Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri

El título, la forma y en cierto sentido el espíritu de estos textos se inspiran en el libro Je me souviens de Georges Perec que a su vez se basa en los textos de Joe Brainard recogidos en su libro I remember.


Cartel de Propaganda de la URSS
Cartel de Propaganda de la URSS

164
Me acuerdo de los pupitres de colores en la clase de párvulos. Al pasar a preparatorio desaparecía el color de los pupitres.

165
Párvulos, Preparatorio, Elemental, Ingreso, 1º de Bachillerato, 2º de Bachillerato, 3º de Bachillerato, 4º de Bachillerato, 5º de Bachillerato, 6º de Bachillerato, C.O.U. (Curso de Orientación Universitaria), Ingreso en la Universidad.

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Me acuerdo de un domingo feliz por la mañana. Los cuatro hermanos jugamos con mi padre en la cama de matrimonio mientras mi madre prepara unas tostadas con mantequilla y tortillas francesas. A ella se la ve radiante.

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Me acuerdo de Janis Ian y su canción At seventeen.

168
Me acuerdo de Chicago y su canción If you leave me now.

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Me acuerdo de Serge Gainsbourg y Jane Birkin cantando Je t'aime, moi non plus.

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Me acuerdo de mi madre cantando las canciones de María Dolores Pradera.

171
Me acuerdo de estar la pandilla en la sala de la casa de Andrés escuchando en su viejo tocadiscos a Silvio Rodríguez.

172
Me acuerdo del dulzor de la bebida morada Parfait d'amour.

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Me quedan unos cientos de kilómetros para llegar a Paris. Llevo tres días haciendo dedo. Vengo desde Madrid. Mi única distracción en las largas horas de espera es tocar una armónica. Se detiene un coche. Es un hombre alemán que me dice en un francés fuerte que va a hacia Paris. ¡Por fin! pienso. Sólo hay un pero: me cuenta el hombre que él a las siete en punto de la tarde, esté donde esté deja de conducir. Como mucho busca un sitio donde apartarse de la carretera. Me dice que si antes de esa hora hemos llegado estupendo y que si no me puedo quedar a dormir en el coche o seguir mi camino. Me invita a comer. Se alegra de que yo esté aprendiendo alemán. Hablamos un poco en su idioma. Aquella tarde, antes de las siete, llegamos a Paris. Me deja en la Porte d'Italie.

174
Me acuerdo de la buhardilla que alquilé en una pensión de la Rue Gay Lussac.

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Me acuerdo que en aquel primer viaje a Paris anduve por la ciudad con una zapatilla deportiva en el pie derecho y un mocasín en el pie izquierdo.

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Me acuerdo de Naya, al principio de ser amantes. Ella era actriz. Yo era escritor (seguimos siéndolo). Interpretábamos papeles. Por ejemplo ella hacía de alumna que venía a mi casa para recibir lecciones. Yo era el profesor que la deseaba con pasión. Vivimos juntos dos años en su casa de la calle Canillas en el barrio de la Prospe, en Madrid.

177
Me acuerdo de un día que fuimos a comer con los padres de Naya. Naya se llama así porque ha nacido en Moscú. Sus padres fueron exiliados de la Guerra Civil española. Tomás, su padre, fue estajanovista; un hombre que se vestía por los pies. Comunista aguerrido que luchó con los soviets contra la Whermacht de Hitler. Nadiesda quiere decir en castellano Esperanza -Naya es el diminutivo cariñoso-. Imagino que le pusieron ese nombre porque deseaban que su hija viese el triunfo de la Revolución. Pues bien, en aquella cena, -creo que ellos tenían su casa en la calle Conde Peñalver- Tomás me dice una de las frases que más me han hecho recapacitar a lo largo de toda mi vida. Tomás me dice, Fernando, un hombre empieza a ser hombre cuando aprende a decir no.

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Tomás era un hombre bueno. Siento no recordar cómo se llamaba su mujer pero también la recuerdo como una mujer buena.

179
Me acuerdo de un caballo de cartón que me regaló mi tía Isabel -la hermana de mi padre, no la amante de mi tío Carlos-. Era tan grande como un poney y Julia me llevaba montado en él tirando de las bridas por el pasillo de casa.

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Me acuerdo del olor de un dormitorio tras haber amado mucho.

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Me acuerdo de la historia que contaban de mi tío Carlos. Una historia de antes de la Guerra. Contaban que entró a caballo en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, en busca de uno que le había birlado una novia.

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Me acuerdo del campamento indio de Lola en Trebaluger. Allí conocí a Arnau y también a un artesano de máscaras venecianas de cuyo nombre no logro acordarme.

183
Me acuerdo de una tarde en el gimnasio de recuperación del doctor Quintana. Tengo siete años. Estoy con las dos piernas dentro de la pileta. No sé cómo me escurro y caigo dentro de ella. Empapo los calzoncillos. Paquita, la enfermera, me saca. Me quita los calzoncillos delante de todos los niños y niñas y me pone unas bragas rojas. Me dice, Así aprenderás. Los niños y las niñas se ríen de verme en bragas. A mí me llama la atención. No me atrevo a escribir con rotundidad que me excita pero es un sentimiento muy cercano a la excitación.

184
Me acuerdo del dolor cuando había que dar los primeros pasos en la pasarela tras una operación.

185
Me acuerdo de tía Mari -no era mi tía, era la tía de una íntima amiga de mi madre- que dejó de coger trenes cuando una vidente le dijo que moriría en uno. La tía Mari murió en el sofá de su casa mientras veía pasar un tren por la televisión. Eso me contó mi madre.

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Memorias

Tags : Recuerdos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 01/03/2021 a las 18:17 | Comentarios {0}


El título, la forma y en cierto sentido el espíritu de estos textos se inspiran en el libro Je me souviens de Georges Perec que a su vez se basa en los textos de Joe Brainard recogidos en su libro I remember


La Fuente de Joaquín Mir
La Fuente de Joaquín Mir

144
Me acuerdo de Juan y de mí borrachos y comiéndonos las pollas.

145
Me acuerdo del sabor amargo de la datura. Luego nueve horas de ignorancia absoluta sobre lo que ocurrió.

146
Me acuerdo del leve y obscuro bozo de Ana.

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Me acuerdo de Rosa la noche en que quedamos en el Palma 13. Yo salí para pillar costo. Un yonkie me atracó y me puso una navaja en el cuello. La noche que se prometía intensa acabó trémula con Rosa yéndose en un taxi y yo sabiendo que jamás nos acostaríamos.

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Me acuerdo de los fascistas de Fuerza Nueva persiguiéndonos con bates de beisbol y cadenas por la calle Mejía Lequerica. Andrés se queda conmigo para ayudarme a huir. Al final, agotados, nos metemos en un bar que, destinos, se llamaba Loygo. Los fascistas nos ven. Varios se quedan fuera blandiendo sus armas. Entran otros. Uno de ellos, tras chocar la cabeza de Andrés contra la mía, se abre la chaqueta del chandal -una chaqueta verde fosforito- y nos enseña su pistola. Nos dice, Salid si no queréis que os meta un tiro aquí mismo. También está Carola. A ella la dejan a un lado. Andrés y yo nos negamos, intentamos razonar hasta que una mujer que está sentada a la barra del bar les dice, Dejadlos. Ellos la miran. La conocen. Resulta ser una de las secretarias de Fuerza Nueva. Resulta que ese bar estaba justo debajo del edificio donde está la sede de ese partido. Andrés, Carola y yo éramos hippies y rojos. En aquella época los fascistas nos mataban. Aquella mujer fascista nos salva la vida. Salimos acompañados por esa mujer y otros dos hombres. Fuera siguen esperándonos. No hacen nada. La mujer y los dos hombres nos escoltan hasta un taxi. 

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Me acuerdo de asistir con mis padres al Desfile de la Victoria. Años 60. Al paso de Franco en sus Rolls Royce descapotado, rodeado de su guardia mora a caballo, nos levantamos y aplaudimos mientras gritamos ¡Franco, Franco, Franco!

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Me acuerdo que la directora del Instituto Santa Marca, Consuelo Burel, amiga de mi tía Adela, me regala las églogas de Garcilaso con una dedicatoria que dice, A Fernando que por ser poeta leerá con gusto a Garcilaso. Acababa de cumplir catorce años.

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Me acuerdo de una barca de pescadores varada en la playa de Benidorm cuando Benidorm era un pueblo de pescadores.

152
Me acuerdo de una noche de luna llena en La Alpujarra. Caminamos por una cañada guiados por una perra blanca llamada Luna. Luna tiene una particularidad: si entre la gente que guía hay alguien con mal corazón, los extravía y ella vuelve a su casa. 

153
Me acuerdo de la inmensa belleza de Cuqui. A ella la pretendía el gitano El Faroles pero dormía conmigo.

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El Faroles , gitano de largas y anchas patillas y más larga y ancha faca, me invita a montar en su jaca por la cañada, al amanecer. Acepto. Mientras galopamos me pregunta, ¿La Cuqui es tuya?  Yo le respondo, La Cuqui es suya. Sonríe el Faroles, me espeta, ¡Tienes cojones!

155
Me acuerdo de repartir clandestinamente el periódico Renovación en el Instituto. Corre el año 1974.

156
Me acuerdo del día en el que Ana, la primera chica con la que salgo, con catorce años, me da a elegir entre ella o el Partido Socialista (que me había propuesto entrar en sus Juventudes). Me quedo con ella. Ana me deja dos meses después. Nunca entré en las Juventudes.

157
Me acuerdo del hermano Andrés que era el encargado de vendernos los lápices, cuadernos y esas cosas en una tienducha que tenían los curas en la planta baja del colegio. Era muy viejo y lo recuerdo amable.

158
Me acuerdo de la piscina del hospital Ramón y Cajal donde empiezo a hacer hidroterapia tras haberme sido descubierta una nueva enfermedad articular.

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Me acuerdo de lo dolorosos y luego maravillosos chorros de agua a presión. Me acuerdo de la tabla de gimnasia. Me acuerdo de que había una fisio amable y una fisio seca y de que la fisio amable tenía la afición de encuadernar.

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Me acuerdo de las muchachas del Colegio Jesús y María con su uniforme de jersey azul y falda gris.

161
Me acuerdo del día en que rompí una silla.

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Me acuerdo de Liana un día de invierno, en la terraza de un bar llamado El Náutico, frente a un lago. Bebemos vino. Entrelazamos las manos.

163
Me acuerdo de pegarme un tiro en la cabeza. Me estalla por dentro. Despierto.
 

Memorias

Tags : Recuerdos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 28/02/2021 a las 19:07 | Comentarios {0}


El título, la forma y en cierto sentido el espíritu de estos textos se inspiran en el libro Je me souviens de Georges Perec que a su vez se basa en los textos de Joe Brainard recogidos en su libro I remember


07 Me acuerdo
 
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Me acuerdo de la arena ardiente en los largos días de verano y del vendedor que pasaba con una cesta por la playa mientras gritaba,  Hay patatas fritas calentitas. Me acuerdo que a mí me sonaba raro que un reclamo fuera, haciendo el calor que hacía, que las patas estuvieran calentitas.

125
Me acuerdo de las rodajas de coco. Los días nublados cuando la bandera era amarilla o roja y nosotros surfeábamos las olas sin tabla.

126
Me acuerdo de aquellos días en los que el estudio del campeonato del mundo de ajedrez entre Mijail Thal y Mijail Botvinik contribuyó a animarme a seguir viviendo.

127
Me acuerdo de Pilar la primera vez que se metió un éxtasis, tirada junto a un radiador, diciéndome, Déjame morir así.

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Me acuerdo de las tardes en las que, sobre la mesa verde, escribí mis primeros cuentos.

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Me acuerdo del domingo en el que accedí a ir a buscar a unos amigos de Gregorio de un colegio de huérfanos ciegos. Gregorio también era ciego. Serían unos cinco o seis. Yo tenía trece años. Jamás he visto nada más salvaje. Parecía un grupo de chicos furiosos que se desmadraban por primera vez. El no ver los hacía inmunes. Yo era su responsable. Mi cojera no me hacía inmune. Recuerdo las miradas reprobatorias de unos viajeros en el metro cayendo sobre mí.

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Me acuerdo de Gregorio Sánchez, el ciego; fue el que me inoculó para siempre el veneno de escribir.

131
Me acuerdo del primer cigarrillo. Un Chesterfield sin filtro de mi madre. Fue en Luanco. Al levantarme me caí rodando por la ladera del monte.

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Me acuerdo de las noches de agosto en las que le leía la Biblia a Iñaki. Le gustaban las historias de ese dios terrible.

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Me acuerdo de las madrugadas en las que me tenía que levantar porque los dolores de espalda me impedían estar tumbado. Tendría diecisiete años. Iba a la cocina. Me hacía un café con leche. Me tomaba una aspirina y hasta que hacía efecto leía Rayuela. Esa novela tenía el poder de hacerme olvidar el dolor.

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Me acuerdo de una noche en mi casa de Paseo Imperial. Tenía mucha fiebre. Estaba leyendo El evangelio según Jesucristo. Dormí. Soñé que pasaba la noche conversando con Jesucristo y María Magdalena en el Gólgota. Al despertar estaba sentado en el borde de mi cama.

135
Me acuerdo de Krista guardándose el chocolate que le enviaba su madre desde Austria y que sólo compartía con Tao, su novio. Cati, Luis y yo no lo probamos. Eran los tiempos del hambre en Menorca.

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Me acuerdo del vagabundo Antonio que fue acogido por una antigua meretriz, Carmen, que ejerció su profesión en Túnez, que era amiga de una bruja, María, que vivía en un sótano de la casa situada en la esquina de las calles Lagasca con Don Ramón de la Cruz. Cuando María murió, le dejó la casa a Carmen y Carmen recogió a Antonio de la calle. Nos conocimos paseando a nuestros perros. Fuimos grandes amigos. Quería follarme como fuera. Tan sólo llegamos a ver revistas de Tom de Finlandia juntos mientras nos fumábamos un join, como decía él.

137
Me acuerdo de la risa incontenible que nos entró a César y a mí en un semáforo por una imagen sexual. Estábamos en el coche de su padre, un Renault 5 blanco.

138
Me acuerdo de Julia. Siempre me acuerdo de Julia. Esta vez está apoyada en la puerta verde del colegio, por la tarde. Viene a recogernos.

139
Me acuerdo de Patricia, Esperanza, Dayrein, Fernando, Alfredo y yo que dimos, sin saberlo, en un lupanar creyendo que era un bar. La conversación con la madame es para no olvidar. Estábamos cerca de Puerto Plata en la República Dominicana.

140
Me acuerdo de la inmensa felicidad que sentía al ser guionista de una serie mala, muy mala, se llamaba Paraíso, que transcurría en El Caribe. Hasta allí me fui a escribir. Bajo las palmeras. Allí conocí a uno de mis mejores amigos, Fernando.

141
Me acuerdo de los jejenes. Me acuerdo de Lillo que además de actor había sido comisario de la brigada político social. En Río San Juan.

142
Me acuerdo del manglar de Río San Juan. El barrio haitiano de Río San Juan. La casa de unos antiguos miembros de la OAS cuya terraza terminaba en el mar. Decían ser exiliados.

143
Me acuerdo de las cenas pantagruélicas con Fernando en un restaurante gallego de la calle Marqués de Zafra. 
 

Memorias

Tags : Recuerdos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 28/02/2021 a las 01:40 | Comentarios {2}


El título, la forma y en cierto sentido el espíritu de estos textos se inspiran en el libro Je me souviens de Georges Perec que a su vez se basa en los textos de Joe Brainard recogidos en su libro I remember


La mesa (Naturaleza muerta con ventilador). Georges Braque. 1910
La mesa (Naturaleza muerta con ventilador). Georges Braque. 1910

102
Me acuerdo de la melodía de un regato en la cordillera cantábrica.

103
Me acuerdo de la Roca Blanca que era una inmensa piedra pómez convertida en acantilado.

104
Me acuerdo de la poza y los caballos salvajes... y Gemma

105
Me acuerdo de Tapia de Casariego, una noche de intenso olor a mar.

106
Me acuerdo de la belleza stendhaliana de la ría de Castropol. Era una mañana.

107
Me acuerdo de una niebla muy densa de verano. Lío un porro. Me siento extáticamente libre. Atravesamos Iñaki y yo serranías del Norte de España en un todoterreno de la señorita Pepis.

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Me acuerdo de comprar vino blanco en las bodegas de Rueda, Valladolid.

109
Me acuerdo de la cetárea de Navia y de la calle de los vinos y de lo grande  y bueno que era Iñaki.

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Me acuerdo de Nicolás Ansbach y del programa que hacíamos juntos en Onda Madrid de música africana. África se llamaba.

 111
Me acuerdo de los ojos tristes de Chiqui.

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Me acuerdo de Lila echándome de su cama sin querer del todo echarme de su cama. Calle Galileo.

113
Me acuerdo de mi casa en Fernando el Católico. Pequeña. Estrecha. Vieja. Un día se vino abajo el suelo del cuarto de baño y yo me quedé suspendido del vaso de la ducha. Los cascotes cayeron sobre la vieja del piso de abajo. No le pasó nada. A mí tampoco. Siempre que lo recuerdo imagino a la vieja levantando la mirada y su visión de mis huevos en contrapicado.

114
Me acuerdo del accidente que tuvimos en un viejo R-4. Íbamos de Barcelona a Donostia atravesando los Pirineos. Nos quedamos sin frenos en una bajada. Al final de la misma había una vía de tren. Los primero que hice tras el choque contra la señal de tráfico fue tirar una guitarra por la ventanilla.

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Me acuerdo de la mirada inolvidable de María. Así la calificó Luis, el padre de César. ¡Qué bonita frase! Tienes una mirada inolvidable.

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Me acuerdo de Sina y de mí. Estamos sentados en un banco del parque de El Retiro. Nos besamos. Un policía municipal nos llama la atención.

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Me acuerdo de Doña Adela Gil, profesora de historia de unos setenta años, en el instituto Santa Marca de Madrid. Nos ve a Sina y a mí besarnos en los pasillos. Nos regaña. Al día siguiente nos llama  su despacho. Se disculpa. Nos dice, emocionada, ¡Bésense, por dios bendito, bésense y no hagan caso de esta vieja!

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Me acuerdo de una acampada en pleno invierno. ¡Qué frío en los pies! ¡Qué frío!

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Me acuerdo de Violeta. Tiene tres años. Estamos llegando a la casa que teníamos en la  calle Hermosilla 161, en el octavo piso. Hemos subido andando. Cuando llegamos arriba, antes de que abra, justo en el momento en que se apaga la luz del descansillo, Violeta me dice, Ya sé por qué se mueve el mar -hace una pausa bien dramática y concluye:- porque hay alguien dentro.

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Me acuerdo de rascarme los brazos hasta sangrarme.

121
Me acuerdo de Encarna, profesora de Filosofía (también Paz era profesora de Filosofía y tenía un novio taxista). Encarna tenía una perrita con las patas traseras amputadas a la que le habían construido un artilugio que permitía que pudiera caminar sobre ruedas.

122
Me acuerdo de estar en la cama con Encarna. Ella debe de tener treinta y tantos, yo no he cumplido los dieciocho. Me acaricia el pelo. Aún estamos vestidos. Sé que vamos a follar pero me vence la vergüenza de tener psoriasis por todo el cuerpo y casi sin excusas me marcho.

123
Me acuerdo de la melena de Patricia, rayos negros de luz.
 

Memorias

Tags : Recuerdos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 26/02/2021 a las 20:10 | Comentarios {0}


El título, la forma y en cierto sentido el espíritu de estos textos se inspiran en el libro Je me souviens de Georges Perec que a su vez se basa en los textos de Joe Brainard recogidos en su libro I remember


El primer beso de Salvador Viniegra. 1891. Exposición Arte Incómodo del Museo del Prado.
El primer beso de Salvador Viniegra. 1891. Exposición Arte Incómodo del Museo del Prado.

80
Me acuerdo de las hebillas plateadas en los zapatos de Oscar Peterson mientras pedaleaba en su piano de cola.

81
Me acuerdo del Barrio Viejo de Donostia. Festival de Jazz. Vendemos bocadillos y con lo que sacamos compramos las entradas.

82
Me acuerdo que vamos en un Dos Caballos descapotado y al pasar junto al Hotel María Cristina vemos salir a Art Blakey. Gritamos, ¡Hey, Art! Art se quita el sombrero, sonríe y nos saluda.

83
Me acuerdo que en el San Juan Evangelista. Jaume Sisa, Quansevol nit pot sortir el sol. Y el sol nació del escenario.

84
Me acuerdo que el cielo, convertido en aspas de helicóptero, negras y marrones, gira sobre mi cabeza de forma oblicua, de tal forma que los extremos del cielo a punto están de rozar el suelo jardín en donde estoy tumbado, apretado contra él, para que las aspas del cielo no me rebanen el cuerpo.

85
Me acuerdo que Valentín y yo, atraídos por el movimiento de la casa, nos acercamos a ella y entramos. Dentro vemos cómo respiran las paredes. Le digo a Valentín, Me siento Jonás en el vientre de la ballena.

86
Me acuerdo que al pasar un recodo del camino, Chus y yo nos encontramos con unas vacas. Todas están de pie y rodean a una que está tumbada y que acaba de parir. El cordón umbilical aún le une al ternero. Todo es sangre y nacimiento. Despacio, sin molestar, pasamos entre ellas y nos alejamos, sobrecogidos, como si acabáramos de asistir a un rito sagrado de los bóvidos.

87
Me acuerdo que en una noche de Octubre, en la casa junto al acantilado, en Cala Blanca, Chus me enseña los secretos del cuerpo de una mujer.

88
Me acuerdo de Lola. Camina desnuda rodeada de gatos. Se irá a la India cuando acabe el verano. Cuando menstrua su sangre corre por sus muslos. No le presta atención.

89
Me acuerdo que Álvaro y yo encontramos hospitalidad en la Cárcel Modelo de Barcelona. La familia de un funcionario de la prisión nos acoge. El padre de Álvaro fue director de la cárcel.

90
Me acuerdo que vamos campo a través. Por la noche. En una Ossa Enduro. Espi conduce. Espi es el loco de Águilas. Me lleva desde Águilas hasta Cullera. Vamos campo a través porque le quitaron el carnet de conducir. Un día, en Águilas, nos dedicamos a perseguir viejas con la moto. Luego nos emborrachamos bebiendo zumo de melocotón con whisky.

91
Me acuerdo que duermo en las ruinas de una discoteca. Un grupo de muchachos del pueblo me despierta a pedradas.

92
Me acuerdo de ir en la parte trasera de una camioneta descapotada; de amanecida, en enero. Veo en la región de Murcia una gran extensión de cultivo de marihuana.

93
Me acuerdo de Cap de Creus. Alta madrugada. La felicidad junto al amigo. Ebrios. Nada importa. El mar, a nuestros pies, se mece.

94
Me acuerdo que Alfredo en la noche dominicana me cuenta -traguito de ron va, traguito de ron viene- su dolor. A veces el dolor es la llave de la transparencia. Desde aquella noche, Alfredo fue para mí transparente.

95
Me acuerdo de una tormenta tropical. El mundo se inunda como ya nos contaba Gabriel García Márquez. Esa noche Lidia me llama para que la acompañe. Estamos en su habitación. El mundo es agua.

96
Me acuerdo que nado un par de kilómetros costeando la isla de Samaná. Llego hasta el muelle del puerto. Un lugareño me dice, Sí que es usted valiente, estas aguas están llenitas de tiburones.

97
Me acuerdo del lomo de las ballenas surgiendo a pocos metros de nuestra barca. Recuerdo su aleta caudal golpeando la mar. Recuerdo la impresión del mundo en ese animal inmenso.

98
Me acuerdo de la belleza y el temblor al coger una mano y no ser rechazado.

99
Me acuerdo: ¡Cuánta hambre! Recogemos lo que creemos que son espinacas silvestres y las cocemos. Ni siquiera tenemos sal. Tan sólo nos queda un poco de harina con la que hacemos chapatis. Como postre nos fumamos briznas del baleo de la escoba. Es el final del otoño en Menorca.

100
Me acuerdo de Luis, Lourdes, Vicent y yo. Jugamos a un juego de naipes llamado el Cao. Tomamos coñac. Fumamos tabaco de verdad y porros. Lourdes y Vicent son nuestros vecinos. Llegarán a ser mucho más. En aquel otoño menorquín.

101
Me acuerdo que en el local del grupo de teatro Zascandil, por la estación de metro de Torre Arias, calle Alcalá arriba, muy arriba, empiezo a ensayar la Otra Cara que será mi primera obra de teatro estrenada.
 

Memorias

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