Envío que me hace Isaac desde el velatorio de su amante más querida
Descree de las casualidades
[...] de las jerarquías
[...] del miedo a lo desconocido y de los que temen a lo que no es como ellos creen que son ellos mismos
[...] de un mundo que valora como único medio para la felicidad la cooperación
[...] de la solidaridad
[...] de quienes rezan
[...] de quienes enfatizan cualquier idea aunque sea en una cena, a los postres, con un licor de hierbas
[...] de quienes ante la afirmación de que la ablación es un valor en la sociedad en que se practica, ponen el grito en el cielo y te tachan de hijo de puta
[...] de los puritanos
[...] de los que siempre se muestran animosos en público porque piensa que cuando están a solas en el cuarto de baño lloran como niños y ensayan una sonrisa ante ese mismo espejo que les ha visto temblar y entonces respiran hondo y se ajustan lo que hayan de ajustarse y salen de nuevo al ruedo con la ilusión del aplauso
[...] de la esperanza
[...] de las sociedades del conocimiento porque parece un eufemismo que encubre una verdad mucho más aterradora
[...] de la verdad (porque puede que un día te descubran)
[...] de este corazón que te golpea
[...] cuando caminas y apenas los pájaros cantan
[...] que la víbora que te observa quiera realmente matarte
[...] de tu propia idea de amar
[...] de amar (como idea pura) en las relaciones sentimentales (que de nuevo suena a eufemismo para no llamarlas relaciones sexuales)
[...] de cualquier forma de adoctrinamiento
[...] de la información
[...] de la psicología como ciencia
[...] de los gurus, los sacerdotes, los entrenadores personales, los políticos, los jueces, los médicos, los abogados, los escritores y artistas, los filósofos y los propagandistas
[...] del método ogino
[...] de las telecomunicaciones
[...] de las interpretaciones
[...] de los libros de Historia
[...] –como lenguaje perfecto- de las matemáticas
[...] de esta tarde que empezó extraña (como si la ausencia de un temblor, de un abrazo la hubiera condenado a ser fútil, a ser el final)
[...] de la introspección
[...] de la materia
[...] del chocolate como medicina
[...] que el mucho viajar conlleve un mayor conocimiento de la condición humana
[...] del valor de la vida
[...] del valor –en sí- del universo
[...] del antropocentrismo
[...] de la belleza
[...] de la fealdad
[...] de los récords
[...] que un día no muy lejano, hayas llegado hasta el nadir de tus asuntos y puedas por fin tumbarte a mirar las estrellas como se miraría uno a sí mismo convertido en mil millones de pedazos luminosos
[...] que el universo se expanda
[...] que el universo no sea al final un inmenso pedazo de piedra rodeado por todas partes de fuego
[...] de quienes ante la afirmación de que abrirle el escroto a lo vivo a un muchacho adolescente, haciéndole una incisión en todo semejante a un coño, es un valor en la sociedad en que se practica, ponen el grito en el cielo y te tachan de hijo de puta
[...] de la silicona
[...] de la vista cansada
[...] de la palabra solsticio
[...] de las jerarquías
[...] del miedo a lo desconocido y de los que temen a lo que no es como ellos creen que son ellos mismos
[...] de un mundo que valora como único medio para la felicidad la cooperación
[...] de la solidaridad
[...] de quienes rezan
[...] de quienes enfatizan cualquier idea aunque sea en una cena, a los postres, con un licor de hierbas
[...] de quienes ante la afirmación de que la ablación es un valor en la sociedad en que se practica, ponen el grito en el cielo y te tachan de hijo de puta
[...] de los puritanos
[...] de los que siempre se muestran animosos en público porque piensa que cuando están a solas en el cuarto de baño lloran como niños y ensayan una sonrisa ante ese mismo espejo que les ha visto temblar y entonces respiran hondo y se ajustan lo que hayan de ajustarse y salen de nuevo al ruedo con la ilusión del aplauso
[...] de la esperanza
[...] de las sociedades del conocimiento porque parece un eufemismo que encubre una verdad mucho más aterradora
[...] de la verdad (porque puede que un día te descubran)
[...] de este corazón que te golpea
[...] cuando caminas y apenas los pájaros cantan
[...] que la víbora que te observa quiera realmente matarte
[...] de tu propia idea de amar
[...] de amar (como idea pura) en las relaciones sentimentales (que de nuevo suena a eufemismo para no llamarlas relaciones sexuales)
[...] de cualquier forma de adoctrinamiento
[...] de la información
[...] de la psicología como ciencia
[...] de los gurus, los sacerdotes, los entrenadores personales, los políticos, los jueces, los médicos, los abogados, los escritores y artistas, los filósofos y los propagandistas
[...] del método ogino
[...] de las telecomunicaciones
[...] de las interpretaciones
[...] de los libros de Historia
[...] –como lenguaje perfecto- de las matemáticas
[...] de esta tarde que empezó extraña (como si la ausencia de un temblor, de un abrazo la hubiera condenado a ser fútil, a ser el final)
[...] de la introspección
[...] de la materia
[...] del chocolate como medicina
[...] que el mucho viajar conlleve un mayor conocimiento de la condición humana
[...] del valor de la vida
[...] del valor –en sí- del universo
[...] del antropocentrismo
[...] de la belleza
[...] de la fealdad
[...] de los récords
[...] que un día no muy lejano, hayas llegado hasta el nadir de tus asuntos y puedas por fin tumbarte a mirar las estrellas como se miraría uno a sí mismo convertido en mil millones de pedazos luminosos
[...] que el universo se expanda
[...] que el universo no sea al final un inmenso pedazo de piedra rodeado por todas partes de fuego
[...] de quienes ante la afirmación de que abrirle el escroto a lo vivo a un muchacho adolescente, haciéndole una incisión en todo semejante a un coño, es un valor en la sociedad en que se practica, ponen el grito en el cielo y te tachan de hijo de puta
[...] de la silicona
[...] de la vista cansada
[...] de la palabra solsticio
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Ensayo
Tags : ¿De Isaac Alexander? Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 21/06/2015 a las 01:19 | {0}