Vendrá a decírselo todos los días. Cuando ascienda. Sobre todo cuando ascienda. La angustia por dejar de ser. También cierto grado de clarividencia. Eso cree. Ocurre cuando asciende. Si el día está claro. Si está oscuro. Ha leído en Dámaso Alonso una característica de El Cantar de Mío Cid que trata sobre la ausencia de nexos sintácticos entre las frases como conjunciones o locuciones. Frases certeras, cortas. Frases en sí mismas.
También ha ideado una nueva historia, cuando ascendía y ha tenido la imagen de una escena la cual ha grabado mientras ascendía. Ascendía hacia el lago. Hacia la cumbre. Las montañas tienen eso: ascensiones.
Sentada en un paisaje solitario y hermoso ha jugueteado con su cabello y ha visto a su perra mordisquear la pelota. La pelota entre las patas. Atenta en todo caso. Por mucho que juegue, piensa, sabe que está expuesta. Esto es la montaña. Aquí hay águilas.
Transición entre lo tonos. La tarde que ya ha caído le devuelve un ámbito cuasi fantasmal y recuerda el tiempo en el que vivió en pareja. Aquellos años. La treintena fueron. Toda la década. Aquellos años durmiendo junto a otro cuerpo cada noche. Todas las noches de todos los años. Sí, sí, claro, alguna excepción hubo. Alguna noche sola. Alguna también acompañada. Pocas. Muy pocas para lo corta que es la vida. La transición a la noche. La luz de la bombilla. Tantos años. Tantos. Tantos años.
¿Por qué? Sí. Le gusta preguntarse ¿por qué? Lo hará. Lo lleva haciendo. La noche está despejada y fría. ¿Cómo será arriba? Donde el lago. Donde habita el infierno (el infierno clásico, piensa ella y se sonríe como si hubiera hecho un chiste privado). ¿Hasta dónde? ¿Por qué? ¿Qué?
Hay un hombre que parece tener la verdad. Hay muchos que siguen creyendo tener la verdad. Luego está consumir energía, expulsar calor, reducir el gradiente entre el núcleo del sol y el espacio exterior para llegar, sí, a la estasis, y descansar, por fin, descansar y dar por terminada en esta parte de la galaxia la ejecución y cumplimiento de la segunda ley de la termodinámica.
Mover el cuello. Aunque sea poco. Moverlo. Giran las vértebras. El mundo parece otro.
Defendeos con vuestras propias armas. No propaléis falsas nuevas. El tiempo no acabará haciendo justicia ni la justicia en sí es una verdad inmutable. Ya eso dejó de existir. ¡Qué poco tiempo queda! ¡Cuánto desperdicio! La montaña tiene que te hace sólido.
Cuando pasan y se apartan surge en aire frío la plegaria a los muertos.
Schubert probablemente acudió a su inspiración (también Falla).
La ausencia -pensó- agrava las distancias (porque hay en la presencia digital una ausencia tal que le parece perfecta analogía con el velo de Maya). Luego volvió a dispararse un tiro en la cabeza. Y volvió a no errar.
De rerum natura ¿Por qué no? Se dice, ahora que se levanta más temprano y que ha llegado a ver la escarcha como si fuera la consagración de la primavera (primavera: primera verdad).
Se dejara caer. Beberá.
Escritura de impasse.
Es el héroe de su vida (héroe en el sentido griego; héroe en el sentido de viajero al que el viaje le somete a pruebas. Camino del héroe entonces la vida). No sabe cuál es su parangón heroico en el rico friso de los mitos griegos. Desde Ulises hasta Edipo; desde Electra a Medea; de Jasón a Orfeo; o quizá pudiera apuntar más alto: héroe fuera cuyo padre es Dioniso el desmembrado. Y como héroe siempre perdido. Grandes ausencias, semejantes a las de los héroes de la Alta Edad Media, un héroe como Tirant lo Blanc o la reina Ginebra, llenos ambos de ausencias y de pálidos desmayos de amor. Todos, todos, piensa, mientras se ajusta el peto y el espaldar, son héroes de sus propias vidas. Alguna auxiliar mágica de carácter ambivalente. No siempre de fiar. Ahora ha de luchar por un Señor al que no respeta. Eso hará. Héroe fiel a ideas que se traducen en vastas heridas, en convalecencias largas. Un futuro de héroe en silla que contempla la tarde en un sanatorio en las faldas de una montaña y recuerda, todo nostalgia y química de base protoctista, el amor que dejó atrás y que como todo lo que atrás se queda acaba diluyéndose en un horizonte curvo, filo de espada turca.
No me olvido de los buitres
No me olvido de que escribo a menudo tus tres primeras letras
El calor de la manta se asemeja al abrazo
No sé ahora una comparación ingeniosa con el ruido de los martillos
También: todas las vacas estaban tumbadas excepto una al fondo de raza frisona
o la levedad de las últimas nubes de amanecer
Corre el mamífero depredador
Avisa a los buitres de que está fuerte y sano y sabrá luchar si fuera necesario
No me olvido de que miro los libros
No dejaré de dibujar algo
Hace frío en las manos
¿Dónde vengo a ser?
¿Dónde me distraigo?
Juro haber subido mucho,
más de doscientos metros
y allá tan arriba, junto a las nubes,
he sentido el latigazo
de un viento frío
que parecía anunciar la llegada
de una forma nueva de pensar.
¿Quién tiene la última palabra?
¿Por qué esa tonalidad gris de la nube?
O la palabra espera
O la palabra ruido
O la palabra albahaca..
No importa si al bajar tropiezo
(la última curva tiene un desnivel macabro)
porque estoy viendo
y ruedan los guijarros
mientras el viejo roble cruje
y sus crujidos me sugieren
estertores últimos.
Sé que no podré explicarte
porque lo inefable existe
(si no existiera no tendría palabra)
sólo te pediría que confiaras
en que estos no versos
versan sobre algo
que me sugiere: el viento frío, la altura, los crujidos del roble, el desnivel macabro, la congoja, el asombro, la descomposición, la lectura de biología, la medición del nitrógeno, la turbia sensación de un sueño que no consigo recordar, la vuelta a las enseñanzas, la caricatura de mí mismo,...
Por eso callo cuando escucho.
Agradar es una forma de sobrevivir
sólo que los mamíferos no sabemos disimular
el desagrado.
La vida es demasiado visible
si la hacemos misteriosa es para poder vivirla
sin parecer cretinos.
¡Una máxima más a la que poder disparar!
Si es propia, mejor.
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Ensayo
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 04/03/2022 a las 19:03 | {0}