Storyville Portraits. New Orleans. E. J. Bellocq aprox. 1915
Ruidos de cacharros en la casa contigua antes del amanecer. No llega a entender cómo se puede tener tan mala educación. Se pregunta qué es exactamente lo que ella entiende por educación. No sabe si es una palabra/idea demasiado vaga. En esa duda se queda de nuevo dormida. Despierta una hora y media después. Los mismos ruidos. Piensa la palabra perversión.
Cuando se levanta tarda un rato en vestirse. Son varias capas: las bragas, unos leotardos, encima de estos unos calcetines de lana, un pantalón, una camiseta interior, una camiseta, un jersey bien gordo y una bufanda alrededor del cuello (aunque ésta no se la pone por la mañana. Duerme con ella. Si no durmiera con ella tendría contracturas en el cuello. Muy dolorosas. Durante semanas. Cuando llega el frío tan sólo se descubre el cuello cuando se ducha o va a nadar).
Se tiene que abrigar bien porque es de esas personas que no puede poner la calefacción ni todo el día, ni medio día, ni todos los días. Sólo la pone cuando hace mucho frío. La pone un par de horas para que la casa se caldee. Luego aguanta bien abrigada. Tiene suerte porque las ventanas tienen doble cerramiento y se conserva bien el calor. No se queja del frío. Le gusta el frío. Puede controlarlo dentro de la casa.
Pobreza y desigualdad, ésas son las directrices del siglo XXI. Desayuna. Sólo lleva dos años desayunando algo sólido. Antes sólo se tomaba un café con leche y tiraba toda la mañana con ese café y otro más. Piensa a veces que eso fue debido a que de niña nunca le dieron de desayunar. Iba al colegio con un cacao con leche. En el recreo todas las niñas llevaban el almuerzo. Ella no lo llevó nunca. Piensa que era porque su madre había decidido que no era de buen tono almorzar. Luego creyó saber que quizá fuera porque es difícil hacerse la elegante siendo pobre.
Durante el desayuno ha recordado la decisión. Es una decisión incómoda. Y rebatible. Si los destinatarios de su decisión se la echaran en cara, no tendría muchos argumentos para defender su postura. Luego se dice que no tiene que defender ninguna postura. Llega más lejos, se dice que no hay postura y sonríe cuando alcanza a vislumbrar un pequeño giro: lo que hay, lo que siempre ha habido es más bien impostura. Su decisión no tiene que ver con una postura sino con una impostura.
Siente cierta paz en su pobreza (o en su justeza económica. Aunque estadísticamente ella sea pobre, no se siente pobre).
Camina envuelta en un cielo cubierto de densas nubes azulinas. Camina y camina por un camino desierto. Tan solo su perra y ella. Camina en silencio. Asciende. Conversa consigo misma. Respira con ritmo y se siente eufórica cuando recuerda que la galaxia en la que habita recorre cada día cincuenta millones de kilómetros y eso quiere decir, sencillamente, que cada instante dista tanto del anterior que apenas se puede ver. Todo en el vivir es continuo horizonte... de sucesos.
Se regala un ensueño erótico mientras asciende. Se cruza con un hombre que apoya sus pasos en un bastón; el hombre va también con su perro; ella ha estado corriendo y está sudada; al cruzarse con el hombre, éste se tropieza y cae; ayuda al hombre cojo a incorporarse; él lo acepta; cuando lo levanta se miran a los ojos muy de cerca y entonces se besan y se masturban tras una roca mientras la perra suya y el perro de él escarban un agujero hondo y primero la perra y luego el perro hunden sus hocicos en el hoyo y parece como si el olor de la tierra húmeda los extasiara hasta el orgasmo. Terminan de correrse. Ni se despiden. Ella sigue el ascenso. Él marcha en dirección opuesta.
Educación. Elegancia. Decisión. Pobreza. Masturbación. Hoyo. Tierra húmeda.
Es la tarde. Ha de trabajar. Está sola, una soledad insólita. Duerme la perra y sueña. Ella teclea.
Cuando se levanta tarda un rato en vestirse. Son varias capas: las bragas, unos leotardos, encima de estos unos calcetines de lana, un pantalón, una camiseta interior, una camiseta, un jersey bien gordo y una bufanda alrededor del cuello (aunque ésta no se la pone por la mañana. Duerme con ella. Si no durmiera con ella tendría contracturas en el cuello. Muy dolorosas. Durante semanas. Cuando llega el frío tan sólo se descubre el cuello cuando se ducha o va a nadar).
Se tiene que abrigar bien porque es de esas personas que no puede poner la calefacción ni todo el día, ni medio día, ni todos los días. Sólo la pone cuando hace mucho frío. La pone un par de horas para que la casa se caldee. Luego aguanta bien abrigada. Tiene suerte porque las ventanas tienen doble cerramiento y se conserva bien el calor. No se queja del frío. Le gusta el frío. Puede controlarlo dentro de la casa.
Pobreza y desigualdad, ésas son las directrices del siglo XXI. Desayuna. Sólo lleva dos años desayunando algo sólido. Antes sólo se tomaba un café con leche y tiraba toda la mañana con ese café y otro más. Piensa a veces que eso fue debido a que de niña nunca le dieron de desayunar. Iba al colegio con un cacao con leche. En el recreo todas las niñas llevaban el almuerzo. Ella no lo llevó nunca. Piensa que era porque su madre había decidido que no era de buen tono almorzar. Luego creyó saber que quizá fuera porque es difícil hacerse la elegante siendo pobre.
Durante el desayuno ha recordado la decisión. Es una decisión incómoda. Y rebatible. Si los destinatarios de su decisión se la echaran en cara, no tendría muchos argumentos para defender su postura. Luego se dice que no tiene que defender ninguna postura. Llega más lejos, se dice que no hay postura y sonríe cuando alcanza a vislumbrar un pequeño giro: lo que hay, lo que siempre ha habido es más bien impostura. Su decisión no tiene que ver con una postura sino con una impostura.
Siente cierta paz en su pobreza (o en su justeza económica. Aunque estadísticamente ella sea pobre, no se siente pobre).
Camina envuelta en un cielo cubierto de densas nubes azulinas. Camina y camina por un camino desierto. Tan solo su perra y ella. Camina en silencio. Asciende. Conversa consigo misma. Respira con ritmo y se siente eufórica cuando recuerda que la galaxia en la que habita recorre cada día cincuenta millones de kilómetros y eso quiere decir, sencillamente, que cada instante dista tanto del anterior que apenas se puede ver. Todo en el vivir es continuo horizonte... de sucesos.
Se regala un ensueño erótico mientras asciende. Se cruza con un hombre que apoya sus pasos en un bastón; el hombre va también con su perro; ella ha estado corriendo y está sudada; al cruzarse con el hombre, éste se tropieza y cae; ayuda al hombre cojo a incorporarse; él lo acepta; cuando lo levanta se miran a los ojos muy de cerca y entonces se besan y se masturban tras una roca mientras la perra suya y el perro de él escarban un agujero hondo y primero la perra y luego el perro hunden sus hocicos en el hoyo y parece como si el olor de la tierra húmeda los extasiara hasta el orgasmo. Terminan de correrse. Ni se despiden. Ella sigue el ascenso. Él marcha en dirección opuesta.
Educación. Elegancia. Decisión. Pobreza. Masturbación. Hoyo. Tierra húmeda.
Es la tarde. Ha de trabajar. Está sola, una soledad insólita. Duerme la perra y sueña. Ella teclea.
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Narrativa
Tags : Apuntes Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 28/11/2019 a las 16:59 | {0}