Domingo de Ramos. Fragmento de fotograma de la película Interior de un convento. Walerian Borowczyk 1977
19h. 43m.
Nunca tuve devociones. Los dioses me están machacando el hígado.
He salido esta mañana.
Me he desligado después del quehacer.
Quisiera tus manos en mis pechos. Quisiera que lamieras mi sangre menstrual... con placer.
Estoy loca. Eres mi Muso.
Muchos días me mantengo burguesamente delicada, dejo entrever apetencias de mujer. Leo textos libertinos franceses del siglo XVII y me entran ganas de follarte. Tomarte entero. Obligarte a mis apetitos.
Debe ser algo que va más allá de un apetito nacido de la soledad.
Estamos tan solos, amigo. ¿Puedo ser feminista si sigo utilizando el genérico masculino? ¿Si me niego al doble enunciado por principio? ¿Incluso si juego con los géneros según me plazca?
Debe ser el domingo. Lo rojas que están las hojas del árbol de enfrente. Un rojerío de Octubre de 1917. Un rojerío que podría conmover el mundo. ¿Existe algo que podría conmover el mundo? Todo el mundo. Ya no es mucho decir todo el mundo.
Me he mirado desnuda en el espejo. MIs pechos devastados tras la lactancia. Mis pechos jóvenes fueron atractivos. Me he mirado las axilas en las que empieza a crecer el vello. Quizás me deje pelo. Para cuando tú vuelvas y te pida que me comas los sobacos como si me estuvieras comiendo el coño.
Quizá no sea por los libertinos franceses sino por la Semana Santa. Recuerdo en la niñez que nos pegaban si se nos veían las bragas durante esa semana y a mí me entraban unas ganas locas de enseñarlas pero, ¡pobre mía! no como desafío erótico -tenía esas ganas con seis o siete años- sino como puta desobediencia civil. Siempre me he sentido atea. Nunca me interesaron las imágenes de Dios o de las Vírgenes. Una de las causas de mi ateísmo fue justamente la cantidad de vírgenes que había. Me preguntaba cómo era posible que un sólo hombre tuviera tantas madres y tan alejadas unas de otras. Un día se lo pregunté a sor Jacinta y sor Jacinta como toda respuesta me hizo escribir mil veces para el día siguiente so pena de expulsión: Santa Virgen María, ruega por mí ante Dios Nuestro Señor y pídele que me de Luz. Fue duro el trabajo pero no ejerció ningún efecto beatífico en mí, si cabe produjo efecto contrario porque desde entonces siempre relacioné esas mayúsculas y esos nombres con el dolor en las manos y las ganas de llorar y de dormir. Aún me sigue pasando: si alguien pronuncia el nombre de la Virgen María bostezo y me masajeo la mano izquierda (es que soy zurda). También aún hoy, cuando llega la Semana Santa, lo que más me apetece es que procesiones por mi cuerpo y no te dejes ni el más mínimo rincón por hollar mientras yo me acaricio el monte de Venus sobre la tela sacramental de mi ropa interior.
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Narrativa
Tags : Apuntes Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 05/04/2020 a las 23:43 | {0}