El título, la forma y en cierto sentido el espíritu de estos textos se inspiran en el libro Je me souviens de Georges Perec que a su vez se basa en los textos de Joe Brainard recogidos en su libro I remember.
244
Me acuerdo del olor del Madrid de mi infancia al llegar la primavera.
245
Me acuerdo del olor de la caída de la tarde en el Madrid de mi juventud al llegar el verano.
246
Me acuerdo de Margarita actriz y yo. En algunos descansos, sin haber salido ninguno de los dos de la vida del ensayo, nos acariciamos, nos besamos, murmuramos algo parecido a éste es un amor imposible.
247
Me acuerdo de Lidia, la primera Lidia, actriz y yo. Otra obra. Ensayábamos en Guadalajara.
248
Me acuerdo de follar con Lidia en la terraza de su casa. En Alcalá de Henares, mientras por la calle paseaban los viandantes. Ella se da la vuelta. Lleva mi camisa, abierta, puesta. Se agarra a la barandilla de la terraza. Se da la vuelta. Me mira. Me dice, Fóllame. Son los primeros días de agosto. Ya estamos terminando los ensayos. Ella interpreta a una santa... Santa Teresa de Lisieux
249
Me acuerdo de Las Estaciones que hacemos la noche del Viernes Santo. Son siete en conmemoración del Vía Crucis de Cristo hacia la cruz. Siempre vamos mis padres y mis hermanos, la tía Isabel y el tío Carlos. Salimos a la noche de un viernes de abril. Vamos al Madrid de los Austrias y en siete iglesias cuyos nombres no recuerdo, rezamos, en cada una, un Padre nuestro, un Avemaría, un Credo, una Salve y un Gloria. Entre Iglesia e Iglesia hacemos viático en una taberna. Mi padre y mi tío beben vino o cerveza, mi madre Coca-Cola, la tía Isabel whisky con Coca-Cola y nosotros refrescos. Tras orar en la última de las estaciones/iglesias nos vamos a una taberna y allí cenamos pescaíto, calamares y esas cosas (que aún no se puede comer carne).
250
Me acuerdo de aquellas noches de los viernes santos como noches mágicas y alegres. Las esperaba más que la noches de navidad.
251
Me acuerdo de la fuerza de los muslos de la primera Lidia.
252
Me acuerdo de un jersey de lana que se ha tejido Margarita. Margarita tiene una cualidad maternal.
253
Me acuerdo de pasear al borde de una piscina vacía, con el fondo cubierto de hojas de los árboles que la rodean. Estoy en un chalé algo abandonado. Estoy con mi madre y con otra mujer (creo que es tía Mari). No sé por qué estamos allí.
254
Me acuerdo de despertarme y sentir el filo de las hojas de unas tijeras alrededor de mi sexo. Miro a María Luisa que tiene entre sus dedos pulgar e índice los anillos de las tijeras. Ella me mira y me dice, En mis manos está que tu vida cambie.
255
Me acuerdo del Canoe. En Madrid. Allí voy a nadar desde 1997 hasta 2005. Tengo treinta y siete años en 1997. El primer día que decido ir para quitarme los dolores de espalda y el anquilosamiento que me está invadiendo todas las articulaciones, el ascensor se queda colgado entre el quinto y el cuarto pisos. Abro las puertas (eran los viejos ascensores de puertas de madera y cristal) y sin mirar demasiado el vacío que hay bajo mis pies, me impulso para caer en el rellano del cuarto. Bajo por las escaleras. Empiezo la natación.
256
Me acuerdo del crucero J.J. Sister en el que volví desde Las Palmas hasta Cádiz. Fueron tres días y dos noches navegando... o dos días y tres noches. Fue un viaje extraño que derivó en un cuento cuya protagonista es Margarita Perla; Margarita, la enfermera de noche...
257
Me acuerdo de la máquina de coser Singer con estructura de madera, cuatro cajones y un gran pedal de hierro para darle velocidad a la máquina y que la frecuencia de cosido fuera alta. Julia maneja bien la máquina. Sabe coser. Pedalea con ritmo como si fuera una costurera del jazz.
258
Me acuerdo de la piscina cubierta del Canoe, de su olor a piscina de los sesenta, del mismo sonido -un eco muy abierto de las brazadas y las voces- y del color del agua, un esmeralda pálido. Me lo recuerda a principios del siglo XXI. Aún me lo recuerda cuarenta años después.
259
Me acuerdo de estar con mi padre en el Canoe. No he cumplido los diez años. Él me enseña a nadar.
260
Me acuerdo de estar en la piscina descubierta del Real Madrid. Está junto al Estadio. Tiene trampolín y plataforma. Un agua muy azul.
261
Me acuerdo de estar con mi tío Carlos en lo alto de un trampolín. No creo que tenga tres años. Mi tío me dice que me va a lanzar y que abajo está mi padre esperando, pero que debo intentar flotar yo. Tengo la sensación de que me tira desde muy arriba. Me hundo en el agua. Bajo. Comienzo a subir. Saco la cabeza. Respiro. Mi padre me toma en sus brazos. Me felicita. La piscina vuelve a ser la del Canoe.
El título, la forma y en cierto sentido el espíritu de estos textos se inspiran en el libro Je me souviens de Georges Perec que a su vez se basa en los textos de Joe Brainard recogidos en su libro I remember.
223
Me acuerdo del disco Abraxas de Santana.
224
Me acuerdo de los guateques en casa de Manolo. La sensación de sudor, de pieles brillantes. A los quince años.
225
Me acuerdo de ir en la moto con Luis la noche del 28 de octubre de 1982. Levantamos el puño izquierdo por las calles de un Madrid entusiasmado.
226
Me acuerdo del mes de abril de 1977. Hay un momento en uno de los días de Semana Santa en el que estoy sentado en la parada del autobús 51, en la cabecera, que la tenía en la Plaza del Perú. Pasa un Simca 1000 con la bandera del Partido Comunista flameando por la ventanilla. Los saludo y levanto mi puño derecho. El Partido acaba de ser legalizado.
227
Me acuerdo de la tarde en la que estaba destrozado por una muchacha de Gandía que no me quería y Julia, al verme, exclamó, ¡Menudo Don Juan de vía estrecha estás hecho! No tenía más de catorce años.
228
Me acuerdo de las grabaciones que le hago a Julia en las que me narra su vida. Ella está cocinando en la cocina de la casa de mis padres y mientras trajina, me cuenta.
229
Me acuerdo del cuaderno de notas del colegio de curas.
230
Me acuerdo de la excursión que hacía el Colegio a la Basílica del Sagrado Corazón en el Cerro de los Ángeles el día del Hermano Policarpo que fue el fundador del Colegio a finales del siglo XIX.
231
Me acuerdo de la letra del himno del Colegio. Empezaba: Madrid corazón de España/ con una inquietud de amor/ renueva nuestra esperanza/ el Sagrado Corazón.
232
Me acuerdo de tres tipos que aparecen una mañana en el parque de Berlín con los abrigos de piel de Marujita Díaz por encima. Ocultas bajo los abrigos, asoman dos metralletas. Vienen de asaltar la casa de la folclórica.
233
Me acuerdo de las timbas de póker en la casa de mis padres. Antonio juega bien, suele ganar. No debe haber cumplido los dieciocho años.
234
Me acuerdo de la partida de póker que jugaba mi madre todos los domingos por la tarde durante más de veinte años en casa de los Funes o los Torres Quevedo.
235
Me acuerdo de la repugnancia que me produce la tía María Cristina, hermana de mi madre.
236
Me acuerdo de una vuelta de vacaciones con mi tía Miki y mi tío José Luis. El tío José Luis no se da cuenta de la inclinación de una rasante y salimos volando en el coche.
237
Me acuerdo de las primeras tardes con Sina. Estamos en el cuarto de los niños, tumbados en mi cama. Julia, antes de entrar y supongo que sabiendo lo que estamos haciendo (darnos besos y acariciarnos), llama a la puerta.
238
Me acuerdo de Dicenta, la criada de mi tía María Cristina.
239
Me acuerdo del laboratorio de bicarbonato Torres Muñoz. Era de mis tíos. Estaba entre Pinto y Valdemoro.
240
Me acuerdo de la criada de mi tía Miki. Tira de una vagoneta en la nave del laboratorio. Es muy joven. Subidos en la vagoneta van los primos, primas, hermanos. Yo bajo (o no estoy subido). Giro una maroma sobre mi cabeza y cuando veo la vagoneta cerca la lanzo con la intención de que las ruedas de la vagoneta pasen por encima de la cuerda. Antes de que eso ocurra, la cuerda le da, como si fuera un látigo, en un ojo a la criada. Pega un grito. Vienen corriendo nuestros padres. Atienden a la criada, que llora y tiene el ojo muy enrojecido. Mi tío Carlos me dice, Como la hayas dejado tuerta o te casas con ella o le pones un kiosko. Lloro porque ni me quiero casar con ella ni tengo dinero para ponerle un kiosko. Debo de tener unos nueve años.
241
Me acuerdo de mi primera paja. Estoy dándome un baño. El placer es tal que no puedo terminar, me habría muerto.
242
Me acuerdo de la tarde en la que Juan, mi maestro, me enseñó el juego de lo teatral.
243
Me acuerdo de las mañanas en la Hemeroteca Municipal de Madrid en el antiguo cuartel del Conde Duque. Allí me documentaba para luego escribir los guiones de mi primer programa de radio, Sinalámbrico, se llamaba. Corría el año 1984. El programa recreaba los inicios de la radio en España mediante un tratamiento teatral de las noticias de la época. Junto a los actores y los técnicos hicimos un programa decente. En Onda Madrid cuando la emisora estaba en la calle García de Paredes, en el barrio de Chamberí.
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A L.
Tus ojos verdes me llagan,
heridas tus ojos verdes;
tus ojos verdes alhajas,
milagros tus ojos verdes.
El título, la forma y en cierto sentido el espíritu de estos textos se inspiran en el libro Je me souviens de Georges Perec que a su vez se basa en los textos de Joe Brainard recogidos en su libro I remember.
209
Me acuerdo de lo mucho que el vinagre calma el dolor producido por las quemaduras del sol. Me lo aplica mi madre en los días de verano, en la infancia.
210
Me acuerdo de girarme en una cama y no saber, en absoluto, qué cama es, en qué cuarto estoy, qué etapa del día es, qué calle, qué barrio, qué ciudad...
211
Me acuerdo del bajo de la calle San Nicolás. Es una casa que me deja Imanol. Es la casa a la que me mudo tras estar una temporada en el atelier de César.
212
Imanol no es amigo mío. Lo conoce César del ajedrez. Ha jugado alguna vez con él. Es farmacéutico. Es vasco. Se vuelve a su pueblo. Me deja la casa mientras la vende. Imanol es un buen hombre. Es un acto de generosidad.
213
¡Qué oscuro el bajo! Sólo tiene dos ventanas a un interior que no se puede llamar patio. La bajante principal ocupa casi el cien por cien de ese espacio. ¡Qué húmedo el bajo! ¡Qué estupendo el barrio de la calle San Nicolás! En pleno barrio de los Austrias de la ciudad de Madrid. Calle del siglo XVI. Iglesia de San Nicolás.
214
Me acuerdo de un bar al que iba algunos días al caer la tarde. Había un pinball que me gustaba (o quizás era ya un video juego primitivo cuyos nombres nunca recuerdo). Creo que estaba en la plaza de Ramales.
215
Me acuerdo del bocadillos de pimiento y tortilla de patatas que me tomaba. Cenaba muchas noches un bocadillo del bar del pinball/video juego primitivo. Normalmente un bocadillo de lomo con pimientos verdes; a veces era de lomo frito con queso fundido; siempre le pido que me lo haga con pan tomaca. Cerca de la calle San Nicolás. Cuando tenía veinticinco años.
216
Me acuerdo de una escena muy extraña. Estoy en casa de Susana. Ambos hacemos un taller de teatro con Pierre Debauche que es, en ese momento, años 80 del siglo pasado, director del Centro Dramático de Reims. Susana y yo estamos preparando la primera escena de Esperando a Godot. Yo estoy haciendo un curso de actor porque quiero, como escritor, conocer su oficio. La ventana del salón está abierta a la calle Campomanes. Justo en la casa frontera, en el mismo piso, se encuentra la casa de su novio José Andrés. Él está escribiendo. Nosotros estamos ensayando. Susana lee la escena, tumbada en un sofá; está vestida con una camiseta vieja, con medias negras y bragas claras. Yo estoy en el extremo del sofá. El sofá está frente a la ventana. Y la ventana está frente a la ventana de su novio al otro lado de la calle. Susana me pone las piernas encima, coloca unos sus pies entre mis muslos, muy cerca de mi sexo. Confuso pienso si será un juego erótico entre ellos. Me quedo quieto.
217
Me acuerdo de la librería de viejo de Julián. La tardes de porros y ajedrez y buenos libros a precios tirados.
218
Me acuerdo de una fiesta terrible en El Molar. En casa de Pepito.
219
Me acuerdo de los madrugones a las cuatro de la mañana. En la calle Calatrava. Vivimos María, Andrés y yo. Un taxi me espera. He de estar a las cinco en Prado del Rey, en La Casa de la Radio, para presentar el programa despertador de Radio 3, La Calle del Ritmo. 1989-1990.
220
Me acuerdo de una Nochebuena en el Rastrojillo, una finca a las afueras de Palencia. Salgo para hacer un pis bajo el cielo raso y nunca, nunca he sentido frío semejante.
221
Me acuerdo de decir una de las frases más estúpidas que he pronunciado en mi vida en Las Merindades de Burgos. Fue una Nochevieja. Estábamos cenando Ester, su pareja Balín, Pedro, Pilar, Elena y yo. En casa de Ester y Balín. En mi exaltación exclamo, ¡Elena me quiere a morir! Recuerdo que la primera sorprendida fue ella. Los demás disimulan su vergüenza ajena. Por supuesto: No me quiso a morir... y así tenía que ser.
222
Me acuerdo que es tal la humedad del bajo de la calle San Nicolás que tras varios meses descubro que por las mañanas me duele tanto la espalda porque al tener el colchón de gomaespuma directamente sobre el suelo del dormitorio, condensa la humedad y un día, al levantarlo, descubro un charco de agua bajo él.
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El título, la forma y en cierto sentido el espíritu de estos textos se inspiran en el libro Je me souviens de Georges Perec que a su vez se basa en los textos de Joe Brainard recogidos en su libro I remember.
Mujer tumbada. Gustav Klimmt. 1912
186
Me acuerdo de despertar a mitad de la noche con la sensación de que alguien me observa y descubrir, aterrorizado, cómo en el techo hay una trampilla semiabierta -que yo no conocía- desde donde alguien, en efecto, me observa.
187
Me acuerdo de follar con Isabel en el taller de César en la calle Amor de Dios impregnados del olor a aguarrás, blanco de España, cola de conejo y óleo.
188
Me acuerdo de unos cuadernillos de hojas satinadas en los que escribí algunos de mis mejores poemas.
189
Me acuerdo de: ¡Viento, viento del norte/ arrecia en las antenas parabólicas!
190
Me acuerdo de lo divertido que era follar entre pinturas. Es en una época en la que me he quedado sin casa y César me acoge en su taller. La habitación que me deja es el almacén de sus cuadros. Por eso Isabel y yo follamos entre pinturas y la habitación al terminar tiene un aroma que mezcla el sexo y el arte.
191
Me acuerdo de la casa de comidas La Sanabresa y lo ricas que hacían las berenjenas rebozadas.
192
Me acuerdo que en la misma calle, en la misma acera, en el portal contiguo al taller de César, había una escuela de flamenco. ¡Qué flamencas las flamencas en el bar de la esquina, a eso de las seis de la tarde, cuando César y yo bajábamos para tomarnos un café y las bailarinas hacían su receso! ¡Qué gitanos los gitanos! ¡Qué payos los payos! ¡Cuántos andares de pata! ¡Cómo las palmas de repente! ¡Cómo una guitarra de repente!
193
Me acuerdo de la amargura de un hombre sin mandíbula inferior.
194
Me acuerdo de Isabel en una casa que me habían dejado en la Calle de los Artistas, por Bravo Murillo. Es una mañana. Yo estoy escribiendo. Ella duerme en la habitación de al lado. La puerta del dormitorio comunica con la estancia donde yo escribo. En el dormitorio la luz entra por el lado izquierdo. Ella está desarropada, duerme de lado, está desnuda. Sobre su coño se posa la luz del sol.
195
Me acuerdo del accidente aéreo de Sondica.
196
Me acuerdo de llegar a una pensión en Cudillero. Estoy en la veintena. He tenido la suerte de vender unas pulseras que fabricaba con remaches y caucho (semipunkies) en una tienda de Gijón. Las he vendido todas. Con lo ganado podré vivir unos días. Me acuerdo de la pensión en Cudillero, casi en el puerto. Me duele la espalda-siempre me dolía la espalda-. Le pido a la dueña de la pensión una aspirina. Me dice con su precioso acento asturiano, Le voy a dar una aspirina fersvecente pero tenga cuidado al tomarla porque fersvecen.
197
Me acuerdo de la dueña de una taberna de Cudillero (la más cercana a la rada, a la derecha mirando de frente el mar). Era una mujer madura. Todos los días que estuve allí fui a su taberna. Cada vez que la miraba más me parecía que aquella mujer no podía ser tabernera, aquella mujer tenía que haber sido como mínimo Camille Claudel.
198
Me acuerdo del calor aplastante en los veranos que viví en la calle de Hermosilla. Hace tanto calor que a veces me saco el colchón a la azotea y duermo allí.
199
Me acuerdo de un ron blanco en la dominicana.
200
Me acuerdo de que Isabel se parecía a Elisabeth Taylor.
201
Me acuerdo de estar bailando con una mujer tan bruta que de repente me soltó mientras girábamos y acabé por los suelos, deslizándome hasta el otro lado de la pista.
202
Me acuerdo de una cena en Bagur. Fernando se ha ligado a una muchacha llamada Raquel. Yo le digo, No te preocupes, cena con ella y ya nos vemos luego. Fernando me dice, De eso nada, cenamos los tres. Cuando llega Raquel y se sienta le comenta a Fernando, ¿Qué pasa, que tienes que venir con carabina? y Fernando le responde, La carabina eres tú. La cena fue magnífica.
203
Me acuerdo del restaurante casa Anita en Cadaqués. Pocas veces he comido mejor, he bebido mejor y me he reído más.
204
Me acuerdo de ver a Cuqui tras muchos años sin saber de ella. No me reconoció. Iba por la calle con un niño en un carrito. Había adelgazado. Estaba pálida y con la mirada vítrea. Luego supe que estaba enferma, muy, muy enferma.
205
Me acuerdo del abrigo gris de Julia, mi tata.
206
Me acuerdo de mi padre saliendo del cuarto de baño tras darse su ducha de agua fría y gritando, ¡Un hombre en pelota!
207
Me acuerdo de Isidra, la modista que iba a trabajar una vez por semana a la casa de mis padres. Era, según expresión de mi tío Carlos, una real hembra. Mi padre entró en pelotas un día en la habitación donde cosía. Isidra se despidió.
208
Me acuerdo de mi padre colocando con todo el mimo del mundo el disco La Quinta sinfonía de Beethoven, editada por la Deutsche Gramophon, interpretada por la Filarmónica de Berlin bajo la dirección de Herbert von Karajan en el plato del tocadiscos.
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Tags : Recuerdos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 15/03/2021 a las 16:49 | {0}