Guardará el brillo. La carretera se irá haciendo estrecha y así se hará más ancha. Porque hay en lo estrecho la esencia de lo ancho (al contrario sería la evidencia). Guardará el brillo. El brillo no suele estar en los ojos sino en los músculos faciales. Respirará cuantas veces sea necesario y sin dios como es, sin creencia ninguna en nada que no se pueda expresar, mirará la estrechez como la esencia de la anchura. Volverá a los libros antiguos, ahora que un respiro le permite abrir la boca sin el ceño fruncido y sí, brilla, brilla.
Guardará una risa. Guardará un silencio. Guardará la comprensión. No está desnudo. Cuando vaya al mercado mirará lo que nunca mira (en los estantes de abajo, en los estantes de arriba, en los lugares escondidos, donde menos llega la luz); se detendrá ante la palidez y la resignación de aquellas mujeres que aún con todo mantienen la dignidad (mujeres antiguas, mujeres que cubrían las espaldas). Guardará un primer o segundo abrazo. Ese abrazo que es el primero o el segundo y que por estar en ese orden de abrazos tienen una intensidad que lentamente se va perdiendo (es cierto que en ocasiones, tras muchos abrazos, alguno puede volver a ser como el primero o el segundo y de inmediato pensamos, Este abrazo ha sido como el primero). No hay perdiz que marear y sí hay un camino por delante (no es interesante si es largo o es corto; sí lo es si es hermoso, arriesgado, sorprendente, matizado aunque el camino se encuentre en el desierto más monótono de la tierra).
Guardará una debilidad ¡Cuánto dicen de nosotros! Y la guardará no para aprovecharse de ella sino para recordar cuánto de frágil hay en nuestra condición y porque es esa conciencia de la fragilidad propia y ajena lo que más le acerca a la bondad. Sí -piensa como Spinoza- la felicidad es bondad.
No va a luchar contra la nostalgia (como siempre hermosamente definida por el poeta Raúl Morales García) -si clicas sobre el texto en verde irás a su página y su definición- ni tampoco contra la rabia o la incomprensión o la pereza y menos aún contra el miedo, el gran paralizador. Ni siquiera lo hará sobre cuál sea el verdadero objeto de esa nostalgia y las demás emociones consignadas. Guardará esos sentimientos como oro en paño. Sólo sentir es ya brillo.
Guardará el hueso del primer mango que probó.
Guardará la primera vez que fue en la parte trasera de una furgoneta -sin techar- entre amplios campos de marihuana.
Guardará el tacto de la pierna de la primera muchacha y los dos primeros versos que escribió que realmente le gustaron, Un zapato viejo/ por un circo de estrellas rodeado.
No es nieve lo que ahora espera. Ni tampoco un gran vendaval. En la constancia de estos años, en su única constancia, encuentra el propio premio que no tiene premio, ni cantidad ninguna de nada, ni diploma, ni banda de color, ni público, ni placa.
Guardará su forma bajo una sábana de hilo de Holanda.
Guardará la felicidad del amigo.
Guardará la brazada.
Abrazado a este mundo inconstante. Porque intuye que hoy no se repetirá nunca.
Guardará una risa. Guardará un silencio. Guardará la comprensión. No está desnudo. Cuando vaya al mercado mirará lo que nunca mira (en los estantes de abajo, en los estantes de arriba, en los lugares escondidos, donde menos llega la luz); se detendrá ante la palidez y la resignación de aquellas mujeres que aún con todo mantienen la dignidad (mujeres antiguas, mujeres que cubrían las espaldas). Guardará un primer o segundo abrazo. Ese abrazo que es el primero o el segundo y que por estar en ese orden de abrazos tienen una intensidad que lentamente se va perdiendo (es cierto que en ocasiones, tras muchos abrazos, alguno puede volver a ser como el primero o el segundo y de inmediato pensamos, Este abrazo ha sido como el primero). No hay perdiz que marear y sí hay un camino por delante (no es interesante si es largo o es corto; sí lo es si es hermoso, arriesgado, sorprendente, matizado aunque el camino se encuentre en el desierto más monótono de la tierra).
Guardará una debilidad ¡Cuánto dicen de nosotros! Y la guardará no para aprovecharse de ella sino para recordar cuánto de frágil hay en nuestra condición y porque es esa conciencia de la fragilidad propia y ajena lo que más le acerca a la bondad. Sí -piensa como Spinoza- la felicidad es bondad.
No va a luchar contra la nostalgia (como siempre hermosamente definida por el poeta Raúl Morales García) -si clicas sobre el texto en verde irás a su página y su definición- ni tampoco contra la rabia o la incomprensión o la pereza y menos aún contra el miedo, el gran paralizador. Ni siquiera lo hará sobre cuál sea el verdadero objeto de esa nostalgia y las demás emociones consignadas. Guardará esos sentimientos como oro en paño. Sólo sentir es ya brillo.
Guardará el hueso del primer mango que probó.
Guardará la primera vez que fue en la parte trasera de una furgoneta -sin techar- entre amplios campos de marihuana.
Guardará el tacto de la pierna de la primera muchacha y los dos primeros versos que escribió que realmente le gustaron, Un zapato viejo/ por un circo de estrellas rodeado.
No es nieve lo que ahora espera. Ni tampoco un gran vendaval. En la constancia de estos años, en su única constancia, encuentra el propio premio que no tiene premio, ni cantidad ninguna de nada, ni diploma, ni banda de color, ni público, ni placa.
Guardará su forma bajo una sábana de hilo de Holanda.
Guardará la felicidad del amigo.
Guardará la brazada.
Abrazado a este mundo inconstante. Porque intuye que hoy no se repetirá nunca.
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Narrativa
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 27/07/2015 a las 17:49 | {0}