
Había publicado un poema. Lo he dejado varias horas. Lo he quitado. He visto a dos mujeres en el convoy opuesto al mío mirando lo mismo que era nada. Me ha extrañado esa misma mirada, hacia ese mismo punto vacío.
Luego venían los pensamientos oscuros y cierto frío. Más tarde Violeta me ha devuelto el bienestar. Cuando estoy con ella lo siento a menudo. Tiene diez años bellísimos llenos de alegría y sentido del humor. Siempre nos detenemos en la librería Méndez y miramos el escaparate. Ella descubre a menudo los libros nuevos y yo siempre me quedo mirando La Historia de mi vida que es la autobiografía de Giacomo Casanova con un precio absolutamente prohibitivo. El librero me comentaba el otro día que quizá por los antepasados aristocráticos del editor, Jacobo F. Stuart, hijo de la duquesa de Alba, no sabía el buen señor lo que costaba conseguir 120€. De hecho el libro apenas se vende y mira que tiene que estar bien porque más que sus andanzas son las andanzas de un hombre curioso por la segunda mitad del siglo XVIII europeo, una especie de enciclopedia de la vida privada.
Ahora escribo mientras ella merienda chocolate con pan (tenía, me ha dicho en la calle, muchas ganas de tomar algo dulce. Yo le he dicho que el chocolate es amargo y ella me ha respondido que si es con leche no. Y tiene razón. Al final lo hemos comprado con leche y almendras).
Había publicado un poema. Quiero más. Quiero mucho más.
Luego venían los pensamientos oscuros y cierto frío. Más tarde Violeta me ha devuelto el bienestar. Cuando estoy con ella lo siento a menudo. Tiene diez años bellísimos llenos de alegría y sentido del humor. Siempre nos detenemos en la librería Méndez y miramos el escaparate. Ella descubre a menudo los libros nuevos y yo siempre me quedo mirando La Historia de mi vida que es la autobiografía de Giacomo Casanova con un precio absolutamente prohibitivo. El librero me comentaba el otro día que quizá por los antepasados aristocráticos del editor, Jacobo F. Stuart, hijo de la duquesa de Alba, no sabía el buen señor lo que costaba conseguir 120€. De hecho el libro apenas se vende y mira que tiene que estar bien porque más que sus andanzas son las andanzas de un hombre curioso por la segunda mitad del siglo XVIII europeo, una especie de enciclopedia de la vida privada.
Ahora escribo mientras ella merienda chocolate con pan (tenía, me ha dicho en la calle, muchas ganas de tomar algo dulce. Yo le he dicho que el chocolate es amargo y ella me ha respondido que si es con leche no. Y tiene razón. Al final lo hemos comprado con leche y almendras).
Había publicado un poema. Quiero más. Quiero mucho más.
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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 09/12/2009 a las 18:35 |