Primero fue Dumbo. Los 101 primeros números. Luego debió de llegar Flash Gordon aunque seguramente no fue así. Demasiado pronto, pienso. Seguro que sí fueron seguidos primero Los cinco y después Los tres investigadores y aparecieron Tintín y Asterix. Yo creo que primero me gustó más Asterix luego el gusto cambió y hoy, a mis casi sesenta años, sigo leyendo Tintín. Debía de tener unos doce años cuando me rompió la cabeza la primera novela y aún recuerdo -y evoco- la sensación de no poder dejar de leer, de sentir un nudo terrible en el estómago, de sufrir con los personajes hasta el extremo de llorar como si fuera uno más de entre ellos. La novela era La vida sale al encuentro. Aunque antes y también muy vívidos estuvieron todos los libros de Sandokan. Nunca estuvieron en mi infancia las novelas de Julio Verne. Luego empecé a leer las novelas que mi madre tenía en su biblioteca y recuerdo Papillon y Chacal, best-sellers de entonces. En esa época estaban muy de moda las novelas de espionaje tras el telón de acero. Fue a los dieciséis años cuando se produjo la transformación. El cristianismo y la lucha de clases en la edición de bolsillo de Austral de tapas amarillas y ahí ya empezaron los grandes libros, las grandes pasiones. A los diecisiete Rayuela y Cronopios y Famas y El Libro de Lucas y Los Relatos, La señorita Cora y 62 modelo para armar y antes o durante, porque empezó entonces la costumbre de leer varios libros a la vez, Ligeia, La caída de la casa Usher, Berenice, El Pozo y el péndulo. Grandes orgías, constantes orgías entonces de libros y más libros. La fiebre latinoamericana Cien años de soledad, La Catedral, La consagración de la primavera, Paradiso y una caída en textos fundamentales La Biblia, el Bahavad Gita, El Corán y torrentes novelescos Manhattan Transfer y el encuentro fatal con el teatro Macbeth que me llevó de la mano a la poesía y de la poesía, como si fuera una sucesión natural, me di de bruces con el ensayo y de ahí derivé durante un tiempo en la filosofía a la que, por fin, pude tratar como lo que es: un género literario más. Hasta que vinieron, como si nunca se hubieran ido, los clásicos Poema de Gilgamesh, Illiada, Odisea, La Eneida que me pareció una de las lecturas más maravillosas que jamás he tenido gracias a la magnífica traducción de Javier de Echave-Sustaeta, Geografía o la más increíble enciclopedia que había leído hasta entonces La Historia natural y por supuesto la lectura de los diccionarios, dos resalto entre muchos, El Diccionario de Uso del Español y El Diccionario Ideológico cuyas lecturas probablemente me ayudaron para seguir las largas enumeraciones de las sagas mitológicas hasta llegar a esos libros mayores de la imaginación del hombre como son La Diosa Blanca, Las máscaras de Dios o Herreros y Alquimistas lecturas que me permitieron aventurarme en los mundos de la física y de la vida orgánica en cuyos textos descubrí el placer de no entender casi nada y también, gracias a la revista Investigación y Ciencia que la perseverancia tiene el premio del conocimiento.
Ojalá en esta prórroga de mi vida la pasión por la lectura siga siendo la emperatriz de mis pasiones. Ahora Kant y el ornitorrinco, Tertulia de Boticas y escuela de curanderos, Historia de las drogas, Sobre el amor, Lolita, Kafka, Eichman en Jerusalén, Nuestro Pueblo, Hedda Gabler, Tres sombreros de copa, Lenguaje y silencio...
Ojalá en esta prórroga de mi vida la pasión por la lectura siga siendo la emperatriz de mis pasiones. Ahora Kant y el ornitorrinco, Tertulia de Boticas y escuela de curanderos, Historia de las drogas, Sobre el amor, Lolita, Kafka, Eichman en Jerusalén, Nuestro Pueblo, Hedda Gabler, Tres sombreros de copa, Lenguaje y silencio...
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Ensayo
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 31/12/2017 a las 22:56 | {0}