Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Me interesa Allan Watts y su libro La Sabiduría de la inseguridad.
Me produjo un golpe en el corazón y una sensación de valentía el poema de Luis Cernuda Retrato de Familia.
Me enseñó a jugar Julio Cortázar en Rayuela.
Me fascinó el teatro durante las nueve horas del Mahabarata de Peter Brook.
Me iluminó el mundo de las palabras Ramón María del Valle-Inclán en Tirano Banderas.
Me enseñó el humor mezclado con una absurda trascendencia Gonzalo Torrente Ballester en su Saga/Fuga de J.B..
Supe de mi infinita ignorancia al no disfrutar de Marcel Proust durante su búsqueda del tiempo perdido.
Quise llegar tan hondo como Samuel Beckett en su trilogía, Molloy, Mallone muere y el Innombrable.
Aprendí la pintura en la exposición de los Expresionistas Alemanes.
Disfrute de la música gracias al amor de mi padre y sobre todo por el Concierto nº 2 para piano de Rachmaninoff que escuché muchas madrugadas de mi infancia.
No me podía creer la altura literaria de Juan Rulfo y su Pedro Páramo.
Lloré como un anciano gracias a Gabriel García Márquez y su Amor en los tiempos del cólera.
Supe la maestría de un escritor bestial que nunca pasó de ser conocido entre los amantes de su arte, con Luis Martín Santos y su Tiempo de silencio.
Admiré la libertad de Roberto Bolaño en su 2666.
Me emocionó, en plena adolescencia, Miguel de Cervantes y su Ingenioso hidalgo, Don Quijote de la Mancha.
Me enseñó mucho del ser humano Erich From y su obra El miedo a la libertad.
Me dieron ganas de atravesar el mundo para conocer en persona a Ester Vilar por su osadía al escribir El varón domado.
Me dejaron perplejo Denis Diderot y Lawrence Stern con sus increíbles novelas Jacques el Fatalista y Tristam Sandy.
Y más, muchos más, que quizás algún día siga enumerando.

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 18/03/2011 a las 17:37 | Comentarios {1}


El abrazo
Querido amigo:
Ante todo, recuerda cómo fue. Estabas en tu casa y sentías nervios. Dicen los que estudian que hay una cuestión fundamental en el desarrollo de las personas para que se sientan seguras de sí mismas: que hayan sido amadas y valoradas en los primeros años de su vida. Si esto no ocurre, la vida se suele poner cuesta arriba. Entonces el miedo -que según Leonor es la memoria del dolor- va inundando la vida y oculta la luz. El miedo hace que huyas y cuanto más huyes más grande se hace la sombra hasta que todo es tiniebla. Si no fuiste amado, entonces habrás de luchar muy duro para llegar a amarte y sentirás que nadie te ama y creerás que tu presencia repentina provocará más ansiedad que gozo, más disgusto que alegría. Esa es tu emoción inscrita en tus circunvoluciones cerebrales o en tu alma o en tu energía (llámalo con el nombre que más cercanía a la verdad te sugiera).
Aún así, porque eres un luchador, nervioso y con dudas, tomaste el coche y te dirigiste hacia la ciudad donde se iba a celebrar la misa por un hombre al que quisiste. Era un viaje de dos horas y media. Es bueno que te guste conducir. Es bueno que mires los paisajes y te siga emocionando la llanura y la montaña y el gran silo donde el grano se almacena; es bueno que te dejaras inundar por los recuerdos y que fueras oyendo en la radio una entrevista a Eduardo Punset en la que hablaba de la soledad, del cambio, del miedo, de la infancia, de la intuición. Tú ibas a la misa porque tu intuición te llevaba a ella, porque sentías que tu presencia sería bienvenida, porque deseabas abrazar a un hombre sobre todo, a un hombre que ha visto la muerte de su primogénito y tú sabías, querido amigo, el dolor inmenso que este hombre sentía. Y así llegaste a la ciudad. Fuiste a la Plaza Mayor donde tantas cervezas bebiste; viste, desde lejos, la fachada del edificio donde viven los deudos pero no te atreviste a acercarte, no te atreviste a llamar y a presentarte, por ese mensaje en tu cerebro que te dice que probablemente no sería bienvenida la sorpresa. Y así, tras tomarte café y armarte de valor, llamaste a la que fue tu mujer -hermana del que acababa de morir- para saber en qué iglesia se celebraba la misa. No respondió. Tenías el teléfono de otros familiares pero no te atreviste a llamar y a ti te llamó la angustia y te preguntaste, ¿Qué hago yo aquí? ¿Por qué he venido? y te insultaste y te dijiste, Serás imbécil. Y decidiste volver a tu casa y llamar, días más tarde, al hombre al que habías querido abrazar. Antes de coger de nuevo el coche, entraste en un bar, frontero con una de las muchas iglesias que coronan, como espinas, la ciudad donde estabas, para tomar un café. Y así lo hiciste. Pagaste y saliste. La iglesia se encontraba en el camino entre tú y tu coche. En la puerta te detuviste y leiste en una esquela pegada con celofán en el muro, que era ahí donde se iba a oficiar la misa funeral. Y entonces, querido amigo, ya no dudaste, supiste que el mundo te quería y te decía, Entra, abraza, acompaña. Has hecho bien. Y entraste. Y al terminar la misa fuiste saludado por todos con grandísimo cariño y todos te agradecieron tu presencia y a lo lejos viste el hombre al que querías abrazar y te dirigiste a él y os disteis, sin una sola palabra, el abrazo más tierno y fuerte que jamás te diste. Y ya a solas, de vuelta, pensaste, No hace falta que pidas la dirección de un lugar donde deseas estar, el amor te guiará hasta él.

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 16/03/2011 a las 13:30 | Comentarios {2}


Puse la fecha
medí los versos
surgió la cara
sentí tu pecho
me ahogué un poco
llegó la noche
sentí tu pubis
gemí los gozos
miré en mi dentro

El deseo es una emoción hermosa y perversa.
Desear un astro.
Desear un sexo.
El cuerpo que envuelve.
La mano que corre...
La boca. La falda. La braga. El pelo.

Podría volverme dulzón.
Podría jugar con...
no quiero.
Como me queda la inercia de un mundo feo
en los intersticios de las muelas.

El veneno, la escama, el sapo, la babosa, la lombriz, la oruga, la rana, el áspid, la rata, el gusano, el moco, la col de Bruselas, la flema, la gárgara.

El yin y el yan
tu boca dulce
tu piel mojada
el labio rojo
tu cuello largo
ven, ven, ven, ven
El alba rompe
la estrella muere
mi ombligo quiere
salir de sí

Los humores, la repasión, el almizcle, el ámbar gris, las cadenas, la verborrea, la ausencia, la necedad, la grisura, la ventisca, la almohada, la carne, el hueso, el cristal, lo falso, la prótesis, la poeisis, la asignatura, la escalera, la miseria, la hambruna, la cuerda, la clave, el circo, la llave.

Mirarnos horas.
La tarde clama
la milenrama.
Osarios verdes
tus ojos son.

El deseo se ha llenado de corismato mutasa y ausentes la cisteína, la histidina, la isoleucina, la metionina, la asparagina, la glutamina y el triptófano han estallado 22 ciclos mutagénicos en cada una de mis gónadas. ¡Sálvese quien pueda!

La carretera
se agrieta sola.
Tus uñas viven
en mis heridas.
Rimbaud ha muerto
Aden no existe
la lluvia triste
suena a canción.

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 14/03/2011 a las 22:40 | Comentarios {0}


Séneca. Carta 1ª Valor y aprovechamiento del tiempo. Traducción: Ismael Roca Meliá. Editado por Gredos


Obra así, querido Lucilio: reivindica para ti la posesión de ti mismo, y el tiempo que hasta ahora se te arrebataba, se te sustraía o se te escapaba, recupéralo y consérvalo. Persuádete de que esto es así tal como escribo: unos tiempos se nos arrebatan, otros se nos sustraen y otros se nos escapan. Sin embargo, la más reprensible es la pérdida que se produce por la negligencia. Y, si quieres poner atención, te darás cuenta de que una gran parte de la existencia se nos escapa obrando mal, la mayor parte estando inactivos, toda ella obrando cosas distintas de las que debemos.
¿A quién me nombrarás que conceda algún valor al tiempo, que ponga precio al día, que comprenda que va muriendo cada momento? Realmente nos engañamos en esto: que consideramos lejana la muerte, siendo así que gran parte de ella ya ha pasado. Todo de cuanto nuestra vida queda atrás, la muerte lo posee.
Por lo tanto, querido Lucilio, haz lo que me dices que estás haciendo: acapara todas las horas. Así sucederá que estés menos pendiente del mañana, si te has aplicado al día de hoy. Mientras aplazamos la vida, la vida transcurre.
Todo, Lucilio, es ajeno a nosotros, tan sólo el tiempo es nuestro: la naturaleza nos ha dado la posesión de ese único bien fugaz y deleznable, del cual nos despoja cualquiera que lo desea.
Y es tan grande la necedad de los mortales, que permiten que se les carguen a su cuenta las cosas más insignificantes y viles, en todo caso sustituibles, cuando las han recibido; en cambio, nadie que dispone del tiempo se considera deudor de nada, siendo así que éste es el único crédito que ni siquiera el más agradecido puede restituir.
Quizá me preguntes qué conducta observo yo, que te doy estos consejos. Te lo confesaré sinceramente: como le acontece a un hombre pródigo, pero cuidadoso, tengo en orden la cuenta de mis gastos. No podría afirmar que no derroche nada, pero te podría decir qué es lo que derrocho, por qué y cómo: te expondré las causas de mi pobreza.
Pero me acontece a mí lo que a muchos de los que, sin culpa suya, han caído en la indigencia: todos les disculpan, nadie les auxilia.
En conclusión ¿qué siginifica esto? Que no considero pobre a quien le satisface cuanto le queda, por poco que sea. Con todo, prefiero que tú conserves tus bienes y así comenzarás en el tiempo justo. Pues, según el aforismo de nuestros mayores, "es ahorro demasiado tardío el que se consigue en el fondo del vaso": en el sedimento no sólo queda una parte insignificante, sino la peor.

Invitados

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 14/03/2011 a las 13:15 | Comentarios {0}


In memoriam A.T.P.


La muerte
La muerte es ausencia. Lo demás es una especulación teñida ora de trascendencia ora de misticismo ora de materialismo. Morir es ausentarse de la tierra. Es no volver a tomarse unos vinos, no volver a llamar por teléfono, no esperar encontrarse con alguien.
Vivir es morir.
Morir es no ver nunca más el torneo de tenis de Indian Wells. No acariciar nunca más la tierra donde viviste. No colocar nunca más el cuadro que estaba un poco torcido. Morir es no poder ir a visitar a tu hijo. No subir al Monte Viejo. No conducir el último coche. No ver la escarcha. No sentir el brote de la estación nueva.
Vivir es morir.
Siento en estos días la energía de tanta desaparición, una muy cercana, la de A.T.P., un hombre que luchó contra el cáncer durante años. Un hombre bueno, de una tierra buena, austera. Lo conocí hace veinte años. Era el mayor de su familia y ejercía de tal (con lo que conlleva tanto de derechos como de deberes). Luego, por avatares de la vida, dejamos de vernos y hace un tiempo supe que se encontraba muy enfermo. Le vi un día a la salida del hospital. Era otro y era él. Ha muerto ayer. Y lo siento como cuando una balada nos devuelve a un tiempo que en algún momento fue feliz: un verano al principio de una relación; una conversación con un buen vino; un atisbo de cariño; un recuerdo para siempre, esas cosas... y también siento, estos días, la muerte en Japón. Hace muchos años soñé que Japón entero quedaba anegado por el agua. Yo paseaba por sus calles inundadas con la hermana de A.T.P.
Tantos desaparecidos, tantas fotos mojadas; tantos recuerdos arrastrados por un mar del todo inocente de sus desastres; tantas lágrimas, tanto miedo, tanta, tantísima ausencia de golpe en el mundo. Eso es lo que siento: diez millares de ausencias a la vez.
Querido A.T.P. espero que lo que desearas se esté cumpliendo. Ahora seguiré con mi vida que es morir. Morir es no poder seguir vivo aquí y sentir que el tiempo es eterno y puedo gastarlo, como un millonario, en algo totalmente inútil como ver El Club de la Comedia, el torneo de Indian Wells o una pelicula mala.

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 13/03/2011 a las 21:09 | Comentarios {0}


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