Documento 24 de la serie de Los Archivos Póstumos de Isaac Alexander.
Datado el 15 de noviembre de 1999 en la ciudad de Madrid
Me dices Lucilo que te vas a casar y luego me preguntas si yo estuve casado alguna vez; dices que te resulta curioso no saberlo, tú que tanto sabes sobre mí y a quien tanto quieres. Incluso me has sugerido si yo podría aconsejarte... ¡no, no, jamás! Jamás daré un consejo, bien lo sabes, porque en mi caso aconsejar sería una impostura. Soy en esencia tan despreciable como el más despreciable de los hombres y no digo el más porque sería mentira y además petulante.
Quizá te haya sorprendido el título de la carta con el que respondo a tu anuncio. Escucha: fracasar, 'destrozar, hacer trizas' 'hacerse pedazos, naufragar (embarcaciones)', anticuado, hoy 'frustrarse, tener resultado adverso (una empresa)'. Fracasar es palabra tomada del italiano fracassare 'hacer trizas, destrozar','quebrar ruidosamente', derivado del anticuado cassare 'romper', tomado a su vez del francés casser y éste a su vez del latín quassare 'quebrantar'.
El quid del matrimonio no es el matrimonio en sí, querido Lucilo, sino su destrozo. Tengo en mi memoria la imagen de muchas mujeres y muchos hombres hechos trizas tras un matrimonio fallido. Pocas cosas hay que devasten más y por eso verás que muchas son las parejas que se mantienen unidas hasta el final no porque se quieran sino porque les aterroriza el naufragio que les supondrá -sin ningún género de dudas- la separación.
El matrimonio -palabra cuya etimología se relaciona con que una mujer pueda ser madre legítima de los hijos de un varón- remite realmente no a la relación entre un hombre y una mujer sino a la capacidad jurídica de ambos para ser legalmente padres. Por lo tanto el fracaso de un matrimonio no es el quebrantar la relación íntima de la pareja sino su capacidad legal, es decir social, de ser padres. Para el amor el matrimonio es un estorbo; para la sociedad es un bien como lo pueda ser el patrimonio.
Ocurre que las parejas que se atreven a romper su matrimonio, rompen un lazo social que al unirse al afectivo produce un quebranto absoluto de sus vidas: la vida privada y la vida pública. Habrás observado que una pareja que no viva bajo el mismo techo, si se separa no causa tanto pesar, entre los más allegados, que una pareja que haya cumplido con el rito social de ser consagrados como posibles padres legítimos de una descendencia a la que por supuesto le tocará legalmente heredar.
Recuerda pues que al contraer matrimonio no apuestas por el amor con tu pareja sino con la Ley. Matrimonio y amor son cosas separadas que se unen bajo el amparo simbólico del rito. Pero ese rito, tenlo en cuenta, no está dedicado a la pareja sino a la pareja con respecto a la sociedad. La boda no une lo que ya estaba unido. La boda une a la pareja con la sociedad.
Como verás no te he respondido a la pregunta que me has hecho. Hay secretos que es mejor que no se sepa ni que lo son. Estoy sentado en una cafetería cerca del Teatro Real. Un hombre de unos treinta y tantos años, sentado en la mesa contigua a la mía, ha llamado a un amigo y le ha dicho si le podría acoger un tiempo porque ha decidido no volver más con su mujer. Ha intentado bromear un par de veces. Y de hecho parece que el amigo se lo ha creído. Cuando ha colgado el teléfono su gesto ha cambiado y ha adoptado el gesto de un hombre al que nadie observara. Imperceptiblemente niega con la cabeza. Agarra con fuerza el vaso de cerveza. Como si no fueran suyas, las respiraciones le delatan.
Quizá te haya sorprendido el título de la carta con el que respondo a tu anuncio. Escucha: fracasar, 'destrozar, hacer trizas' 'hacerse pedazos, naufragar (embarcaciones)', anticuado, hoy 'frustrarse, tener resultado adverso (una empresa)'. Fracasar es palabra tomada del italiano fracassare 'hacer trizas, destrozar','quebrar ruidosamente', derivado del anticuado cassare 'romper', tomado a su vez del francés casser y éste a su vez del latín quassare 'quebrantar'.
El quid del matrimonio no es el matrimonio en sí, querido Lucilo, sino su destrozo. Tengo en mi memoria la imagen de muchas mujeres y muchos hombres hechos trizas tras un matrimonio fallido. Pocas cosas hay que devasten más y por eso verás que muchas son las parejas que se mantienen unidas hasta el final no porque se quieran sino porque les aterroriza el naufragio que les supondrá -sin ningún género de dudas- la separación.
El matrimonio -palabra cuya etimología se relaciona con que una mujer pueda ser madre legítima de los hijos de un varón- remite realmente no a la relación entre un hombre y una mujer sino a la capacidad jurídica de ambos para ser legalmente padres. Por lo tanto el fracaso de un matrimonio no es el quebrantar la relación íntima de la pareja sino su capacidad legal, es decir social, de ser padres. Para el amor el matrimonio es un estorbo; para la sociedad es un bien como lo pueda ser el patrimonio.
Ocurre que las parejas que se atreven a romper su matrimonio, rompen un lazo social que al unirse al afectivo produce un quebranto absoluto de sus vidas: la vida privada y la vida pública. Habrás observado que una pareja que no viva bajo el mismo techo, si se separa no causa tanto pesar, entre los más allegados, que una pareja que haya cumplido con el rito social de ser consagrados como posibles padres legítimos de una descendencia a la que por supuesto le tocará legalmente heredar.
Recuerda pues que al contraer matrimonio no apuestas por el amor con tu pareja sino con la Ley. Matrimonio y amor son cosas separadas que se unen bajo el amparo simbólico del rito. Pero ese rito, tenlo en cuenta, no está dedicado a la pareja sino a la pareja con respecto a la sociedad. La boda no une lo que ya estaba unido. La boda une a la pareja con la sociedad.
Como verás no te he respondido a la pregunta que me has hecho. Hay secretos que es mejor que no se sepa ni que lo son. Estoy sentado en una cafetería cerca del Teatro Real. Un hombre de unos treinta y tantos años, sentado en la mesa contigua a la mía, ha llamado a un amigo y le ha dicho si le podría acoger un tiempo porque ha decidido no volver más con su mujer. Ha intentado bromear un par de veces. Y de hecho parece que el amigo se lo ha creído. Cuando ha colgado el teléfono su gesto ha cambiado y ha adoptado el gesto de un hombre al que nadie observara. Imperceptiblemente niega con la cabeza. Agarra con fuerza el vaso de cerveza. Como si no fueran suyas, las respiraciones le delatan.
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Ensayo
Tags : Escritos de Isaac Alexander Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 30/08/2019 a las 17:57 | {0}