No, no esperaba nada del aire
De la canción como mucho una nota de color
Miraba la escarcha y sentía la mano poderosa de Oberon sobre mi desear algo
Al mirar el cuadro (quizás alegórico)
Al estudiar el mineral con sus vetas de otro mineral
O el gran filón que se había ocultado millones de años en unas Gargantas de Burgos (¡qué antiquísimo Burgos!)
nada, nada
De la mano tampoco esperaba
Si la hubiera visto mecerse como un barquito de papel en las aguas de un estanque
o si me hubiera recorrido como si yo fuera un mapa
No, no, de la mano tampoco esperaba
Ahora deseo que cuando llegue el momento tenga la valentía de meterme un chute de heroína y me vaya a una nueva navegación inmerso en una síntesis del opio
De aquella mirada no esperaba
ni del alimento naranja ni del alimento morado
ni de las cifras fenicias ni del anillo de plata ni de la mar turquesa ni de la montaña nevada
ni de mi dolor de espalda ni del aullido del perro ni de la carrera del corzo ni de la grácil gacela
nada, nada, no esperaba nada
Así es que no son más que palabras en esta tarde sucia de un mes de octubre que se niega a reconocer que es otoño y sigue engañándonos con sus temperaturas de estío. ¡Falso, falso! ¡Nada, nada!
De la canción como mucho una nota de color
Miraba la escarcha y sentía la mano poderosa de Oberon sobre mi desear algo
Al mirar el cuadro (quizás alegórico)
Al estudiar el mineral con sus vetas de otro mineral
O el gran filón que se había ocultado millones de años en unas Gargantas de Burgos (¡qué antiquísimo Burgos!)
nada, nada
De la mano tampoco esperaba
Si la hubiera visto mecerse como un barquito de papel en las aguas de un estanque
o si me hubiera recorrido como si yo fuera un mapa
No, no, de la mano tampoco esperaba
Ahora deseo que cuando llegue el momento tenga la valentía de meterme un chute de heroína y me vaya a una nueva navegación inmerso en una síntesis del opio
De aquella mirada no esperaba
ni del alimento naranja ni del alimento morado
ni de las cifras fenicias ni del anillo de plata ni de la mar turquesa ni de la montaña nevada
ni de mi dolor de espalda ni del aullido del perro ni de la carrera del corzo ni de la grácil gacela
nada, nada, no esperaba nada
Así es que no son más que palabras en esta tarde sucia de un mes de octubre que se niega a reconocer que es otoño y sigue engañándonos con sus temperaturas de estío. ¡Falso, falso! ¡Nada, nada!
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Narrativa
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 05/10/2017 a las 19:37 |