En la mañana tuvo una precaución excesiva al conducir. Tenía la sensación de ir un segundo por detrás del presente. Esa carretera que conocía le parecía nueva. Quizá seguía incrustado en él la idea de que tocaba peor que hace diez años o que el desprecio del mundo iba haciendo mella. Ligero tobogán, pensaba, mientras las rotondas se sucedían y en una de ellas tomó un riesgo innecesario porque fue consciente de haber tenido una ausencia. Se dirigía a algún sitio, una mansión cerca de la gran ciudad con jardín, piscina y esculturas, tardaba en saber por qué iba allí. Luego ya lo sabía y seguía conduciendo con la sensación de que si había algún día en el que pudiera tener un accidente, éste, hoy, era el día.
Tuvo imágenes de los grandes dolores de su mundo burgués. Se sucedían a ráfagas y cada ráfaga le transmitía la angustia, la ansiedad, el miedo que son emociones que deambulan por las almas de los hombres cuando algo terrible está punto de pasar. Rememoraba la tragedia, la sentía físicamente; quizá por eso había buscado la distancia. Tenía miedo. No era valiente, pensó cuando tomaba el carril de incorporación a la autopista. No, no era el mejor momento. Incorporarse requiere ciertas dosis de valentía y de prudencia.
Soledad y velocidad. Hubo un momento en el que supo que llegaría a la mansión y que su reloj se había ajustado al reloj del mundo. A partir de entonces, a lo largo de todo el día, sintió una congoja constante; ni el paisaje del atardecer, ni la carrera, ni la música, ni la interpretación correcta de una pieza de Bob Marley, ni la cena que le quedó rica, ni la ternura de las gentes humildes vistas a través de los ojos de un hombre bueno, ni el inicio de una historia, ni el silencio de la noche, ni la voz en la distancia , ni cuando se oyó a sí mismo decir Aleluya, ni una respiración honda, ni la inmensidad del espacio junto a la brevedad de la vida, ni el recuerdo de su tata, ni la curiosidad que aún le alimentaba, ni disfrutar de la luz, ni mantener vivo tantos años al arce japonés, ni la amistad auténtica, nada lograba arrancarle esa punzada de dolor que si bien dolía también le permitía componer su Interludio 8 para piano y orquesta de cámara; un dolor que le iría agotando hasta dejarle profundamente dormido como el niño que se ha quedado exhausto tras haber llorado mucho.
Tuvo imágenes de los grandes dolores de su mundo burgués. Se sucedían a ráfagas y cada ráfaga le transmitía la angustia, la ansiedad, el miedo que son emociones que deambulan por las almas de los hombres cuando algo terrible está punto de pasar. Rememoraba la tragedia, la sentía físicamente; quizá por eso había buscado la distancia. Tenía miedo. No era valiente, pensó cuando tomaba el carril de incorporación a la autopista. No, no era el mejor momento. Incorporarse requiere ciertas dosis de valentía y de prudencia.
Soledad y velocidad. Hubo un momento en el que supo que llegaría a la mansión y que su reloj se había ajustado al reloj del mundo. A partir de entonces, a lo largo de todo el día, sintió una congoja constante; ni el paisaje del atardecer, ni la carrera, ni la música, ni la interpretación correcta de una pieza de Bob Marley, ni la cena que le quedó rica, ni la ternura de las gentes humildes vistas a través de los ojos de un hombre bueno, ni el inicio de una historia, ni el silencio de la noche, ni la voz en la distancia , ni cuando se oyó a sí mismo decir Aleluya, ni una respiración honda, ni la inmensidad del espacio junto a la brevedad de la vida, ni el recuerdo de su tata, ni la curiosidad que aún le alimentaba, ni disfrutar de la luz, ni mantener vivo tantos años al arce japonés, ni la amistad auténtica, nada lograba arrancarle esa punzada de dolor que si bien dolía también le permitía componer su Interludio 8 para piano y orquesta de cámara; un dolor que le iría agotando hasta dejarle profundamente dormido como el niño que se ha quedado exhausto tras haber llorado mucho.
Ventanas
Seriales
Archivo 2009
Escritos de Isaac Alexander
Fantasmagorías
¿De Isaac Alexander?
Meditación sobre las formas de interpretar
Libro de las soledades
Cuentecillos
Colección
Apuntes
Archivo 2008
La Solución
Aforismos
Haiku
Recuerdos
Reflexiones para antes de morir
Reflexiones que Olmo Z. le escribe a su mujer en plena crisis
Olmo Dos Mil Veintidós
Sobre las creencias
Jardines en el bolsillo
El mes de noviembre
Listas
Olmo Z. ¿2024?
Saturnales
Agosto 2013
Citas del mes de mayo
Mosquita muerta
Marea
Reflexiones
Sincerada
No fabularé
Sobre la verdad
El Brillante
El viaje
Sinonimias
El espejo
Desenlace
Perdido en la mudanza (lost in translation?)
Carta a una desconocida
Biopolítica
La mujer de las areolas doradas
La Clerc
Asturias
Velocidad de escape
Derivas
Sobre la música
Tasador de bibliotecas
Ensayo sobre La Conspiración
Las manos
Las putas de Storyville
Las homilías de un orate bancario
Archives
Últimas Entradas
Enlaces
© 2008, 2009, 2010, 2011, 2012, 2013, 2014, 2015, 2016, 2017, 2018, 2019, 2020, 2021, 2022, 2023 y 2024 de Fernando García-Loygorri, salvo las citas, que son propiedad de sus autores
Narrativa
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 15/09/2018 a las 01:08 | {0}