Los sentimientos pequeño burgueses son los únicos sentimientos (ver al hombre maduro con miedo a amar o la hija que encuentra al padre -que es el hombre maduro que teme amar); los sentimientos de clase son otra cosa, son sentimientos sin esperanza y así dejan, en el fondo, de serlo; los sentimientos de cambios sociales son maquinarias de construcción; una construcción cuyos ladrillos... (y ahí la metáfora, ¡ay, las metáforas!) ¿por qué Sabato no pone el primer signo de interrogación o exclamación? La crítica me la trae al pairo y apenas sé nada más que vivir es traición porque al vivir se muere; los sentimientos pequeño burgueses que se decía en los años sesenta; ¿cómo se podía defender la Unión Soviética? esos sentimientos de pañuelo y abrazo; ese abrazarse a una mujer desnuda un día de otoño con los ventanales abiertos y en la habitación entra la suave brisa de la última hora de la tarde y dentro de la cama huele a dos cuerpos que acaban de follar y huele a melancolía y a fatiga y huele a hambre y a boca mientras fuera todo se desperdiga y apenas importa la mujer reventada en un sótano ni el niño lleno de moscas ni el viejo abandonado ni el hombre desolado por no tener un puto trabajo que llevarse a las espaldas porque en esa habitación con los ventanales abiertos, en una buena casa burguesa, con algún cuadro abstracto colgado en la pared y unas cuantas cerámicas tradicionales colocadas con primor en sus repisas y unas hileras de libros que todos deberíamos leer y en la nevera carne, pescados, frutas, verduras, lácteos y una pizza, esa mujer desnuda y ese hombre desnudo descansan del esfuerzo de amarse, de amarse mucho, de amarse hasta mañana, de estar vivos hasta mañana, mañana que se levanta espantada con los ojos vendados como la justicia y cuando chirríen las palomas y cuando viertan los colectores detritus de todas las ciudades y los ríos se inunden de heces y mueran los peces transexuados y bailen las putas sin gracia y golpeen los proxenetas con sus cintos y se pinchen los drogados de sí mismos y surjan las locomotoras y se eleven los aviones y por los circuitos de mil millones de toneladas de cobre se envíen mensajes y códigos secretos y se hagan transacciones unas más legales que otras y en todas las pantallas se divulguen las noticias y sean unos más guapos que otros y unos tengan éxito y otros se enfanguen hasta quedar podridos, hasta el pelo de mierda y en los colectores y en los suburbios y en las faldas de las montañas y en las grandes cumbres y en los hoteles y en las aceras y en los bares y en los cementerios, todos, todos, alienados como se decía en el pasado siglo como se sienten tantos hombres, tantas niñas, tantos agrimensores, tantos perdularios, tantos presidentes, tantos magnates, tantos chupatintas, tantos escolares, tantos barrenderos, tantos nacionales que defienden sus causas armados de plomo y sigamos mendigando los más, con la extraña prepotencia del cristal los menos, un segundo más de vida por si al final de la mina se encuentra el filón de diamantes que nos de para comprarnos lo que de ley habría de ser... ¡oh, no! esos, esos sentimientos pequeño burgueses que surgen en La sonata a Kreuzer y por qué no en Doctor Zhivago, esos ojos de Omar Sharif o la vendimia y su fiesta báquica, hombres, hombres, relacionándose, buscándose, perdiéndose, yéndose de este infierno, desapareciendo para siempre, carne de olvido, todo para el olvido, todo, todo para el olvido, ¿será el espíritu de Cioran? ¿O ha venido a visitarme el bueno de Estragón al que acaban de golpear de nuevo y aún no sabe cómo ahorcarse del único árbol del páramo? ¿Y esa escarcha, esa heladura mortal? ¿Y esa idea de desconyuntar a un recién nacido y con la boca rellena de nieve abandonarlo en la estepa para que sirva de aperitivo a los lobos ?
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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 28/02/2015 a las 19:47 | {0}