no tener las fuerzas para defender una postura vital, defenderla con alegría, con entrega, hasta el fin. Como una misión. Una misión puerca si se quiere.
8.- También me aman. Y ese sentimiento me hace dudar.
2.- Cuando explico mi peripecia vital, desde la primera palabra que pronuncio, sé que no estoy contando la verdad. La verdad no existe, la diga Agamenón o su porquero.
3.- Cada vez me da más miedo hablar. No quiero manipular lo (aquello que es, sea fraudulentamente, sea esencia, me equivocaba el otro día contando un cuadro de Sorolla y yo creía que era verdad porque lo había entendido mal. Un cuadro pequeñito, un cuadro en realidad para calentar la mano y la imaginación porque yo soy además de todo lo demás, yo soy guía en la Fundación Amyc). Porque quedarme callado (a lo peor -por esa necesidad- podría nacer en mí un cáncer de garganta, como le nació a mi padre) con algo bello que la vida me otorgó que es la voz.
4.- Ocurre la primavera. Ocurre el paseo con Nilo. Hace ya días (incluso meses. [Yo ya no sé. De terror ya no sé] ¿Cuál era el tiempo? La inolvidable constancia de la horas. También en la desproporción. Verme. Un acantilado. Un saco de dormir. La playa. La mar. Lo último. No me he caído desde hace meses. También me duele la cabeza. Y vuelo. Volaría la queja. Yo tan quejoso. Volaría la resistencia, el color, la materia de la que se forman los astros y las piedras. Manipulos. Ayer con un cura agustino hablé latines. ¿Quién me lo iba a decir? ¿Por qué atraigo a los curas? Aunque éste parecía, ciertamente, un cura bueno. O sólo lo atraje por viejo. Siempre tuve un anciano amigo cuando era joven. Ahora ya no soy joven y él era viejo.
5.- Un día, escribo, por la tarde -para ser preciso- (¡qué pocas cosas hay en el mundo. Ciertamente qué pocas cosas hay. Veinte temas. Cien emociones. Varios colores. Unas letras. Nueve numeros... listas [hacer listas] atravieso las listas. Podría atravesarlas) atravieso un puente (que no es un puente, es la calzada de un represa y no sé cómo se llama exactamente esa calzada y me toca los cojones mi ignorancia porque yo he de saber, ¡hostias!, tengo que saber las palabras y si no tengo que saber buscarlas. Buscar las palabras para entender sólo racionalmente la vida) y veo en la presa de abajo una gran mancha de mierda. Esa mancha de mierda que flota en el agua, abajo, no sé por qué me sugiere de inmediato un continente y empiezo a ver cordilleras, grandes extensiones de sembrado, bosques y llego hasta el litoral y descubro golfos, cabos, acantilados y puertos naturales y bahías y pienso escribir sobre un continente que cada día varía su geografía y así un día pudiera ser un continente compacto y al día siguiente -merced a los vientos caprichosos, a corrientes extrañas, al aleteo de una carpa- ser un gran archipiélago o incluso un día verse por completo diluido en unas aguas oscuras, tenebrosas.
6.- Mucho más tarde paseo con Violeta y al llegar al punto de la calzada (que permite recorrer el muro de la presa) desde donde se ve la gran mancha de mierda, le cuento lo que se me ocurrió y ella me dice, ¿Así es que tú ves esa mancha de mierda y se te ocurre pensar en un continente movedizo?
7.- Retumbar de pasiones. Quedarme meditativo. Meditar. Los ojos cerrados. La mente abierta. La sal, lejana. Retumbar estos días frágiles y saber, ¡saber siempre! mi absoluta ignorancia y no poder, no tener las fuerzas para defender una postura vital, defenderla con alegría, con entrega, hasta el fin. Como una misión. Una misión puerca si se quiere.
8.- También me aman. Y ese sentimiento me hace dudar.
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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 30/04/2015 a las 09:44 | {0}