Monólogo para una sola voz y varios sonidos
Las escenas que siguen fueron escritas por Isaac Alexander. La idea era que en una última fase nos juntáramos durante un par de semanas en su casa del Ampurdá y rematáramos la obra a cuatro manos. La Muerte -casi siempre inoportuna- nos impidió vivir el plan.
Mismo escenario que en la escena anterior.
Son las tres y veintitrés de la madrugada.
EDGARDO:
El hombre sale y recoge una moneda. Camina. Asciende. Encuentra una bala que no recoge. La bala que no recoge será la que le mate para robarle la moneda que sí cogió... Eso ha sido todo. Eso he pensado hoy. ¿Por qué no puedo dormir? ¡Por qué no quiero dormir! Me rio con unas viejas canciones de juventud. Con algunas follé. Con otras me emocioné. Con muy pocas me emocioné mientras follaba. ¡Cuánto me gusta! El dolor, en cambio, te jode. Impide. Hubo unos años... no, no quiero hablar de esos años... ¿a quién le hablaría?.... ¿A quién le podrían interesar los dolores de un viejo recluido en una casa en lo alto de una serranía por donde el viento pasa y lo sabe? Iré a por una mandarina. Quizá me tome un vaso de leche caliente sin miel. No puedo tomar miel. No me pasa nada por no poder tomarla. Si me premiaran por hacerlo, podría denegar el premio. Eso haría. Quiero dejar de necesitar. Necesitar cada vez menos. Ni la luz siquiera. Saber vivir en los fiordos o en el centro de una ciudad tropical. Saber eso. No pido más. No pude. No supe. Nunca se llega a saber del todo. Al poco de iniciarse.... al poco de iniciarse.... aquellos años míos de 1976 fueron los más indecentes... aquellos años míos.... aquellos largos y tediosos meses del temor... no importa ya... puedo mirar esos recuerdos a la cara... compraré otro espejo y me lanzaré al abismo de mí mismo... escudriñaré cada poro de mi puta cara... a eso dedicaré los últimos años de mi vida... poros de una cara vieja.... Estudio de poros... ¡Ven, Ariadna! ¡Ven, mujer madura! ¡Abrázame impúdica! ¡Hazme lo que más duela! ¡Hazme lo que más goce! En esta noche fría... la mitad del océano de la madrugá... el perro a mis pies duerme el sueño de los justos mientras que yo, pecador, me desangro por la conciencia de mí... ¡Oh, si fuera perro!
Alcanzado por el influjo de Morfeo, Edgardo queda repentinamente dormido en la butaca. La noche se encargará de arroparle. La luz se va a negro.
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Teatro
Tags : Saturnales Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 03/02/2023 a las 20:28 |