Escucho en la radio que se ha erigido un monumento en el Parque Juan Carlos I de la ciudad de Madrid en homenaje a los muertos en el Vuelo JK5022 que ocurrió en agosto de 2008 en el aeropuerto de Barajas. Al acto ha asistido el alcalde de la ciudad Alberto Ruiz Gallardón.
¿Por qué se erige un monumento a unos muertos en un accidente de aviación? ¿Por qué asiste una autoridad política al hecho? ¿Por qué en un parque público? ¿Nos hemos vuelto locos?
¿Qué se homenajea? ¿La mala suerte de 151 personas? ¿La falibilidad de la técnica? ¿Por qué no se erige un monumento a los muertos en accidente de tráfico? ¿Y otro a los que mueren cuando se le cae el alero de un tejado al pasar por una calle poco transitada en un día ventoso?
En el discurso se dice que es para que no se olvide la tragedia. ¿Y por qué no voy a olvidar la tragedia? Entiendo que no la olviden -aunque tampoco lo entienda mucho- los deudos de los muertos pero un señor que pasea por el parque por la mañana ¿por qué no puede olvidarse de lo que ocurrió en un accidente?
O quizá los motivos sean otros. ¿Atraerá votos al señor Gallardón la escultura? Más claramente: hoy se homanajea hasta al gato siempre y cuando se obtenga un rédito político.
Monumentos espúreos, diría. Monumentos que no tienen sentido ninguno (si es que algún sentido tienen los monumentos a parte del legítimo derecho de los escultores a vivir de su trabajo). Porque, ya puestos, tan sólo tendría sentido levantar un monumento cuando un hecho cuya trascendencia social es decisiva, se preserva del olvido mediante la memoria monolítica de la piedra. ¿Qué trascendencia tiene un accidente? Si el propio término habla por sí solo de su fatum. ¿Desde cuándo se monumentaliza lo inexorable?
Ya digo, perplejo me tiene porque además, en el fondo, subyace -en mí- una suerte de parangón con otros monumentos que sí tienen sentido desde la perspectiva descrita un poco más arriba, como por ejemplo el monumento a los muertos en el atentado del 11-M. Porque aquéllos no murieron en un accidente, murieron en un acto de guerra y la guerra, ya se sabe, nunca es accidental. No deberían compararse muertes pero puestos a ello, desde luego que algunas sí merecen ser recordadas y otras, la mayoría, sencillamente y por el bien de todos, han de ser olvidadas.
¿Por qué se erige un monumento a unos muertos en un accidente de aviación? ¿Por qué asiste una autoridad política al hecho? ¿Por qué en un parque público? ¿Nos hemos vuelto locos?
¿Qué se homenajea? ¿La mala suerte de 151 personas? ¿La falibilidad de la técnica? ¿Por qué no se erige un monumento a los muertos en accidente de tráfico? ¿Y otro a los que mueren cuando se le cae el alero de un tejado al pasar por una calle poco transitada en un día ventoso?
En el discurso se dice que es para que no se olvide la tragedia. ¿Y por qué no voy a olvidar la tragedia? Entiendo que no la olviden -aunque tampoco lo entienda mucho- los deudos de los muertos pero un señor que pasea por el parque por la mañana ¿por qué no puede olvidarse de lo que ocurrió en un accidente?
O quizá los motivos sean otros. ¿Atraerá votos al señor Gallardón la escultura? Más claramente: hoy se homanajea hasta al gato siempre y cuando se obtenga un rédito político.
Monumentos espúreos, diría. Monumentos que no tienen sentido ninguno (si es que algún sentido tienen los monumentos a parte del legítimo derecho de los escultores a vivir de su trabajo). Porque, ya puestos, tan sólo tendría sentido levantar un monumento cuando un hecho cuya trascendencia social es decisiva, se preserva del olvido mediante la memoria monolítica de la piedra. ¿Qué trascendencia tiene un accidente? Si el propio término habla por sí solo de su fatum. ¿Desde cuándo se monumentaliza lo inexorable?
Ya digo, perplejo me tiene porque además, en el fondo, subyace -en mí- una suerte de parangón con otros monumentos que sí tienen sentido desde la perspectiva descrita un poco más arriba, como por ejemplo el monumento a los muertos en el atentado del 11-M. Porque aquéllos no murieron en un accidente, murieron en un acto de guerra y la guerra, ya se sabe, nunca es accidental. No deberían compararse muertes pero puestos a ello, desde luego que algunas sí merecen ser recordadas y otras, la mayoría, sencillamente y por el bien de todos, han de ser olvidadas.
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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 18/06/2011 a las 20:24 | {0}