Carta que estoy enviando a todos los diputados del Congreso.
Señor Diputado:
He tomado la decisión que está usted leyendo, es decir le voy a escribir a usted. ¿Cómo se encuentra? ¿Desayunó bien esta mañana? Si tiene hijos, ¿los ha dejado en el colegio? ¿Ellos han desayunado? Y su pareja ¿qué tal? O su soledad, ¿le agrada? Son preguntas muy sencillas. Son preguntas de toda la vida. Preguntas de personas que saben que ese día volverán a casa, abrirán la nevera, picotearán algo… esas cosas.
Porque esa vida usted la vive, entonces al vivir usted esa vida no puedo llegar a creer eso que me dicen de que los políticos se encuentran alejados de la vida diaria del común de los mortales porque usted señor diputado es un simple y llano mortal y por lo tanto esa excusa de una especie de limbo social en el que ustedes viven no tiene sentido alguno. Apartada por lo tanto esta posible explicación del aparente descuido del sentir de los ciudadanos y suponiendo, por ahondar, en que obligación suya es saber de nuestra vida más que el común de los mortales, me atrevo a preguntar, ¿qué les lleva a comportarse de esta manera? ¿cómo atacan a quienes les dan de comer? Porque es el ciudadano el que le permite desayunar por las mañanas, llevar a sus hijos al colegio, picotear algo de la nevera. Porque usted, señor diputado, cobra un sueldo que sale de nuestros sueldos, ¿lo entiende usted?
Y ¿por qué digo atacar? Porque es el verbo más correcto. Mire, a mi me gusta mucho el diccionario de Autoridades, y en una de sus acepciones comenta que atacar es embestir al otro –le recomiendo que lea las otras acepciones. Metafóricamente con el asunto que estoy tratando no tienen desperdicio-. Ustedes están embistiendo nuestra forma de vida. Normalmente cuando se produce una embestida, la parte atacada puede recular, pero hay una ley física que avisa que la fuerza con la que se empuja genera una fuerza opuesta igual. Y dirá usted: si esto fuera así las fuerzas siempre estarían en equilibrio. Permítame recordarle la variable de dos fuerzas enfrentadas: la resistencia.
Usted lo habrá oído. Usted sabe que el sistema en el que vivimos ha estado sustentado en dos pilares básicos: el político y el económico. Dos pilares enfrentados. Dos pilares en lucha. ¿Se da usted cuenta de que la resistencia económica ha sido mayor que la política? ¿Se da usted cuenta de que el poder económico les está haciendo recular? ¿No es usted consciente de que el mayor aliado que podría usted encontrar para recuperar el poder perdido somos nosotros? O ¿se ha pasado usted al bando vencedor (de momento)? ¿No ha pensado que, en última instancia, si las cosas siguen haciendo aumentar el poder económico, se va a quedar usted sin trabajo?
Recapacite. Y recuerde que si es cierto que la insatisfacción genera consumo –según estudios realizados en el año 1925-, la desesperación conlleva alzamientos y ustedes con su actitud están provocando la desesperación en cientos de miles de ciudadanos. Imagine: hoy no tiene desayuno. Los niños no van a ir a la escuela. Su vida se pudre en la desesperación de no poder darle lo mínimo a los suyos ni a sí mismo. Y alrededor unos pocos pasean su vida en la abundancia. ¿No le suena? ¿Leyó historia? ¿Es lo que busca?
Reaccione señor diputado por nosotros y para usted.
Suyo afectísimo:
Fernando García-Loygorri Gazapo
He tomado la decisión que está usted leyendo, es decir le voy a escribir a usted. ¿Cómo se encuentra? ¿Desayunó bien esta mañana? Si tiene hijos, ¿los ha dejado en el colegio? ¿Ellos han desayunado? Y su pareja ¿qué tal? O su soledad, ¿le agrada? Son preguntas muy sencillas. Son preguntas de toda la vida. Preguntas de personas que saben que ese día volverán a casa, abrirán la nevera, picotearán algo… esas cosas.
Porque esa vida usted la vive, entonces al vivir usted esa vida no puedo llegar a creer eso que me dicen de que los políticos se encuentran alejados de la vida diaria del común de los mortales porque usted señor diputado es un simple y llano mortal y por lo tanto esa excusa de una especie de limbo social en el que ustedes viven no tiene sentido alguno. Apartada por lo tanto esta posible explicación del aparente descuido del sentir de los ciudadanos y suponiendo, por ahondar, en que obligación suya es saber de nuestra vida más que el común de los mortales, me atrevo a preguntar, ¿qué les lleva a comportarse de esta manera? ¿cómo atacan a quienes les dan de comer? Porque es el ciudadano el que le permite desayunar por las mañanas, llevar a sus hijos al colegio, picotear algo de la nevera. Porque usted, señor diputado, cobra un sueldo que sale de nuestros sueldos, ¿lo entiende usted?
Y ¿por qué digo atacar? Porque es el verbo más correcto. Mire, a mi me gusta mucho el diccionario de Autoridades, y en una de sus acepciones comenta que atacar es embestir al otro –le recomiendo que lea las otras acepciones. Metafóricamente con el asunto que estoy tratando no tienen desperdicio-. Ustedes están embistiendo nuestra forma de vida. Normalmente cuando se produce una embestida, la parte atacada puede recular, pero hay una ley física que avisa que la fuerza con la que se empuja genera una fuerza opuesta igual. Y dirá usted: si esto fuera así las fuerzas siempre estarían en equilibrio. Permítame recordarle la variable de dos fuerzas enfrentadas: la resistencia.
Usted lo habrá oído. Usted sabe que el sistema en el que vivimos ha estado sustentado en dos pilares básicos: el político y el económico. Dos pilares enfrentados. Dos pilares en lucha. ¿Se da usted cuenta de que la resistencia económica ha sido mayor que la política? ¿Se da usted cuenta de que el poder económico les está haciendo recular? ¿No es usted consciente de que el mayor aliado que podría usted encontrar para recuperar el poder perdido somos nosotros? O ¿se ha pasado usted al bando vencedor (de momento)? ¿No ha pensado que, en última instancia, si las cosas siguen haciendo aumentar el poder económico, se va a quedar usted sin trabajo?
Recapacite. Y recuerde que si es cierto que la insatisfacción genera consumo –según estudios realizados en el año 1925-, la desesperación conlleva alzamientos y ustedes con su actitud están provocando la desesperación en cientos de miles de ciudadanos. Imagine: hoy no tiene desayuno. Los niños no van a ir a la escuela. Su vida se pudre en la desesperación de no poder darle lo mínimo a los suyos ni a sí mismo. Y alrededor unos pocos pasean su vida en la abundancia. ¿No le suena? ¿Leyó historia? ¿Es lo que busca?
Reaccione señor diputado por nosotros y para usted.
Suyo afectísimo:
Fernando García-Loygorri Gazapo
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Ensayo
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 18/09/2012 a las 18:35 | {0}