... y con las manos amarillas nos untaremos los rostros y velaremos hasta el amanecer. Entonces, desnudos, tú a mí y yo a ti, nos adornaremos los tobillos con el color de la diosa e iniciaremos el camino; atravesaremos primero la planicie y si el ave nos saluda por nuestra izquierda, nosotros derrotaremos hacia la derecha y si es a la derecha por donde el ave nos saluda, derrotaremos a la izquierda y si el ave aún duerme cuando nosotros pasemos, seguiremos rectos hacia lo profundo del bosque; allí, en la linde, nos daremos nuestro primer abrazo: tu pecho en mi pecho, tu vientre en mi vientre, tu hendidura en mi saliente, tus muslos en mis muslos, tus rodillas en mis rodillas, la punta de los dedos de tus pies en la punta de los dedos de mis pies, tus brazos rodearán mi cintura, los míos rodearán la tuya, tus dedos se enlazarán a la altura de mi coxis, mis dedos se enlazarán a la altura del tuyo; nuestras bocas aún no se juntarán; apoyarás tu mejilla derecha en mi mejilla izquierda y así nos mantendremos hasta que el sol nazca. Nos internaremos en el bosque y nos tomaremos de las manos; caminaremos en silencio cien pasos, nos detendremos y nos daremos un golpe de puño en el pecho, tú en el mío, yo en el tuyo, y exclamaremos un gemido por el aire; caminaremos otros cien pasos, nos detendremos y nos daremos un golpe de puño en el vientre, tú en el mío, yo en el tuyo, y exclamaremos un gemido por el agua; caminaremos otros cien pasos, nos detendremos y nos daremos un golpe de puño en la cabeza, tú en la mía, yo en la tuya, y exclamaremos un gemido por el fuego; caminaremos otros cien pasos, nos detendremos, y nos daremos un golpe de puño en los pies, tú en los míos, yo en los tuyos, y exclamaremos un gemido por la tierra; caminaremos otros cien pasos y habremos llegado al soto; tú entrarás delante; yo te seguiré; me guiarás entonces hasta la gran higuera y, sobre la hierba que sugiere el sendero de la luna, te tumbarás y me abrirás tu hendidura y la llenarás de flujos; yo haré que mi saliente sobresalga más y se vuelva rígido y cuando la luna corone el primer mechón de tu cabello entraré en ti y en ti derramaré la leche cósmica coronada de oro; tú gemirás; yo jadearé; tu dormirás; yo oraré por ti y la fecundidad. Entonces me levantaré. Te dejaré sola y pasadas las nueve lunas volveré; tú me dirás si pariste; tú me dirás si me aceptas y si lo hicieras te vestiré el vestido que traeré conmigo y en brazos llevaré el fruto de nuestro instinto; y si no pariste, tú me dirás si me aceptas y si lo hicieras me quedaré contigo para empezar de nuevo el ciclo de los ciclos.
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Narrativa
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 24/11/2012 a las 13:17 | {0}