Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri

ÉL:
Si tú quisieras abrirte... una vez... a mí... en este día de noviembre... otoño... si tú quisieras, si salieras de ese encerramiento, de esa fortaleza, de saber que tú, mi semejante, tienes, también, debilidades... iría entonces a lo largo de la rivera... me haría preguntas y sonreiría. Me habrías hecho... Sería feliz... Siéndote útil... es mucho más fácil dar que recibir... recibir implica deuda... ser deudor... deuda de una caricia o de un dinero o de un consuelo... Dar es tan fácil, es tan gratificante... te coloca a una altura... te sugiere algo que la moral aprueba... ser deudor en cambio roza lo inmoral y más si se es un deudor impenitente y más si se es un deudor que no tiene la posibilidad de devolver la deuda... porque nada pueda dar o porque nada tenga que ofrecer que el otro quiera aceptar como pago de la deuda... Ir por la rivera entonces... cogido de la mano del viento... bajo las nubes de un mes de otoño que acarician la tierra de tan bajas que van... o justo al amanecer... una niebla fría como dientes de lince... blanquecino el aire que entra en los pulmones y parece entumecer las vías respiratorias... Aunque fuera un ser compuesto... Estar cerca un día... Tomarte la mano a lo mejor... Que ese pequeño acto amistoso te reconfortara y dejaras caer por un momento todo el peso de tu existencia sobre mis hombros para que yo lo llevara un trecho, el suficiente para que tú tomaras resuello, volvieras a cargar tu propio peso y pudieras seguir... Aligerarte la vida... Que me permitieras aligerarte la vida para que yo sintiera que estabas en deuda conmigo y poder entonces decirte, No hay deuda. Todo está saldado... Eso sería la vida buena... Eso sería el equilibrio, tan necesario, tan aristotélico... No ocurre... Mi deuda es inmensa... No tengo forma de devolverla... Siento como si te hubiera cargado demasiado con el peso de mi fardo o como si tú te hubieras sentido en exceso fuerte y al hacerlo y no calibrar bien tus fuerzas hubieras caído agotado de mí, sin más posibilidad de mí, harto de mi peso... todo yo soy peso... No hay ligereza... Tampoco en mí la hay... Me debato desde hace meses entre expresarte mis sentimiento o callar... no es por un deseo de falsas aguas tranquilas... no es por cobardía... sino por un convencimiento que tengo y es que nadie aprende nada de los demás... La tarde ha pasado entre vientos tempestuosos y grandes calmas... A lo lejos el mar ardía bajo la luz de un sol que al declinar enrojecía... Han graznado las aves graznadoras... Han cantado la llegada de la noche las ánimas de los muertos que pasean por el bosque cercano cuando la bruma las confunde con las formas sagradas de un rito eónico... La lumbre del fuego apenas ilumina y calienta poco... Así lo quiero: el frío y la penumbra me ayudan a pensarte... Tan lejos... Tú que para mí eras eterno... Qué grande ha de ser mi deuda para que no puedas aumentarla... ¡Cuánto ha de pesar mi fardo para que no puedas llevarlo un metro más!... Cómo no me di cuenta que mi crédito se agotaba... Cómo he llegado hasta aquí... Imagino salinas y en ellas, inmiscuidas de una manera que no llegamos a imaginar se mueven los protistas, seres pequeños sin sistema nervioso, sin grandes alteraciones metabólicas... Si aumento la distancia... Si me voy a los confines del Universo (sea lo que sea el término confín que cuando menos sugiere un límite; sea lo que sea el universo cuya realidad mejor medida es que en su esencia es nada) me siento protista en nuestro pequeño mundo y a ti en cambio te intuyo con más células, mejor compuesto o más compuesto, mejor preparado para soportar los embates de la vida, rodeado de otros seres que te ampararán... tú hiciste tu colonia de seres semejantes... yo no he sido capaz de crear colonia alguna... Perdóname... Siempre te querré... Aunque esté en deuda contigo... Has de saber que los deudores solemos acabar detestando a nuestro acreedores. Imagino que es un sentimiento de defensa... Por eso coloco esa conjunción adversativa... Perdóname por haberme endeudado tanto... Nunca tuve medida.... Fuiste demasiado generoso... Estoy a la deriva... No he sabido comportarme nunca... Me falta el tacto del juego... Siempre tuyo... Por siempre tuyo... Hasta el último aliento tuyo... Tuyo si la memoria no me falla... Tuyo si el lenguaje no me falla... Tuyo si las emociones no me fallan... Esperando poder devolverte... Disminuir mi deuda... Tan inmensa... Como noviembre que algunos años es inmenso... Océanos... Migraciones de uranias ripheus... La caída de la flor del cerezo... los campos de lavanda...  
 
Rostro. Dibujo de Alberto Giacometti
Rostro. Dibujo de Alberto Giacometti

Teatro

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 18/08/2020 a las 16:33 | Comentarios {0}








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