Monólogo para una sola voz y varios sonidos
Mismo decorado que en la Escena 1ª con el añadido de un espejo de cuerpo entero en el lateral derecho. Es un espejo más bien estrecho, con el marco de madera cromado en plata. El marco está en mal estado y se ven varios desconchones en la pintura que dejan ver vetas sucias.
Una semana más tarde. Hacia las cinco y media de la tarde.
A lo largo de todo el monólogo Fernando se acerca y se aleja del espejo. Está desnudo y se viste con ropa interior de hombre y de mujer de forma absolutamente aleatoria, no primero de mujer y luego de hombre y así en una sucesión interminable sino que puede colocarse siete veces los mismos calzoncillos y luego una vez las bragas.
La ropa interior es: dos calzoncillos, un par de bragas, unas medias negras y una combinación de satén añil.
FERNANDO:
Desnudo frente al espejo. Chocheo. Tengo frío. Las nubes detrás de mí son heraldos del hades. ¿Por qué nos vestimos? ¿Con qué nos vestimos? No, no tengo miedo. No, no quiero el mal. No, no creo en el destino. No, no me imagino el mundo de otra forma. No, no he vomitado demasiado esta mañana. La luz no me mata. La ausencia me enloquece pero sé mantener mis constantes vitales. No me derrumbo. No anhelo sobrevivir. No me declaro inocente porque sea lo que hay que hacer.
Durante el tiempo siguiente, sea éste el que sea, dure éste lo que dure Fernando toma unas bragas, las palpa, se las pone, se mira varias veces en el espejo, se acaricia la entrepierna lentamente. Se gira frente al espejo. También puede llorar al mismo tiempo. También puede caer en una especie de aletargamiento. Quedarse parado como si a un muñeco se le hubiera terminado la cuerda.
FERNANDO:
¡Qué calamidad! Miré con los ojos puros. Estaba abierto a la pureza. No sé cuándo exactamente ni por qué lo hombres no podemos llevar estos tejidos cubriéndonos los genitales con suavidad tan adictiva. Te quiero, te diría. Te espero, te diría.
Pausa larga
Podría ser que mi imaginación me llevara a Tombuctú. Sé lo que es imaginar. Sé que debería sentarme frente a la máquina y empezar a teclear dejando que los dedos fueran conducidos por una mente que en todo se ha logrado desprender del control de la conciencia; sé que nadie conoce; sé que estamos al principio. Detrás de mí están las nubes que son los heraldos húmedos del hades. No me lamento. Cada vez me cuesta más aceptar... aceptar... ¿Dónde estoy? ¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿Cuándo llegué? Y si... vine perdido, no sé de dónde, vine perdido, vine sin memoria, era, soy, estatua, carne y estatua, hueso y estatua, carne de hueso estatua, escultórico, marmóreo. Vine. Me quedé. Confié. La tortura se había mantenido a una distancia prudente. Mírate. Ya estás viejo. Tu cuerpo es demasiado deforme. Ya no tienes mil cuerpos. Cúbrete. Fíjate en los lunares, cada uno con su rinconcito de cáncer. No temas. El desencanto es menos pendiente. Casi es una loma que va a morir a la mar. (Se observa en el espejo. Se ha puesto unas bragas bordadas moradas y las medias negras) Bella! Siéntese (se sienta). Si no me importa mantengo las piernas cerradas. Que la vida era esto no lo sabía. No, no las abro. No quiero abrirlas. Me mantendré con las piernas cerradas hasta el fin de mis días. He muerto para el mundo. He muerto para la sensualidad. Me importa un santo carajo. La lucha es por la paz no por la guerra. No tengo nada por lo que guerrear. Me estoy quedando sin fuego. Me estoy quedando estatua, sí, de sal, estatua de sal, mujer de Lot soy siendo yo mismo Lot. Soy y no soy estatua de sal y hombre que no puede mirar.
Calla. Se cambia de ropa. Despacio. Siempre despacio. Quizá grite alguna vez o corra por el escenario o llore tirado en el suelo, en un rincón del despacho o se quede mirando la llegada de la noche con un terror de iniciado o se quede quieto, muy quieto, con los calzoncillos por los tobillos y unas lágrimas que no terminan de rebosar.
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Teatro
Tags : Saturnales Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 02/01/2023 a las 17:15 | {0}