Gigante roja
No ha soñado la predicción de los astrofísicos. Dentro de cinco mil millones de años (¿qué tiempo encierra ese número? ¿qué constelación de asuntos navegarán el Universo hasta entonces? ¿qué materias nuevas? ¿qué nuevos gases? ¿cuántas criaturas o dioses velarán las armas a la espera del alba?) la galaxia de la Vía Láctea (la nuestra, nuestro querido polvo interestelar, nuestra larga marcha que se ve en los cielos de las lunas nuevas, la distancia infinita entre el amor y la calma, la austera blancura de la inmovilidad aparente, la clara sintonía de un mundo que se mueve, a la que tantos miramos) y la galaxia Andrómeda (la más cercana a nosotros, con una masa más densa y por lo tanto como mayor poder de atracción) colisionarán a lo largo de miles de años. Lo curioso de este encuentro es que, según los astrofísicos, la posibilidad de que la lucha entre los nuevos gases, sus fusiones, el nacimiento masivo de estrellas o los colapsos que se producirán entre ambas galaxias, apenas influirán en el planeta tierra o el sistema solar. Porque son tan grandes La Vía Láctea y Andrómeda, son tantas sus extensiones que más sería una cuestión de mala suerte que de probabilidad el que un planeta chocara contra nosotros o que, víctimas de las turbulencias intergalácticas, nos saliéramos de la órbita y giráramos locos por un universo oscuro en las extremidades de la galaxia, las llamadas colas de marea. Si esto es lo curioso, lo paradójico es que cuando se inicie la colisión, el sol se habrá convertido en una gigante roja -ahora es una enana amarilla- su radio se habrá incrementado de forma bestial y con ello habrá arrasado nuestra atmósfera, nuestros ríos, nuestras tierras, nuestros amores y odios, nuestros anhelos y espinas y el planeta azul se habrá convertido en una auténtica Tierra Estéril. Aventuran los astrofísicos que la nueva galaxia -a la que ya han bautizado con el nombre de Milkdrómeda- tras haber fundido sus dos agujeros negros en uno solo supermasivo, comenzará a tranquilizarse y así surgirán nuevos sistemas solares, nuevos planetas orbitando, nuevas posibilidades de vida y si nosotros, tras tantos miles de años, aún seguimos vivos como especie -cosa que, hoy por hoy, es mucho aventurar-, podremos haber hecho dos cosas: o bien habremos hallado un planeta que colonizar tras la muerte de nuestro sol y hasta que se termine la fusión de las dos galaxias o bien habremos construido un planeta artificial por el que navegar Milkdrómeda en busca de un nuevo sistema solar y un nuevo planeta en el que aposentarnos para, de nuevo, esperar a que sea destruido.
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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 05/05/2011 a las 17:12 | {0}