Dice que hubo un tiempo en el que navegó demasiadas veces. No era el oleaje ni las costas nuevas. Era el exceso de paciencia. ¿De dónde -se preguntó un día mientras manejaba el timón con cierta abulia- proviene esa palabra? Sabe que el final se encuentra muy cerca. Sabe que avistará tierra a más tardar en tres días. Intuye farallones y brezo. La soledad del navegante tiene algo de nube aislada. La soledad del navegante es dura y verde.
Sabe que no debe decir muchas más palabras aunque le apeteciera hablar tras muchas jornadas con la sola compañía de las aguas; sabe que su fracaso no es esa palabra; sabe que en el inventario de sus existencias cuidó con mimo la que hoy debe echar por la borda como lastre. Lastre ¿de dónde proviene esa palabra?
También este cuaderno de bitacora debería ir terminándolo. No sabe muy bien por qué. Es una distensión entre el emisor y el receptor. Una maroma que anda floja.
Ha oído hablar de la necesidad de silencio. Como de tantas cosas. Callarse y esperar. Hasta que se diluya la esfera como ante la fuerza del aire explota la pompa. Sabe -mientras observa la estela que la quilla del barco abre en el mar- que el dolor irá menguando y que nada vale más que poder mover los dedos. La preocupación siguiente es éter.
Jerarquía del dolor, se dice.
Pequeño burguesismo, se dice.
La perversa influencia de las historias bien narradas, se dice.
Aquella vez que le atrapó, se dice.
El vendaval lo sortea con el chubasquero amarillo, amarrado al timón. Deja que la furia del agua azote su rostro y no teme la súbita oscuridad que se ha cernido sobre él. Sabe que el barco es marinero y que sus manos han sorteado ya tardes como ésta. Siente el mar como un aseo con jardines y no se va a avenir a la pena mansamente.
La estructura del mundo, se dice.
Hay que navegar esa ola, se dice.
Nunca de frente, se dice.
Mira al perro, a sus pies, tan marino como él, cómo aguanta el miedo del embate de la masa de agua contra la embarcación. No aulla. No tiene las orejas gachas sino que se mantiene atento por si tuviera que hacer algo, empapado como está hasta los huesos.
Hay que ir hacia allá, se dice.
En tres días, se dice.
Tarde, mucho más tarde (quizá nunca) supo que paciencia proviene de padecer y lastre podría venir del germano last "peso" aunque entonces lo probable es que se hubiera tomado del neerlandés o inglés last y que hubiera servido de intermediario el francés anticuado last hoy lest.
Sabe que no debe decir muchas más palabras aunque le apeteciera hablar tras muchas jornadas con la sola compañía de las aguas; sabe que su fracaso no es esa palabra; sabe que en el inventario de sus existencias cuidó con mimo la que hoy debe echar por la borda como lastre. Lastre ¿de dónde proviene esa palabra?
También este cuaderno de bitacora debería ir terminándolo. No sabe muy bien por qué. Es una distensión entre el emisor y el receptor. Una maroma que anda floja.
Ha oído hablar de la necesidad de silencio. Como de tantas cosas. Callarse y esperar. Hasta que se diluya la esfera como ante la fuerza del aire explota la pompa. Sabe -mientras observa la estela que la quilla del barco abre en el mar- que el dolor irá menguando y que nada vale más que poder mover los dedos. La preocupación siguiente es éter.
Jerarquía del dolor, se dice.
Pequeño burguesismo, se dice.
La perversa influencia de las historias bien narradas, se dice.
Aquella vez que le atrapó, se dice.
El vendaval lo sortea con el chubasquero amarillo, amarrado al timón. Deja que la furia del agua azote su rostro y no teme la súbita oscuridad que se ha cernido sobre él. Sabe que el barco es marinero y que sus manos han sorteado ya tardes como ésta. Siente el mar como un aseo con jardines y no se va a avenir a la pena mansamente.
La estructura del mundo, se dice.
Hay que navegar esa ola, se dice.
Nunca de frente, se dice.
Mira al perro, a sus pies, tan marino como él, cómo aguanta el miedo del embate de la masa de agua contra la embarcación. No aulla. No tiene las orejas gachas sino que se mantiene atento por si tuviera que hacer algo, empapado como está hasta los huesos.
Hay que ir hacia allá, se dice.
En tres días, se dice.
Tarde, mucho más tarde (quizá nunca) supo que paciencia proviene de padecer y lastre podría venir del germano last "peso" aunque entonces lo probable es que se hubiera tomado del neerlandés o inglés last y que hubiera servido de intermediario el francés anticuado last hoy lest.
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Narrativa
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 07/02/2017 a las 16:45 | {0}