Fue la constelación. Un apache en lo alto de loma. La visión de una imagen que provenía de la niñez. Fue al quedarse sin palabras (fuera caía una lluvia densa, la lluvia que cala las casas, la lluvia que suena a amenaza, la que desborda ríos, la que anega vaguadas, la que ante nada se detiene). Fue al contemplar durante horas el paso de la luz por una ventana. Fue el azar tuerto (sí, un azar que se levantara un poco la venda de sus divinales ojos y jugara un poco con la vida). Fue caer sin saber muy bien dónde se cae. Fue aturdimiento, mucho aturdimiento y muy constante; un estado físico que mantiene suspendidas las decisiones y que (quizás a ti, quizás a mí) hace creer que la duda no podrá dejar de socavar la esperanza. Fue una borrachera en silencio. El animal se encontraba en otra estancia. Todo estaba lejos. No llegaba a hacer frío pero podría hacerlo en cualquier momento. Fue la añoranza de lo que nunca fue (ni podrá ser nunca en el mundo fenoménico). Fue sentirse vieja en el vertedero que hay a las afueras de un pueblo al que las montañas amenazan con sus moles. Fue cuando pensó en el peso de las moles. Fue cuando pensó en sus ojos y el sonido que se producía en su corazón cuando la veía acercarse. Fue el asombro. Fue Shakespeare, una vez y siempre. Una vez y siempre Shakespeare. Fue sentir sus versos como verdades. Fue entender que hubo alguien que entendió en toda su dimensión la condición humana. Fue una lectura. Fue un saltamontes firmemente adherido a un muro. Fue el atardecer en las alturas, el oro viejo de un sol de otoño cuando noviembre se acerca y las brumas alcanzan la perfección. Fue nostalgia. Fue aviso. Fue ráfaga. Fue acurrucarse porque ha llegado la noche, una noche más, una noche en la que puede ser consciente de que es la noche. Fue la sopa con fideos. Fue el queso parmesano. Fue cerrar los ojos y no rezar. Fue no creer en Dios. Fue asistir atónito al vendaval. Fue maquillarse. Fue aniquilarse. Fue precipitarse. La aurora no había llegado. Los petirrojos no estaban en los árboles. El poste seguía caído. Las nubes barrían el aire. Fue el buitre en la roca. Fue el cormorán en su costa. Fue el faro en uno de los confines del mundo. Fue la pena. Fue la nena que se hundió en la mar. Fue un anillo. Fue un postigo. Fue el polvo que levanta las ruedas del carro. Fue la siesta en la era. Fueron los pasos por las galerías del museo. Fueron sus manos de cera. Fueron sus ojos plateados. Fueron las ganas de amar.
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Ensayo poético
Tags : Fantasmagorías Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 31/10/2023 a las 18:44 | {0}