Ha sido en la plaza de Alonso Martínez de la ciudad de Madrid. Como en un tema de Russian Red. Esa música que cabalga hacia el punto donde el mundo y el aire se dan la mano. Así. Estaba detenido en un semáforo; una mujer ha salido del metro; esa muijer ha mirado en derredor; luego se ha dirigido a un joven; le ha preguntado; él le ha indicado con su mano; la mujer le ha sonreído y ha tomado el camino que le señalaba el joven.
También cuando las respuestas son las oportunas a las preguntas (a la intención de la pregunta). La respuesta no tiene por qué ser la afirmación o negación de la pregunta; o la explicación de la duda; la respuesta puede ser el camino hacia la verdadera pregunta. Es cierto: la verdad es poliédrica.
Ha sido tomando cucharadas de un helado de tarta de queso. La noche caía. Se había levantado una brisa impropia de julio, bienvenida. Son los tirantes. La habitación revuelta. La ilusión por un objeto nuevo. La fotografía de la abuela de niña a la que tanto se parece la nieta. El nombre de un pueblo de las Landas (siempre Francia en mí).
O al subir el puerto de Galapagar. Esos tres minutos deliciosos por el aroma de jara y las curvas y el paisaje que se va cerrando hasta quedar convertido en una recta con hilera de pinos piñoneros.
Ha sido los abrazos. Las risas. La ternura. La distancia de los que están creciendo. Esa mirada verde oscura tan llena de picardía.
O tomar la calle Fernando el Católico en la que viví una extraña aventura que algún día contaré. Desde hace un tiempo, camino de la autopista de La Coruña, me gusta tomar por esta calle.
Ha sido el piano. Ir a buscarla a la piscina. Su cansancio al llegar la noche. Su gusto por las series de detectives. Su cursiosidad. Su ir, a largos trancos, convirtiéndose en mujer. La belleza de las personas sin sentimiento de culpa (aunque en las que lo tienen también anida la belleza).
Ahora se está nublando. Callan los pájaros. La arena de los niños está recién rastrillada.
Ha sido una noche en la terraza de casa. Ella leía En Llamas, la segunda entrega de los Juegos del Hambre, y yo El Nombre del Viento. Levanté la vista de mi lectura. La miré a ella, tan concentrada, todo era quietud y supe que ésa era una de las mil caras de la felicidad.
Hija y padre. Violeta y Fernando en el tiempo del estío.
Ha sido viendo la última de Harry Potter.
Ahora es agosto. Tardaré un tiempo en verla de nuevo. Pero Julio permanecerá en las paredes de esta nuestra casa. Nuestra hermosa casa. Donde desierto y oasis conviven.
También cuando las respuestas son las oportunas a las preguntas (a la intención de la pregunta). La respuesta no tiene por qué ser la afirmación o negación de la pregunta; o la explicación de la duda; la respuesta puede ser el camino hacia la verdadera pregunta. Es cierto: la verdad es poliédrica.
Ha sido tomando cucharadas de un helado de tarta de queso. La noche caía. Se había levantado una brisa impropia de julio, bienvenida. Son los tirantes. La habitación revuelta. La ilusión por un objeto nuevo. La fotografía de la abuela de niña a la que tanto se parece la nieta. El nombre de un pueblo de las Landas (siempre Francia en mí).
O al subir el puerto de Galapagar. Esos tres minutos deliciosos por el aroma de jara y las curvas y el paisaje que se va cerrando hasta quedar convertido en una recta con hilera de pinos piñoneros.
Ha sido los abrazos. Las risas. La ternura. La distancia de los que están creciendo. Esa mirada verde oscura tan llena de picardía.
O tomar la calle Fernando el Católico en la que viví una extraña aventura que algún día contaré. Desde hace un tiempo, camino de la autopista de La Coruña, me gusta tomar por esta calle.
Ha sido el piano. Ir a buscarla a la piscina. Su cansancio al llegar la noche. Su gusto por las series de detectives. Su cursiosidad. Su ir, a largos trancos, convirtiéndose en mujer. La belleza de las personas sin sentimiento de culpa (aunque en las que lo tienen también anida la belleza).
Ahora se está nublando. Callan los pájaros. La arena de los niños está recién rastrillada.
Ha sido una noche en la terraza de casa. Ella leía En Llamas, la segunda entrega de los Juegos del Hambre, y yo El Nombre del Viento. Levanté la vista de mi lectura. La miré a ella, tan concentrada, todo era quietud y supe que ésa era una de las mil caras de la felicidad.
Hija y padre. Violeta y Fernando en el tiempo del estío.
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Ahora es agosto. Tardaré un tiempo en verla de nuevo. Pero Julio permanecerá en las paredes de esta nuestra casa. Nuestra hermosa casa. Donde desierto y oasis conviven.
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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 03/08/2011 a las 14:34 | {1}