Milos Amós divaga con la caída de la hoja del árbol que tiene enfrente. El café frío. El ánimo frío. Una barba de días, las uñas algo sucias y una música de jazz (como la noche de la bajada a los infiernos cuando entraba en un café jazz y se encontraba a una saxofonista coja que acariciaba las teclas con pudor) ahora que la luz ya asoma y los pájaros comienzan su incesante piar de hambre.
Milos Amós suspira y relee la educada y casi velada crítica que Raúl Morales hace en su hermoso blog Luz en la Ventana acerca de los falsos poetas que publican y son premiados con falsos poemas. Dice Raúl Morales: Suficiente ojear brevemente sus libros para saber que no se han vaciado para abordar el poema y luego añade: No juzgo.
Milos Amós sí juzga (también juzga Raúl Morales, es un juicio lo que acaba de exponer y además juzga con dureza empero teñida de quietud y como aislado el juicio de posibles nombres. Juzga y se desgañita. Es un grito pero es un grito sordo como el mejor grito de la historia del cine en las escaleras exteriores de la Opera de Palermo cuando los enemigos de Michel Corleone asesinan a su hija y Michel, abrazado a ella, exhala un grito que no se oye, un grito que estalla dentro, un grito desgarrador por mudo, un grito sólo para sí abierto al mundo) y por eso se afirma (reflexivo el verbo porque se encuentra solo y no tiene nadie con quien dialogar) en su capacidad de juzgar y en su incapacidad para creer, ciegamente, en la justicia. Tampoco en la suya. Tampoco.
El escritor tras el vaivén de las flexípedes ramas del árbol se acoge, se abraza y sabe que tan sólo le queda la tenacidad (una cualidad que algunos le hurtan) de creer y descreer a un mismo tiempo, de alejarse y acercarse a un mismo tiempo, de reír, de reír cada vez más alto y cada vez más mudo, una risa sin gesto y un desdén sin soberbia.
Milos sabe -o cree saber- que hay que sacarse del corazón las verdades. No es envidia, es justicia y la justicia ha de juzgar los hechos no las personas y así sí es posible coger un libro de poemas o cualquier obra de arte y sobre el hecho artístico juzgar.
Tenaz abre el cuaderno, toma la pluma de tinta verde, se quita las gafas de ver de lejos y tras suspirar entra en una casa del centro de la ciudad donde una mujer llamada Bestiaria descifra lentamente un manuscrito llamado El Ladurm.
Milos Amós suspira y relee la educada y casi velada crítica que Raúl Morales hace en su hermoso blog Luz en la Ventana acerca de los falsos poetas que publican y son premiados con falsos poemas. Dice Raúl Morales: Suficiente ojear brevemente sus libros para saber que no se han vaciado para abordar el poema y luego añade: No juzgo.
Milos Amós sí juzga (también juzga Raúl Morales, es un juicio lo que acaba de exponer y además juzga con dureza empero teñida de quietud y como aislado el juicio de posibles nombres. Juzga y se desgañita. Es un grito pero es un grito sordo como el mejor grito de la historia del cine en las escaleras exteriores de la Opera de Palermo cuando los enemigos de Michel Corleone asesinan a su hija y Michel, abrazado a ella, exhala un grito que no se oye, un grito que estalla dentro, un grito desgarrador por mudo, un grito sólo para sí abierto al mundo) y por eso se afirma (reflexivo el verbo porque se encuentra solo y no tiene nadie con quien dialogar) en su capacidad de juzgar y en su incapacidad para creer, ciegamente, en la justicia. Tampoco en la suya. Tampoco.
El escritor tras el vaivén de las flexípedes ramas del árbol se acoge, se abraza y sabe que tan sólo le queda la tenacidad (una cualidad que algunos le hurtan) de creer y descreer a un mismo tiempo, de alejarse y acercarse a un mismo tiempo, de reír, de reír cada vez más alto y cada vez más mudo, una risa sin gesto y un desdén sin soberbia.
Milos sabe -o cree saber- que hay que sacarse del corazón las verdades. No es envidia, es justicia y la justicia ha de juzgar los hechos no las personas y así sí es posible coger un libro de poemas o cualquier obra de arte y sobre el hecho artístico juzgar.
Tenaz abre el cuaderno, toma la pluma de tinta verde, se quita las gafas de ver de lejos y tras suspirar entra en una casa del centro de la ciudad donde una mujer llamada Bestiaria descifra lentamente un manuscrito llamado El Ladurm.
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Tags : La Solución Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 13/11/2008 a las 10:42 | {0}