La noche anterior, sobre las tres de la madrugada.
Un bulto se escurre.
Atraviesa el pasillo.
No hay luz.
Sobre la madera gotas de sangre que desaparecen de repente (como si fueran la últimas de un cuerpo).
Vence el sueño.
Lucha la polilla.
No es una pesadilla. Ni es la realidad.
Una duermevela cuya parte dormida tiene miedo y cuya parte velada siente el miedo.
Oscuras las patillas del gitano.
Largas las crines de la yegua.
Profunda la garganta.
Las estrellas asaltan el cielo negro.
Se asoma un gusano de luz.
La perra ladra y se desvanece.
La berrea hurga en las tripas de los machos.
Sueña el estanque que es mar.
Se ilusiona el mar con ser pequeño.
La ardora, febril, asalta la playa con su luminiscencia verde.
Era cerca de Portugal.
Ante el océano sin fin.
La noche anterior, sobre las tres madrugada.
Maúlla el gato negro que nunca es pardo.
Aúlla el carbón en lo más escondido de la mina, protegiendo el grisú.
Desnuda la espalda.
Acuesta la mano.
La barba aprieta el cuello.
El pecho se niega a hincharse.
Barritan en la selva y caen los árboles.
Se abrazan tiempo y pensamiento y conforman el miedo.
Se dicen algo a las tres y cinco.
Un bulto se escurre.
Atraviesa el pasillo.
No hay luz.
Sobre la madera gotas de sangre que desaparecen de repente (como si fueran la últimas de un cuerpo).
Vence el sueño.
Lucha la polilla.
No es una pesadilla. Ni es la realidad.
Una duermevela cuya parte dormida tiene miedo y cuya parte velada siente el miedo.
Oscuras las patillas del gitano.
Largas las crines de la yegua.
Profunda la garganta.
Las estrellas asaltan el cielo negro.
Se asoma un gusano de luz.
La perra ladra y se desvanece.
La berrea hurga en las tripas de los machos.
Sueña el estanque que es mar.
Se ilusiona el mar con ser pequeño.
La ardora, febril, asalta la playa con su luminiscencia verde.
Era cerca de Portugal.
Ante el océano sin fin.
La noche anterior, sobre las tres madrugada.
Maúlla el gato negro que nunca es pardo.
Aúlla el carbón en lo más escondido de la mina, protegiendo el grisú.
Desnuda la espalda.
Acuesta la mano.
La barba aprieta el cuello.
El pecho se niega a hincharse.
Barritan en la selva y caen los árboles.
Se abrazan tiempo y pensamiento y conforman el miedo.
Se dicen algo a las tres y cinco.
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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 29/05/2012 a las 23:07 | {0}