Voy a ensayar la calma. También el agradecimiento. Y sonará en mi interior (donde todo se esconde) una tonadilla que acompañe estas palabras. Salir dentro. Materia dentro. Lo que se convierte en fenoménico. La causalidad (o el destino). Dice Raúl * que dice Bolaño que la literatura es un peligro. Porque la literatura es asomarse a abismos (y no sólo asomarse a ellos también lanzarse a ellos y caer sin saber, sin saber -abismo sin luz; abisal de mar [y ahora descubro qué imagen he de poner. Aparece la asociación] sensación de peso inmenso, presión de agua salada, colapso de las vías respiratorias, cuerpo de pez. Ser escritor es ir adquiriendo con el tiempo branquias. Ahora es Ovidio y ese título que ya es en sí todo un alarde de escribir escribiendo Tristes y Pónticas). Tampoco hay que subirse a la parra. Tampoco hay que embriargarse de no-éxito o de éxito o de fortuna o de infortunio. No hay que alunarse ni estropear la sombra del árbol con una descripción fallida. A lo mejor sólo era necesario decir: la sombra del árbol). Morir por ella. Morir en ella mientras se vive, atento a la forma que se ve por vez primera, al sonido de una voz que se intenta delimitar con una frase. Vivir de ella sería chulería. Vivir junto a ella debe de ser lo más justo. Como todo aquel que ante el miedo avanza (no por valentía, sí por audacia). Recuerdo ahora los triángulos que tan bien sirven como soporte de cualquier estructura. El descubrimiento de la fatiga del triángulo. Rojo y Negro. Decía que audacia y pensaba: ¿Entre la valentía y la osadía se encuentra la audacia? Vengo y me detengo. No había nieve esta mañana. Yo la esperaba. Había, eso sí, unas nubes que se habían dejado traslucir por el sol. Había, eso sí, una soledad irreal como la hiedra abrazando el cactus y resonaba en los aires serranos la prima de una guitarra. (No resonaba. Mi imaginación la hacía resonar por la calle Bonita mientras Nilo husmeaba el resto de un festín). Luego, al volver a casa, escribí Voy a ensayar la calma y, consecuencia humana del intento, devine intranquilo: hice la casa que es quitar el polvo, barrer los suelos, limpiar los cuadros, fregar, hacer la cama, recoger la ropa sucia, disponer la cocina, adecentar el baño, airear el aire todo ello con evidente celo por renovar la ilusión de estar limpio como el espacio que habito: mi cueva, mi refugio, mi descanso, mi silencio, mi espanto, mi llaga, mi quebranto, mi alegría, mi música, mis luces, mi sofá, mis lecturas o marzo, sencillamente marzo, marzo que llega, cariñoso, sin presagios. Húmedos los suelos. Terminada la labor. Con mi perro en las piernas y abiertas las ventanas. ¡Qué lejano!
*Si cliqueas sobre el nombre verde de Raúl accedes a su página
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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 22/01/2014 a las 10:10 | {0}